Ernesto Villanueva
El país atraviesa un proceso complejo de reforma constitucional y de transformación en sus políticas públicas, que ha incluido la desaparición de organismos clave para garantizar el derecho de acceso a la información pública.
En este contexto de cambio, resulta crucial detenerse a reflexionar sobre los antecedentes históricos y los esfuerzos que dieron vida al Grupo Oaxaca, un colectivo pionero en la promoción de las leyes de acceso a la información pública y protección de datos personales, tanto a nivel federal como en los estados.
Este recuento destaca también la invaluable contribución de EL IMPARCIAL de Oaxaca y de la Asociación Mexicana de Editores (AME), instituciones fundamentales en esta causa. Veamos.
Primero. Mi relación con Benjamín Fernández Pichardo, figura central en esta historia, comenzó a finales de los años 90 gracias a la recomendación de un amigo en común. Desde ese primer encuentro, construimos una amistad sólida, basada en intereses y principios compartidos. Fue en esta sinergia que se gestaron las condiciones para dar vida a iniciativas que, con el tiempo, transformarían el panorama de la transparencia en México.
El Grupo Oaxaca, aunque ahora reconocido por su papel decisivo en la historia del derecho a saber en México, no surgió con una identidad claramente definida. Su nombre, cargado de simbolismo, emergió de manera casi casual.
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Durante un congreso internacional organizado por EL IMPARCIAL de Oaxaca y la AME, con el valioso apoyo de la Fundación Konrad Adenauer, se presentó el primer documento que abogaba por garantizar el acceso a la información como un derecho fundamental. A pesar de la trascendencia de ese momento, la agrupación aún carecía de un nombre formal.
En una entrevista con Ginger Thompson, corresponsal de The New York Times en México, ante su pregunta sobre el nombre del colectivo, respondí que no tenía uno definido, pero que la reunión había tenido lugar en Oaxaca. Fue entonces cuando sugirió denominarlo “Grupo Oaxaca”. Esa propuesta, aceptada de inmediato, marcó el inicio oficial de un movimiento que redefiniría las dinámicas entre el gobierno y la sociedad.
Desde su concepción, EL IMPARCIAL y la AME fueron aliados estratégicos del Grupo Oaxaca, ofreciendo no solo respaldo logístico, sino también un compromiso activo en el diseño y promoción de iniciativas de transparencia. Su papel fue fundamental en el cabildeo para la aprobación de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Gubernamental de 2002.
Segundo. La transformación que buscaba el Grupo Oaxaca no era menor: se trataba de romper con una tradición de opacidad gubernamental profundamente arraigada. Hasta ese momento, el paradigma dominante sostenía que todo era secreto, salvo aquello que el gobierno decidiera revelar.
El nuevo enfoque, impulsado por esta coalición de esfuerzos, estableció que todo debe ser público, salvo las excepciones previstas por la ley. En este proceso, Benjamín Fernández Pichardo fue una figura clave, brindando su confianza y respaldo incondicional para convertir las ideas en normas jurídicas tangibles.
EL IMPARCIAL de Oaxaca y la AME fueron actores decisivos en el cabildeo, facilitando el diálogo con legisladores y actores clave para garantizar los votos necesarios en el Congreso de la Unión. Más allá de la Ley Federal, el compromiso de estas instituciones permitió sentar las bases para que el derecho a saber no quedara en un ideal abstracto, sino que se tradujera en leyes concretas y en la creación de organismos garantes en los estados. La influencia de la AME fue igualmente crucial.
Su membresía nacional permitió expandir esta causa y consolidar apoyos en todo el país. Sin su participación activa, es difícil imaginar que el avance histórico que representó la aprobación de estas leyes en el inicio del siglo XXI hubiera sido posible. A pesar de los logros iniciales, el camino hacia la transparencia no estuvo exento de desafíos. Uno de los principales retos fue socializar el derecho al acceso a la información pública y a la protección de datos personales.
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Tercero. Estos conceptos, inéditos en el México de entonces, requerían ser explicados de manera clara y accesible, tanto a la sociedad como a una clase política que, en su mayoría, mostraba resistencia al cambio.
En este esfuerzo de persuasión, EL IMPARCIAL de Oaxaca y la AME desempeñaron un papel vital. A través de sus plataformas, promovieron un diálogo abierto y facilitaron la comprensión de la importancia de estos derechos, no solo como herramientas de transparencia, sino como elementos esenciales para fortalecer la democracia y la rendición de cuentas. Su participación permitió superar barreras ideológicas y construir puentes de entendimiento en momentos críticos.
La frase de George Santayana, “Quien no conoce su pasado está condenado a repetirlo”, se convierte en un recordatorio oportuno. Este esfuerzo no solo busca documentar una etapa significativa de la historia de México, sino también preservar una memoria activa que inspire la reflexión y el aprendizaje colectivo. La memoria no debe ser un archivo inerte, sino una herramienta para interpretar el presente y proyectar un futuro más justo e informado.
Al mirar hacia atrás, resulta inevitable agradecer a Benjamín Fernández Pichardo y a su familia, quienes, a través de EL IMPARCIAL, demostraron un compromiso genuino con las mejores causas del país.
Su apoyo, junto al de la AME, fue determinante para construir un modelo de transparencia que hoy sirve como referencia, aunque siga enfrentando desafíos. Este legado no solo marcó un hito en la historia legislativa de México, sino que sentó las bases para una sociedad más consciente de su derecho a saber. Hay frente a una nueva circunstancia, el reto es cómo lograr lo alcanzado, con menores recursos, pero sin perder la amigabilidad del derecho a saber.
@evillanuevamx