Fenómenos naturales como los sismos de México en 2017 o los ocurridos recientemente en Turquía y Siria comprueban, por un lado, la dinámica y la vitalidad propias de la Tierra, y por otro, refuerzan la idea de que, ante la imposibilidad de predecir cuándo y dónde ocurrirán, las sociedades deben esforzarse por minimizar sus daños.
En esta idea coincidieron expertos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred) que participaron en la reunión nacional del Programa de Prevención de Desastres en Materia de Patrimonio Cultural (Previnah) 2023.
En este sentido, Valeria Valero Pié indicó que entre las lecciones dejadas por los sismos de 2017 está la de someter los monumentos históricos a diagnósticos regulares, para identificar oportunamente sus factores de deterioro y saber si estos se deben a la acción del hombre o si son producto, por ejemplo, del terreno donde se desplanta el edificio, de su sistema constructivo o del clima que lo rodea.
La arquitecta enfatizó que muchos de los 2 mil 340 inmuebles patrimoniales afectados en 2017, cuyo compromiso de restauración recayó en el INAH, resintieron más el efecto de los sismos por intervenciones inadecuadas que por sus propias fábricas originales.