Cristian pedía ayuda a gritos mientras su madre lo sostenía fuertemente de los brazos para evitar que escapara. El resto de menores veía la escena que causaba risa en algunos y miedo en otros.
La indicación de la enfermera era clara: “si no lo agarra fuerte y se mueve, puedo lastimarlo con la aguja”.
La madre de Cristian, una joven de complexión delgada y de estatura baja pedía apoyo de otro padre de familia para sostener al menor de seis años, que se resistía a recibir la segunda dosis del biológico Pfizer.
Los gritos del menor se dejaban escuchar entre el resto de niñas y niños que hacía fila y aún no recibían el llamado para tomar asiento, mientras algunas madres daban abrazos para disminuir los nervios y el miedo de quienes ya pedían irse.
En el Jardín Madero, una de las sedes donde se aplicaron vacunas anticovid, decenas de menores acudieron con sus madres y padres para recibir la segunda dosis Pfizer, con el permiso de algunas escuelas para ausentarse e iniciar así un megapuente.
No te asustes, es tu segunda vacuna y ya sabes que no duele mucho. De aquí nos vamos a comprar algo y a esperar a papá para irnos a la Sierra”, señaló otra madre de familia a su menor hijo, quien se tapaba los oídos para no escuchar al resto de menores que ya empezaban a llorar.
Entre la fila también había madres y padres de familia de una misma escuela, que coincidieron en el lugar y hora para solicitar la vacuna, luego de más de dos meses de la aplicación de la primera dosis.
Qué bueno que los maestros nos dieron chance de faltar y vacunar a nuestros hijos. Así por cualquier cosa pueden descansar mañana y el fin de semana”, expresó una de las madres de familia, quien acudió con dos de sus hijos.
A lo lejos, varios menores seguían con la vista al niño que había pedido ayuda y no paraba de llorar, mientras era cargado por la madre hacia la parada de autobús.
