GERARDO FLORES CABALLERO
¿Debemos seguir indiferentes?
La inseguridad en México ha dejado de ser noticia. Lamentablemente, se ha convertido en parte del diario vivir de nuestras vidas. Pero hay algo más preocupante aún que la inseguridad misma: nuestra indiferencia. Nos hemos vuelto inmunes, casi insensibles, a la violencia que nos rodea. Nos hemos acostumbrado a los titulares que reportan homicidios y actos delictivos con una frialdad que ya no nos sorprende. Nos encontramos en una situación donde ya no reaccionamos, y esa indiferencia, esa falta de reacción, es igual de peligrosa que la propia violencia.
Un ejemplo claro de esta indiferencia es la ‘guerra’ que se vive hoy en Sinaloa. Llevan casi dos meses inmersos en una crisis de inseguridad derivada de la detención del Mayo Zambada. La ecuación es simple: violencia genera más violencia. Y mientras Sinaloa sufre las consecuencias de estos actos, el resto del país parece mirar hacia otro lado. Como si la violencia allí no nos afectara porque, después de todo, “Sinaloa está muy lejos de nosotros”. Esa es precisamente la indiferencia de la que hablo, la que nos hace sentir que los problemas de otras regiones son ajenos, que no tienen ninguna repercusión en nuestras vidas.
La indiferencia también se refleja en nuestra capacidad para aceptar niveles alarmantes de violencia sin levantar la voz. Recientemente, el alcalde de Chilpancingo, Guerrero, fue asesinado en un acto de violencia brutal. Guerrero está cerca de Oaxaca, mucho más cerca de lo que quisiéramos imaginar. Y, sin embargo, este hecho no nos sacudió como debería. Nos hemos vuelto insensibles a los homicidios de autoridades y a las noticias de violencia extrema. Nos hemos acostumbrado a vivir con el miedo, a escuchar sobre tragedias diarias y seguir adelante como si nada.
En Oaxaca, podemos sentirnos lejos de la gravedad de lo que ocurre en otros estados. Pero la realidad es que también vivimos inseguridad. Aunque el nivel de violencia no sea tan alto como en lugares como Guerrero o Sinaloa, eso no significa que estemos a salvo. Lo que quiero transmitir hoy es que no debemos ser indiferentes a la situación de nuestro país. Es nuestro deber como ciudadanos exigir seguridad, alzar la voz, y rechazar la normalización de la violencia. No podemos permitirnos acostumbrarnos a ver a México hundido en la inseguridad, no podemos ser cómplices de nuestra propia indiferencia.
Necesitamos ser una sociedad empática, una sociedad que se preocupe por vivir en un entorno mejor. No podemos seguir viviendo con la idea de que los problemas de otros estados no nos afectan. Debemos entender que, como mexicanos, lo que ocurre en cualquier rincón del país tiene un impacto en nosotros, porque somos una nación unida. Si nos involucramos, si alzamos la voz y trabajamos juntos por un país seguro, podremos tener la esperanza de que un día, no muy lejano, podremos dejar de preguntar si queremos “seguir indiferentes”. Si no cambia la seguridad en nuestro país, ya sea de forma radical o al menos iniciando una tendencia a la baja, sin duda llegará a nuestro entorno y afectará nuestra vida diaria, ya sea en nuestra actividad económica o, más grave aún, en nuestro entorno familiar.