El racismo y la discriminación “son una cosa de cada día”, señala Tanya, psicóloga y activista afrodescendiente que vive en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, en un reportaje para DesinfoTV. Y es que hasta nuestros días las personas siguen siendo tratadas de manera distinta por el color de su piel: el buentrato o maltrato queda caracterizado por una diversidad de actitudes y acciones limitantes o restrictivas para el pleno ejercicio de sus derechos. En México, la discriminación es pareja tanto para las poblaciones indígenas, como para las poblaciones afrodescendientes. Pero esta discriminación pasa de manera severa por el millón y medio de personas afrodescendientes mexicanas que habitan en 12 entidades del país; en Oaxaca, Guerrero, Veracruz, Yucatán y Coahuila.
En medio de la reciente celebración del Día Internacional de los Pueblos Indígenas, abordar el tema de la negritud es imprescindible. Tal conmemoración tiene por objetivo principal visibilizar y poner en la mesa el tema de la discriminación por razón de etnia o raza. Un problema presente y negado pero vivo desde tiempos inmemoriales. En el contexto de la construcción de la democracia en América Latina y el pronunciamiento de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que promueve el órgano intergubernamental de las Naciones Unidas en 1948 por su Asamblea General, en sus 30 artículos enumera los derechos civiles, culturales, económicos, políticos y sociales básicos con los que deberían de contar todos los seres humanos del mundo. Al adoptar tal declaración, los países firman y deben cumplir compromisos.
Yanga, héroe afrodescendiente que tiene un pueblo en Veracruz que lleva su nombre, podría ser considerado el ícono y la raíz de la formación de la población afrodescendiente libre e independiente en territorio mexicano.
La población negra o afro, se refiere a aquellos esclavos africanos traídos durante el periodo del Virreinato (1521-1810) a este país por la Corona Española en su proceso de colonización para sustituir a los indígenas que fueron muertos por miles. Las estimaciones que plasman los historiadores mencionan que al menos 250 mil esclavos negros ingresaron a este país ubicándose en diversos puntos, donde se encontraban asentados los españoles hacendados.
La población localizada en este territorio desciende de la época de la Nueva España cuando los esclavos eran comprados para realizar jornadas pesadas en las haciendas. Se habla de que llegaron de África a América en esa época y durante años, alrededor de 20 millones de africanos esclavizados.
En México, Guerrero, Veracruz, Michoacán y Oaxaca, son los estados con mayor población negra.
En Oaxaca, la llamada Costa Chica está conformada con poblaciones mexicanas afrodescendientes, que hasta hace muy poco no habían sido “visibilizados” en términos institucionales, de políticas públicas y para la atención de sus derechos. Hace 7 años, comunidades universitarias exigieron al al INEGI que censara a la población afrodescendiente como tal. Al no aparecer en los como población diferenciada, sus necesidades particulares no estaban sujetas a derecho; al tiempo que se negaba la complejidad y enorme diversidad cultural que México tiene. Difundir su cultura y problemáticas permitió que se pudieran integrar en este reconocimiento de sus derechos. El tema pasa por considerar las causas y efectos del racismo y de la discriminación. Solamente reconociendo nuestras diferencias, es como puede aceptarse la igualdad entre la humanidad entera; parece paradójico, pero no lo es.
Los afrodescendientes en México denunciaron olvido, y abandono de la autoridad gubernamental e incluso y por supuesto han acusado la violación a sus derechos. Dentro del proceso de reconocimiento, el 19 de octubre del 2013, en la comunidad de Collantes, se instauró oficialmente el “Día del Pueblo Negro Afromexicano”. Un censo del INEGI en el 2015 contabilizó que en Oaxaca vive el 5 por ciento del total de la población afrodescendiente.
Actualmente, las poblaciones afrodescendientes se han mezclado también con los pueblos originarios indígenas de México, creando entre ambos una riqueza cultural que puede ser constantada en las riquísimas manfiestaciones culturales de la Costa Chica. Con su presencia en nuestro país, esta comunidad trajo también su riqueza cultural, como ejemplo, año con año de manera muy conocida por los asistentes a la Guelaguetza, con la Danza de los Diablos.