El aire de la avenida Monte Albán se mezcla con el olor penetrante del cempasúchil, y el eco de la música de fondo acompaña a los visitantes: “¡Amor eterno e inolvidable, tarde o temprano estaré contigo para seguir amándote!”. Es el segundo Lunes de Panteón, una tradición oaxaqueña centenaria que invita a las familias a regresar al camposanto para recordar a quienes ya no están y mantener vivas sus memorias.
Desde 1920, cada lunes después de las festividades de los Fieles Difuntos, los habitantes de Oaxaca siguen una ruta de homenaje que se inicia en el panteón del Marquesado, y esta semana lleva a la agencia de San Martín Mexicápam, para luego continuar en San Juan Chapultepec y cerrar en Xochimilco. Este año, el panteón de San Martín Mexicápam vuelve a recibir a cientos de familias, quienes, a pesar de la sobrepoblación del camposanto, que tiene más de 80 años de existencia y apenas espacio suficiente, hacen el esfuerzo de pasar tiempo junto a sus difuntos.
Los pasillos del panteón se llenan de color, con alfombras de cempasúchil que tapizan las tumbas, aunque algunas familias optan por flores diferentes, cumpliendo los deseos de sus seres queridos. Entre las tumbas, muchas delimitadas apenas con líneas de tabique y pintura debido a la falta de espacio, las familias colocan veladoras, refrescan las flores que situaron el Día de Muertos y conversan como si sus difuntos aún estuvieran presentes.
A medida que pasan las horas, el sonido del norteño se entrelaza con las conversaciones, las risas y el murmullo de los que buscan un espacio en un panteón que parece no tener más capacidad. Aunque algunas tumbas son simples, sin lápidas ni estructuras que las resguarden, están bien cuidadas, con flores frescas y ofrendas de alimentos o bebidas que gustaban en vida a los fallecidos.
Entre los asistentes, hay quienes llevan décadas cumpliendo con esta tradición, y otros que, aunque desconocen el origen, se sienten llamados a acudir para pasar un rato junto a sus seres queridos.
La tradición, sin embargo, va más allá del reencuentro familiar. Es una celebración comunitaria que cada lunes llena de vida al panteón, donde los comerciantes ofrecen flores, veladoras y platillos típicos en un pequeño tianguis instalado en las inmediaciones. La comunidad se reúne, no sólo para recordar a los que partieron, sino para mantener viva una costumbre que habla de amor, de identidad y de la forma en que los oaxaqueños enfrentan el duelo y la pérdida.
Al caer la tarde, el silencio vuelve a adueñarse de las tumbas. Las familias se retiran, pero muchas volverán el próximo lunes al panteón de San Juan Chapultepec, y finalmente al de Xochimilco, en una tradición que es, al mismo tiempo, un homenaje y un pacto de recuerdo. Así, un año más, Oaxaca celebra a sus muertos, no sólo en el Día de Muertos, sino también en estos Lunes de Panteón, donde el tiempo y la memoria se entrelazan en cada rincón de los camposantos.