En medio del intenso estiaje que se registra en nuestra capital, la falta de acceso al agua entubada es un problema que afecta a miles de personas, especialmente en zonas y colonias marginadas. Esta situación no solo dificulta la vida cotidiana de las personas, sino que también tiene graves implicaciones para la salud, la educación y el desarrollo económico.
El agua es esencial para la higiene y la prevención de enfermedades. Sin acceso a agua entubada, las personas deben recurrir a fuentes no seguras, como ríos, pozos o estanques contaminados, lo que aumenta el riesgo de enfermedades diarreicas, cólera y otras infecciones. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el consumo de agua contaminada es una de las principales causas de mortalidad infantil en el mundo. Además, la falta de agua dificulta el saneamiento, lo que contribuye a la propagación de infecciones en comunidades enteras.
Los niños que viven en agencias y colonias sin agua entubada suelen perder muchas horas buscando agua, lo que afecta su asistencia y rendimiento escolar. Además, la falta de instalaciones sanitarias adecuadas en las escuelas puede provocar deserción, especialmente en niñas, quienes pueden sentirse incómodas asistiendo a clases sin acceso a baños o agua para su higiene personal.
La escasez de agua entubada también afecta la economía ya que muchas personas deben gastar grandes cantidades de dinero o tiempo en obtener agua, reduciendo su capacidad de generar ingresos.
Para mejorar el acceso al agua potable, es fundamental invertir en infraestructura hídrica, implementar tecnologías sostenibles como captación de agua de lluvia y sistemas de purificación accesibles, y fortalecer las políticas de gestión del agua. Además, la educación sobre el uso eficiente del agua es clave para garantizar su disponibilidad a largo plazo. El acceso al agua potable es un derecho humano fundamental y su ausencia perpetúa la pobreza y la desigualdad.
Fomentar inclusión
La inclusión de las personas con síndrome de Down es un tema fundamental en la construcción de sociedades más justas y equitativas. A lo largo de los años, ha habido avances significativos en la integración de estas personas en distintos ámbitos, como la educación, el empleo y la vida social. Sin embargo, aún existen desafíos que deben ser superados para garantizar su plena participación en la comunidad.
Uno de los pilares fundamentales de la inclusión es la educación. Los niños y jóvenes con síndrome de Down tienen derecho a acceder a una enseñanza de calidad en entornos inclusivos, donde puedan aprender junto a sus pares sin discapacidad. La educación inclusiva no solo beneficia a los estudiantes con discapacidad, sino que también favorece la empatía, el respeto y la convivencia en la comunidad escolar.
Es fundamental que los docentes reciban formación adecuada y que las instituciones cuenten con los recursos necesarios para adaptar los programas de estudio a las necesidades individuales de cada estudiante. En el ámbito laboral, la inclusión de personas con síndrome de Down ha ido en aumento, aunque todavía hay barreras por derribar. Muchas empresas han implementado programas de empleo inclusivo que permiten a estas personas desarrollar habilidades, ganar independencia y contribuir a la sociedad.
Sin embargo, es necesario que más organizaciones se sumen a esta iniciativa y reconozcan el valor que las personas con discapacidad pueden aportar al entorno laboral. La sensibilización y la eliminación de prejuicios son clave para fomentar la contratación inclusiva. Además, la inclusión no solo debe limitarse a la educación y el empleo, sino también a la vida social y comunitaria.
Las personas con síndrome de Down tienen derecho a disfrutar de actividades recreativas, culturales y deportivas, al igual que cualquier otra persona. Es importante que existan espacios accesibles y adaptados para que puedan participar activamente en la sociedad sin restricciones ni discriminación.