MIREYA NATALI CRUZ LOPEZ
¿Rompimos el techo de cristal?
El año 2024 marcó un parteaguas histórico para México y la lucha feminista. Por primera vez, una mujer alcanzó la presidencia del país. Claudia Sheinbaum Pardo rompió un hito que tomó 42 años desde que una mujer, con posibilidades reales de competir, apareciera en la boleta electoral. Sin embargo, el camino no ha sido sencillo ni mucho menos igualitario: pasaron 71 años desde que las mujeres obtuvieron el derecho al voto y a ser votadas para que este momento se concretara.
Aunque no es la primera vez que las mujeres competimos por la presidencia, los resultados históricos de 2024 revelan la persistencia de luchas feministas previas.
Rosario Ibarra de Piedra, en 1982 y 1988, obtuvo el 1.84% de los votos; Cecilia Soto, en 1994, logró un 2.75%; Patricia Mercado en 2006 con 2.78%, mientras que Josefina Vázquez Mota alcanzó un 26.1% en 2012. Pero este avance no ha sido lineal ni libre de simulaciones: en 2009 los partidos políticos postulaban a mujeres para cumplir con las cuotas de género, pero eran obligadas a renunciar para que hombres asumieran los cargos.
La paridad de género en las candidaturas ha sido una de las conquistas más importantes, aunque también de las más resistidas. Desde que en 1997 se impusiera un mínimo del 12% de candidaturas para mujeres, hasta alcanzar la “Paridad en todo” en 2019, el camino ha estado plagado de simulaciones y esfuerzos por relegar a las mujeres a distritos menos competitivos. La lucha feminista ha sido la columna vertebral que ha permitido desmantelar estas prácticas y exigir igualdad real en el acceso al poder.
La elección de 2024 no solo es significativa por ser la primera vez que México elige a una mujer presidenta, sino por el contexto social y político en el que ocurrió. La participación ciudadana alcanzó un histórico 61.4%, y el 56% de esos votos fueron emitidos por mujeres. Este dato es crucial, pues demuestra cómo las mujeres no solo exigen su lugar en las urnas, sino que están transformando el mapa político del país.
El “techo de cristal” sigue siendo una metáfora poderosa para describir las barreras invisibles que limitan el avance de las mujeres en todos los ámbitos de la vida pública. A pesar de las capacidades, méritos y preparación de las mujeres, los estereotipos culturales y las estructuras patriarcales siguen entorpeciendo su camino hacia posiciones de liderazgo. Esto no solo afecta su acceso al poder político, sino que también perpetúa las brechas salariales y limita su reconocimiento en espacios de decisión.
El logro histórico de Claudia Sheinbaum debe verse como un punto de partida, no como una meta cumplida. Es hora de impulsar acciones concretas que garanticen la igualdad sustantiva y los derechos de las mujeres en todos los niveles. La paridad debe traducirse en políticas públicas que eliminen las violencias estructurales, erradiquen las brechas salariales y promuevan un entorno laboral y social justo.
El año 2024 demostró que el patriarcado puede ser cuestionado, pero también nos recuerda que las estructuras de poder no desaparecen con una elección. Si bien los tres poderes estuvieron encabezados por mujeres –Claudia Sheinbaum en el Ejecutivo, Ifigenia Martínez en el Legislativo y Norma Piña en el Judicial–, este hecho debe acompañarse de transformaciones profundas que impacten la vida de todas las mujeres, no solo de quienes alcanzan las altas esferas del poder.
El verdadero reto es construir un México donde la igualdad sustantiva deje de ser una aspiración y se convierta en una realidad palpable: con salarios dignos, acceso a oportunidades y una vida libre de violencia para todas. El techo de cristal puede haberse roto, pero es tiempo de derrumbar también los cimientos que lo sostenían.
X @Natali_Cruz_