El sismo que sacudió a Oaxaca sigue en la memoria
En los últimos años, la entidad ha sufrido otros terremotos que como el de enero de 1931 dejó sufrimiento, muerte, destrucción y cicatrices que siguen sin cerrar en muchos corazones
Sus estragos quedaron grabados en un documental del realizador ruso Sergei Eisenstein, quien en ese entonces viajaba por el país para grabar ¡Que viva México! Pero a 90 años, el terremoto del 14 de enero de 1931 se mantiene en la memoria colectiva de Oaxaca. Es un recordatorio de la vulnerabilidad que viven tanto la capital como otras comunidades y regiones del estado. Y que en los últimos años (2017, 2018 y 2020) sigue dejando estragos materiales y humanos en la entidad. Ahora, cuantificables, aunque entonces inciertos.
UNO DE LOS SISMOS MÁS FUERTES
Este día se conmemora un aniversario más de aquel siniestro, uno que a veces se menciona con una magnitud de 7.8, 7.4 o incluso 8 y con fecha de 14 o 15 de enero. Pero que en sus más de tres minutos de duración, a las 20 horas, dejó daños en varios templos, casas y otros inmuebles de la ciudad, como refiere Genaro V. Vásquez en su libro Para la historia del terruño.
Entre estos recintos, con mayor o menor daño, los templos de Guadalupe, San Juan de Dios, San Francisco, San Agustín, Las Nieves, La Defensa La Compañía, La Merced, La Soledad, Los Siete Príncipes y El Marquesado. Así como los siguientes sitios: Palacio de Gobierno, la ex hacienda de Aguilera, el Instituto de Ciencias y Artes, el Hospicio de la Vega, el panteón de San Miguel y los mercados. Incluso, con menor daño, el actual Teatro Macedonio Alcalá y el exconvento de Santo Domingo de Guzmán.
El 14 de enero de 1931, señala el Atlas de riesgo del estado de Oaxaca (2003) “se da en la mitad del territorio nacional fuerte sismo de seis grados de la escala de Mercalli durante cuatro minutos, afectando a Oaxaca, Puebla, Guerrero, Tlaxcala, Veracruz, México, Michoacán, Distrito Federal, Guanajuato, Querétaro, Hidalgo, Tabasco, Campeche y Chiapas. Su epicentro se localizó en Miahuatlán de Porfirio Díaz, Oaxaca”.
Y aunque su fecha no aparece en una actualización del atlas del estado, pues se menciona el 15 y 16 de enero de 1931, el sismo del 14 se sigue recordando y tomando como ejemplo de la magnitud de daños que aunque no se pueden evitar sí podrían disminuir con un plan de prevención ante emergencias.
LA EXPOSICIÓN
Por ejemplo, en la exposición Cuando la tierra sacude, que la Casa de la Ciudad tuvo en 2009, en la que se buscó mostrar a las y los infantes los “daños severos en las personas y sus bienes”. Así como “para fomentar una cultura de la prevención en el público en general, pero en especial con los pequeños, es por eso que idearon una forma de trasmitir la información de manera divertida”, según explicó entonces Laetitia Dufrancatel, coordinadora de la exposición.
“En el periódico El Mercurio del 25 de enero de 1931 se publicó que únicamente quedaron habitables 519 casas de un total de 2864 y que el número de casas destruidas completamente se elevaba a 1531. Cuando ocurrió el temblor del día 29 de enero, muchas de las casas que sólo habían sufrido agrietas se desplomaron”, señala un texto de sala de esa exposición.
ALTA ACTIVIDAD SÍSMICA
El Servicio Sismológico Nacional refiere que Oaxaca es uno de los estados con mayor sismicidad en el país, al concentrar hasta el 2021 cerca del 25 % de los sismos, debido al contacto de dos importantes placas tectónicas.
Con epicentro en la Sierra Sur, el de 1931 dejó incontables muertos y personas que perdieron sus casas y por mucho tiempo carecieron de un techo para habitar y resguardarse. En los primeros días después de ese Desastre en Oaxaca, como tituló Eisenstein al documental, había mucha gente en las calles, pues las réplicas se mantenían.
A través de tomas aéreas y en 11 minutos, el material muestra la desolación de una ciudad que “fue destruida en pocos minutos”, según la narración del cineasta, la que al igual que Vásquez habla de históricas iglesias, edificios públicos o “casas de ricos”. Inclusive, la última morada de quienes perecieron por la cólera de 1860. Esos restos del panteón general que Vásquez describió similares al del Apocalipsis.
“El delegado de Salubridad, Dr. José E. Larumbe, hubo de incinerar con gasolina los esqueletos descubiertos, algunos de ellos casi momificados como el de alguien que debe haber sido militar de polendas, pues aún tenía la osamenta el abigarrado traje de paño de otro tiempo, con charreteras, bordados de oro y medallas sobre el pecho, todo lo cual volvió a quedarse entre las cenizas de los huesos hacinados y el polvo de los escombros que siguieron cayendo”.
Las anteriores son las palabras que del oaxaqueño recogió la Casa de la Ciudad en una muestra de 2009, y en la que esta institución recordó que por ese tiempo el 90 por ciento de las casas estaban hechas de adobe, pero con pesadas cornisas de tabiques y cal de mala calidad. Y esto daba muy poca resistencia ante los sismos.
LA RECONSTRUCCIÓN
Sobre la reconstrucción o la ayuda a los damnificados, la Casa de la Ciudad recoge, con base en el diario El Mercurio, que se conformaron tres comités. En uno de ellos estaba el gobernador del estado, Francisco López Cortés. Y que una de las primeras acciones fue repartir 2 mil casas de campaña, así como construir galeras en espacios. No obstante, la necesidad siguió por mucho tiempo y no todas las personas alcanzaron tales apoyos o los prometidos por instituciones como la Cruz Roja y los comités Pro Auxilio a los Damnificados.
Aunque más tarde, el entonces senador Genaro Vásquez (secretario general del Comité de Auxilios Central del Partido Nacional Revolucionario Pro Damnificados de Oaxaca) recabó datos y señaló que “lo aportado en dinero por parte de fondos federales y estatales tales como la Presidencia de la República, los Gobiernos de otros estados de la República, el Comité Pro-Infancia, el Comité Central Pro-Damnificados del Partido Nacional Revolucionario y la Jefatura de Operaciones Militares de Monterrey, alcanzó cerca de $ 170,000.00 pesos”.