Las dietas que reemplazan la carne roja por proteínas de plantas conducen a una disminución en los factores de riesgo para enfermedades cardiovasculares (ECV), según se desprendía de un reciente metaanálisis de la Escuela Chan de Salud Pública y Universidad de Purdue que incluyó datos de 36 ensayos controlados aleatorios con 1.803 participantes.
Es el primer metanálisis que examinan los efectos de la carne roja en la salud al sustituirlo por otros tipos específicos de alimentos, pero parece que hay bastante evidencia al afirmar que, si reducimos el consumo de carne roja, es probable que nuestra salud mejore y, por extensión, puede que incluso mejore la del planeta.
Carnes rojas y blancas
En crudo, identificamos por carne roja a aquella que presenta dicho color que se debe a la alta concentración de mioglobina, ya que suele superar el 1% mientras que en la carne blanca no alcanza el 0,5%. También hay quienes describen la carne roja como aquella derivada de los mamíferos.
Las carnes blancas, por su parte, tienen un color rosado o blanquecino en crudo debido a que poseen muy reducidas proporciones de mioglobina en su interior. Se considera muchas veces que las carnes blancas son las derivadas de las aves, siendo el pescado excluido de este grupo también, pero muchas veces se incluye al conejo en esta categoría.
Los investigadores compararon a las personas que comían dietas con carne roja con las personas que comían más de otros tipos de alimentos (es decir, pollo, pescado, carbohidratos o proteínas vegetales como legumbres, soja o nueces), observando las concentraciones de colesterol, triglicéridos en la sangre, las lipoproteínas y la presión arterial, todos factores de riesgo de ECV.
Alberto Garzón, ministro de Consumo, sugirió en un vídeo que deberíamos consumir menos carne: “El 14,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero proviene de la ganadería, especialmente de las macrogranjas, mientras que para que tengamos 1 kilo de carne de vaca se requieren 15.000 litros de agua”. ¿Hasta qué punto debemos dar carta de naturaleza a estas recomendaciones propias del paternalismo libertario?
¿Comer carne roja? ¿No comer carne roja? ¿El gobierno puede recomendar o sugerir? ¿Puede penalizar, regular o prohibir? ¿Existe la libertad de zamparse un filete? Más allá de la politización del asunto, sacad vuestras propias conclusiones: