Carlos Slim, el hombre más rico de México y dueño de un vasto imperio que abarca sectores como telecomunicaciones, energía, inmobiliario e infraestructura, sigue expandiendo su huella sobre la economía mexicana. Con una influencia que va desde la construcción de gasoductos hasta la renta de plataformas petroleras y la participación en grandes proyectos energéticos, la figura de Slim se presenta como un actor clave, pero también como una concentración de poder preocupante en el sector energético nacional.
REVELACIÓN RECIENTE
La reciente revelación de que las empresas del grupo Slim, a través de su conglomerado Grupo Carso, estarían participando en contratos mixtos con Pemex —la empresa estatal mexicana de energía— genera más preguntas que respuestas sobre la independencia de Pemex y la transparencia de estos acuerdos.
En su conferencia de prensa matutina, la presidenta Claudia Sheinbaum confirmó que el gobierno está analizando estos contratos mixtos como parte de las nuevas leyes aprobadas que buscan promover la colaboración público-privada en el sector energético.
Sin embargo, las declaraciones de Sheinbaum, al afirmar que “no hay nada de malo” en la relación entre Pemex y las empresas de Slim, omiten una crítica fundamental: la creciente concentración de poder económico en manos de un solo hombre y su imperio.
LA RELACIÓN CON PEMEX: ¿UNA PRIVATIZACIÓN ENCUBIERTA?
Slim, a través de su participación en proyectos clave de la industria energética mexicana, no solo posee una influencia considerable en Pemex, sino que también se beneficia de la explotación de yacimientos estratégicos. Participa en los campos petroleros Zama, Ichalkil y Pokoch, junto con Talos Energy y Pemex. Lo que le otorga un papel importante en la producción de crudo en aguas profundas del Golfo de México. A este respecto, el proyecto Zama ha sido uno de los focos de atención, dado que su explotación requiere de una inversión multimillonaria y de una infraestructura que solo un puñado de empresas pueden manejar, lo que coloca a Slim en una posición privilegiada para capitalizar sobre este campo.
El hecho de que las empresas de Slim estén profundamente involucradas en la extracción de recursos naturales de México plantea serias interrogantes sobre la soberanía energética del país. La presidencia de López Obrador había prometido regresar a un modelo de autosuficiencia energética a través de Pemex y la CFE, pero estos acuerdos con empresas privadas, en particular con el grupo Slim, ponen en evidencia una contradicción preocupante. ¿Realmente estamos avanzando hacia una mayor soberanía energética o simplemente estamos dando paso a una privatización gradual del sector, sin que los mexicanos se den cuenta?
EL PODER DE UN SOLO HOMBRE: ¿DEMASIADO EN MANOS DE SLIM?
Carlos Slim no es solo dueño de grandes yacimientos petroleros. A través de su conglomerado Grupo Carso, tiene participación en 268 empresas, entre ellas, en sectores clave como telecomunicaciones (América Móvil) y construcción (con empresas como Bronco Drilling, Swecomex, CISCA, y Urvitec). Esta diversificación le ha permitido controlar partes fundamentales de la infraestructura mexicana. Desde las telecomunicaciones hasta la construcción de gasoductos.
Además, no podemos pasar por alto su participación en la autopista al Istmo de Oaxaca. Uno de los proyectos más grandes y polémicos de infraestructura en el país, que ha sido objeto de críticas por su impacto ambiental y social.
La acumulación de poder en manos de Slim es una muestra clara de cómo los grandes empresarios en México logran penetrar sectores estratégicos y de vital importancia para el desarrollo nacional. Si bien su influencia se presenta como un motor de inversión y desarrollo, el otro lado de la moneda es la creación de un monopolio de facto en áreas vitales como la energía, las telecomunicaciones y la infraestructura. Lo que limita la competencia y pone en riesgo la independencia de Pemex.
¿LA PRIVATIZACIÓN DISFRAZADA DE ALIANZAS PÚBLICAS?
Aunque Sheinbaum y el gobierno de López Obrador han insistido en que los contratos mixtos se realizarán con total transparencia, la realidad es que estos acuerdos entre Pemex y las empresas de Slim pueden ser un preludio a una mayor privatización del sector energético. No es un secreto que las inversiones privadas en Pemex se están considerando para subsanar las finanzas de la empresa estatal. Sin embargo, este tipo de colaboración también puede estar abriendo la puerta para que empresas como las de Slim ganen más poder sobre los recursos naturales del país.
Con los recientes anuncios sobre la reanudación de las operaciones militares contra Gaza y la creciente tensión internacional, las prioridades del gobierno mexicano parecen centrarse en mantener una política energética soberana. Sin embargo, permitir que grandes corporaciones privadas, como el imperio de Slim, controlen sectores estratégicos de la economía parece ser un paso hacia la dilución de esa soberanía. El gobierno de López Obrador ha sido criticado por su relación con grandes corporaciones. Lo que parece contradecir su discurso de proteger a Pemex y la soberanía energética de México.
¿UN MODELO QUE FAVORECE A POCOS?
La creciente influencia de Carlos Slim sobre sectores vitales de la economía mexicana pone de manifiesto una concentración de poder que podría ser perjudicial para la competencia y la equidad en el país. Si bien su participación en el sector energético y en otros sectores clave puede ser vista como un motor de inversión, también hay que evaluar si esto no está facilitando una privatización paulatina de recursos estratégicos.
A medida que el gobierno mexicano promueve acuerdos con empresas como las de Slim, se corre el riesgo de que el país dependa cada vez más de un solo hombre y su imperio para el acceso a recursos vitales. Dejando en un segundo plano el bienestar y la soberanía de la población.
La relación entre Slim y Pemex es una muestra de cómo los grandes empresarios mexicanos continúan dominando sectores clave, a pesar de las promesas de transformación del gobierno. ¿Es este el modelo económico que México necesita, o estamos ante un sistema donde pocos controlan todo? La respuesta parece estar aún por verse.