Durante varias semanas Oaxaca se mantuvo en el semáforo epidemiológico amarillo. Sin embargo, los contagios y decesos han ido en ascenso. Tenemos más de 26 mil y 2 mil, respectivamente. Es decir, la pandemia de Covid-19 no nos ha dado tregua. Los llamados insistentes del ejecutivo estatal para quedarse en casa y no realizar festejos patronales o familiares, se han estampado en una pared de hartazgo, encierro, necesidad de trabajar. No es fácil entender que no salgan a la calle aquellos que si no trabajan no comen. La movilidad se ha incrementado, precisamente porque no hay mecanismos punitivos que obliguen a la ciudadanía a respetar los protocolos sanitarios, pues ya tenemos la muestra desafortunada de que no faltarán organismos oficiosos de derechos humanos, sobre todo no gubernamentales, que querrán montarse en las supuestas víctimas.
En las redes sociales se insistió mucho en que la entidad no debería haber pasado al amarillo, teniendo en los últimos días contagios arriba de los cien casos y hasta doscientos. Empero, tal parece que las autoridades sanitarias del gobierno federal ya tomaron conciencia de la situación y nos regresaron al naranja. La situación es grave en el país. El mejor y lamentable ejemplo es la capital de la República y el Valle de México, en donde el sistema hospitalario está a punto de colapsar. Los hospitales están llenos. Ya no se dispone de camas. Una situación similar tenemos en Oaxaca, con hospitales que poco a poco dejarán de atender casos de Covid-19, ante la falta de disponibilidad e insumos. El personal médico está exhausto. Ya no puede más. Y el reporte reciente revela que, de los contagios existentes, una cantidad considerable es de médicos, enfermeras y demás personal.
Este fin de año la situación en la entidad y el país es preocupante. Estamos llegando a situaciones límites, justo cuando el gobierno de la República ha anunciado el inicio de la vacunación, atendiendo con prioridad al personal sanitario. No obstante, en lo que no podemos avanzar es en la toma de conciencia por parte de la ciudadanía para auto-protegerse y cuidar a los demás. Los rebrotes en países como Francia, Alemania y el crecimiento desmesurado de decesos en los Estados Unidos, es una lección dura y severa que nos advierte que este mal tardará mucho en irse de nuestras vidas. Ojalá que todos entendamos que esto no es un juego.
Una temporada ad hoc
Esta temporada decembrina no será como las otras. Ésta será diferente e inédita. En los cánones de la normalidad ya estaríamos celebrando las tradicionales posadas. Pero hoy no. La contingencia sanitaria por el Covid-19 nos cambió por completo la vida. La recomendación de las autoridades sanitarias es un rotundo ¡no!, a los festejos de corte religioso, masivo, a donde asisten muchas personas, pues puede ser un foco de contagio peligroso. Hay que recordar que para el mal citado no hay cura y la vacuna para evitarlo, apenas se está aplicando. Y si tomamos en cuenta los miles de millones de dosis que los laboratorios tienen que producir, entendemos que, si bien nos va a los mexicanos, todo el 2021 seguiremos en las mismas. Y no es que se trate de restringir los derechos ciudadanos, la libre circulación o la libertad de cultos, como de manera absurda algunas organizaciones de derechos humanos quieren interpretarlo, sino de evitar más dolor y muertes, al menos en México en donde han sucumbido más de 118 mil mexicanos.
“Una celebración puede convertirse en tristeza”, reconoció la semana pasada Tedros Adhanom, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), al advertir a la población mundial evitar festejos y reuniones que puedan devenir saldos mortales. Un razonamiento similar hubo en las autoridades eclesiásticas para llamar a los feligreses a no celebrar las fiestas de la Virgen de Juquila, de Guadalupe y La Soledad. Procesiones, calendas, misas masivas, etc., podrían ser un gravísimo riesgo para los asistentes. Pese a ello, hubo quienes se obstinaron en no escuchar el mensaje. Por fortuna fueron los menos, pues la mayoría cumplió a cabalidad las recomendaciones, a pesar de renunciar a sus tradiciones ancestrales, como fue el caso de las peregrinaciones.
Por este año, la sugerencia es no salir de casa; no atiborrar las tiendas para la compra de regalos; no celebrar posadas ni nacimientos, con sus tradicionales piñatas, reparto de aguinaldos, verbenas y demás. La austeridad para la celebración de nuestras fiestas va de la mano con el cuidado de la vida. Vale más pues tomar las providencias este año para poder disfrutar plenamente dichos festejos el siguiente. Es triste, pero es la mejor manera de protegerse y cuidar a los suyos es tomar a pecho las recomendaciones, para no lamentar mañana el dolor de las pérdidas.