A partir de la llegada de los españoles a nuestro país, la situación de salud se tornó crítica; los muertos por la guerra, la esclavitud, el hambre y desnutrición contribuyeron con las epidemias de viruela, sarampión, cocoliztli y tifo endémico y acabaron entre los años 1519 y 1600 con el 75 a 80 por ciento de la población indígena.
En ese contexto, mezcla de conquista, esclavitud, epidemias y hambre, la necesidad de mantener la fuerza de trabajo y el esfuerzo evangelizador para alcanzar el control ideológico de los conquistados, nacieron los primeros hospitales en México.
El 7 de octubre de 1541 el Rey Carlos V dictó órdenes a los virreyes, gobernadores y audiencias para fundar hospitales donde se cuidase a los enfermos pobres. El Concilio de Trento, en 1545, estableció que todos los hospitales dependieran de la Iglesia, aunque fueran administrados por laicos. El Primer Concilio de México, en 1555, ordenó que al lado de cada templo se construyera un hospital para refugio de enfermos y pobres, con el propósito de que los sacerdotes pudieran visitarlos y darles los sacramentos. En 1585, el Tercer Concilio Mexicano estableció que los hospitales atendieran a personas pobres y sus servicios, médicos, hospitalarios o alimenticios fueran gratuitos. Lo anterior determinó la triada arquitectónica de hospital-iglesia-convento y el modelo hospitalario transferido a nuestro país incorporó inicialmente tanto el carácter medieval de las hospederías o xenodoquias, destinadas al alojamiento, provisión de alimentos, cuidados y asistencia religiosa a los necesitados, así como las ideas humanitarias de franciscanos y agustinos y las de Don Vasco de Quiroga, quien agregó conceptos renacentistas como los de hospital-pueblo, expresados en la Utopía de Tomás Moro.
El primer hospital en la Nueva España, de la Purísima Concepción de Nuestra Señora, fundado en 1523-24, estaba destinado principalmente a los españoles y no fue sino hasta 1553 en que se fundó el Real Hospital de San José de los Naturales, para la atención de la población indígena.
En Oaxaca, el primer obispo de Antequera, don Juan López de Zárate, informó a su llegada, en 1535, de la falta de un hospital en la ciudad. Si bien no hay información precisa, dice la Relación Geográfica de Antequera de 1579 que: “el reverendísimo… dejó fundado en esta ciudad un hospital de Nuestra Señora, donde se reciben y curan todos los pobres que quieran venir a él”… Los primeros hospitales fueron construidos y administrados inicialmente por religiosos, el clero diocesano y las órdenes monásticas, a saber: los monjes hipólitos administraron el Hospital de San Cosme y San Damián, construido en 1560; los juaninos el de San Juan de Dios, construido en 1702 y los betlemitas el hospital de Nuestra Señora de Guadalupe o de Belem, construido en 1640.
En algunos casos, como en el Hospital de San Cosme y San Damián hubo aportaciones regulares del Rey por lo que el Hospital era denominado Hospital Real; en el de San Juan de Dios y el de Belem, hubo donativos de particulares, como el capitán Antonio Díaz Maceda para el primero y el Sr. Manuel Fernández Fiallo en ambos. En todos los casos, además de los fondos reales o del gobierno local, las limosnas fueron un medio que permitió a los hospitales su subsistencia y funcionamiento.
Si bien el gobierno contribuyó a su construcción y mantenimiento, no fue sino hasta la administración del Lic. Benito Juárez, como gobernador, cuando se iniciaron en Oaxaca los hospitales laicos, un proceso que se complementaría hasta el año de 1861 con la secularización de los hospitales contemplada en las Leyes de Reforma.
Héctor Eloy Álvarez Martínez