Hace unos días comenzó el Campeonato del Mundo, match pactado a 14 partidas en el que se enfrentan por la corona mundial el noruego Magnus Carlsen y al retador ruso, Ian Nepomniachtchi. Como consecuencia, el ajedrez se coloca bajo los reflectores al ser este campeonato histórico pues en él se ha hablado sobre la perfección del juego que se está alcanzado (similar al de las computadoras) o sobre la histórica partida seis que ahora es la partida más larga en la historia del Campeonato y que enfrentó a los dos titanes en 136 jugadas por cerca de ocho horas.
Aprovechándome de este alcance mediático me parece casi una obligación reflexionar sobre un tema que quienes estamos en el medio ajedrecístico conocemos pero que se guarda bajo la alfombra: la violencia contra las mujeres. Lo anterior se vuelve obligación al ver hace unos días la alerta Amber en el estado de Jalisco de una menor de edad, Paula Petersen González, siendo el principal sospechoso el entrenador de la menor quien desde años atrás tenía acusaciones en su contra por acoso a menores.
En este sentido la violencia hacia nosotras en el deporte no es novedoso. Un ejemplo: el pasado septiembre veíamos las declaraciones de la gimnasta estadounidense y campeona olímpica Simone Biles quien denunciaba a Larry Nassar por los abusos de los cuales fue víctima y acusaba también a “todo el sistema que lo permitió y lo perpetró”. De la misma manera aunque con los obligatorios matices, se vuelve una necesidad hablar de la violencia que sufrimos las ajedrecistas en nuestros espacios.
Las mujeres en el ajedrez nos vemos obligadas a adaptarnos a la violencia patriarcal, desde declaraciones como las del excampeón del mundo Garry Kaspárov en las que enfatizaba que las mujeres no podíamos jugar tan bien al ajedrez o las formas tan despectivas y sexistas con las que nos describen nuestros pares varones, hasta las constantes de acoso que sufrimos, situación que narró la ex campeona olímpica húngara Susan Polgar en el Chess Daily News, relato que cobra el nombre de muchas quienes han pasado por situaciones similares al ser víctimas de una estructura patriarcal violenta. Cito:
“A menudo era la única chica en los torneos de ajedrez de hombres (de hecho, la FIDE me castigó severamente al quitarme mi ranking mundial # 1 por elegir jugar solo contra hombres en ese momento. Yo era la única mujer en la historia del ajedrez en ser severamente castigada por querer jugar y vencer a los ajedrecistas masculinos). El comportamiento de algunos de estos ajedrecistas varones fue absolutamente espantoso. A veces se volvía peligroso. Algunos jugadores de ajedrez masculinos no pueden aceptar un NO como respuesta, especialmente cuando bebían demasiado. Algunos intentaron agredirme física y sexualmente”.
En esta lectura nuestro país no es la excepción pues son muchos los casos que se escuchan sobre acoso y violencia contra las ajedrecistas y como secreto a voces se escuchan nombres de jugadores, árbitros y entrenadores sin que nadie haga algo o mucho al respecto. Al reflexionar sobre esto logro construir más preguntas que respuestas: ¿Qué estamos haciendo al respecto? ¿Algo, nada? Y si es nada, ¿responde a una apatía generalizada o a una normalización y aceptación del problema? ¿Necesitábamos esperar el rostro de Paula en la ficha de búsqueda para tomar consciencia sobre las constantes violencias en nuestros espacios? No se me malentienda, no todo el medio es completamente violento ni todos nuestros colegas varones son violentadores, pero en nuestros espacios sí se replican de manera sistémica las violencias y estructuras desiguales que están en lo social y que nos atraviesan constantemente en un espacio mayoritariamente masculino.
Lastimosamente hoy Paula está desaparecida, su ficha de búsqueda es la gota que derrama el vaso de un problema estructural en el ajedrez mexicano. Las reflexiones sobre nuestro papel como ajedrecistas son más que urgentes y hoy más que nunca necesarias en un país violento y feminicida como el nuestro. Por Paula, por mis compañeras ajedrecistas que han sufrido en primera persona la violencia patriarcal, por todas:
¡Demandamos espacios y un ajedrez libre de cualquier violencia machista!
¡Hasta encontrar a Paula y a quienes nos faltan!
¡Porque no estamos todas, faltan nuestras hermanas!
¡Por qué las niñas no se tocan! ¡Ni una más!