"Ya no hay tanta pobreza como cuando yo partí de Yalálag": Amado Aquino
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“Ya no hay tanta pobreza como cuando yo partí de Yalálag”: Amado Aquino

Amado Aquino, originario de la comunidad serrana, comparte su experiencia como migrante en EU


El fenómeno migratorio ha cambiado desde 1950 en Yalálag. En esa década la crisis por la que pasaba el país, aunado al desinterés de las autoridades por la lejanía de las comunidades serranas de Oaxaca acrecentaban los índices de pobreza y la falta de empleo. Por ello, muchos habitantes de las comunidades de la Sierra Juárez dejaron su tierra para ir en busca del “sueño americano” y así poder sostener a sus familias. Muchos de ellos lo hicieron mediante Bracero, un programa de trabajo temporal.

Las personas que decidieron cruzar la frontera sin ser contratados como braceros lo hacían con “coyotes”, que los ayudaban a cruzar la frontera. Instalarse en Estados Unidos y trabajar para solventar el pago al “coyote”, aproximadamente mil dólares. Era relativamente fácil; además, la vigilancia en la línea fronteriza era menos rigurosa.

En la actualidad se requieren aproximadamente 14 mil dólares para pagar a un “coyote”, dinero con el que muchos deciden iniciar un negocio en la comunidad, pues ya no es seguro cruzar la frontera; ahora es un riesgo muy alto.

UNA CUESTIÓN SENTIMENTAL

Amado Aquino con una sonrisa dice que para él, el sueño americano fue un asunto romántico. Conoció a su pareja que ya había estado en Estados Unidos y fue ella quien lo motivó a cruzar la frontera.

Partió de Yalálag en 1986 para llegar a la ciudad de Oaxaca y cuando tenía 19 años comenzó su travesía. Sus hermanos le prestaron el dinero para pagar a un coyote, mil 500 dólares que repuso después de conseguir empleo.

Al llegar a Tijuana se hospedó en un hotel muy popular entre los yalaltecos que han cruzado la línea, el San Nicolás, “ahí nos asignaban al coyote y nos daban la contraseña, porque al llegar ahí no sólo hay una persona, sino muchas que se dedican a lo mismo”.

Esperó al caer la noche para cruzar con un grupo de alrededor de 250 personas, pasó por debajo de un tren sin saber que sólo se detendría por unos minutos, recuerda con gracia. Caminó hasta llegar a San Ysidro, California, donde ya lo estaban esperando unos “güeros” para llevarlo a San Diego, en donde se hospedó una noche para seguir su camino a Los Ángeles, donde lo esperaban sus hermanos.

Para él resultó difícil encontrar trabajo, esperó tres meses hasta poder conectarse. Su pareja encontró trabajo limpiando casas en los primeros días de su estancia.

El primer empleo de Amado fue como jardinero ganando 3.75 dólares la hora. Para él fue un giro de 180 grados, la siembra y la cosecha es distinta a la que hacen en el pueblo, ahora debía familiarizarse con nuevos instrumentos para realizar las mismas actividades que lo ocupaban en Yalálag.

“Es complicado mantenerse en un solo empleo, porque los dueños mueren, cambian o clausuran el negocio”, nos cuenta. Él se vio obligado a cambiar de trabajo continuamente, casi siempre en restaurantes, de comida coreana, japonesa y americana. Fue lavaplatos, mesero y jefe de meseros ‘bossboy’, entre otros puestos. De acuerdo con el empeño y el interés así es el progreso.

Amado obtuvo su estatus de residente legal, no ha tenido ningún problema con Migración, pues mientras un ciudadano cumpla con sus obligaciones y pague impuestos, no tiene por qué ser molestado.

“Cuando uno ya es ciudadanos tiene ciertas prestaciones que son muy buenas, uno puede retirarse del trabajo a cierta edad y tener acceso a seguros médicos, pero hay una parte negativa porque entre más es el salario que uno tiene, más impuestos tiene que pagar al gobierno. Las leyes de los americanos no perdonan nada”. Se estima que en Estados Unidos 21.2 millones de inmigrantes son ciudadanos naturalizados.

Actualmente, trabaja dando servicio a complejos de bienes raíces y puede viajar libremente a México, aunque desde que se fue sólo ha vuelto dos veces a su pueblo.

Para él viajar constantemente a Yalálag es complicado, por su trabajo y su familia. Sus hijos tienen la nacionalidad estadounidense y sólo han ido de visita al pueblo, la última vez hace 17 años. “Ahora es su decisión si quieren ir, pues ya son responsables de sus decisiones”, expresa.

Aunque lejos, Amado no olvida a su pueblo ni a su gente, es miembro activo en los comités organizados por los migrantes yalaltecos en Estados Unidos, con las cuales cooperan con obras y festividades que se realizan en la comunidad. Los paisanos hacen kermeses y bailes para recaudar fondos y enviarlos al pueblo. Los fines de semana conduce un equipo de sonido para amenizar las fiestas de los paisanos que radican en Los Ángeles.

Aunque aún añora la vida en su pueblo, ver las casas de adobe como las recuerda de su infancia, ahora ve que en Villa Alta ha habido muchos cambios que le parecen positivos. “Ahora veo a Yalálag como un pueblo más desarrollado, ya no hay tantas carencias y pobreza como la que había cuando yo partí”.

El propósito de Amado es volver a Oaxaca, a la capital, donde con su esfuerzo y el de su esposa construyó una casa y donde además le gustaría emprender un negocio. A Yalálag no volvería definitivamente porque ahí no tiene patrimonio ni oficio; sin embargo, “sería más fácil poder ir a nuestro pueblo cada vez que podamos”.


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