Octavio Paz, antes de dejar México para realizar unos estudios en la Universidad de California en Berkeley, Estados Unidos; publicó el 11 de octubre de 1943 en el Novedades, un texto que tituló “La mentira de México”. El artículo de Octavio Paz es muy revelador, pues denota su asfixia por las grandes contradicciones del poder, de la clase política de nuestro país de su tiempo.
“[…] … ¡nuestra vida diaria sería inexplicable sin la mentira que alimenta, la hipocresía que la vela y la complicidad de todos los que no nos atrevemos a denunciar nuestra miseria y pequeñez! La mentira inunda la vida mexicana: ficción en nuestra política electoral; engaño en nuestra economía, que sólo produce billetes de banco; mentira en los sistemas educativos; farsa en el movimiento obrero (que todavía no ha logrado vivir sin la ayuda del Estado); mentira otra vez en la política agraria; … Mienten nuestros reaccionarios tanto como nuestros revolucionarios; somos gesto y apariencia y nada, ni siquiera el arte, se enfrenta a su verdad.
La mentira nace de la pobreza física y espiritual, como una compensación; la imaginación nos engaña con torpes fantasías, puesto que la realidad nada nos puede dar. Este engaño acabará con nosotros, porque un pueblo no puede vivir de viento y mentira. Tampoco de esas medioverdades en las que somos pródigos. La media verdad ni siquiera es una mentira: es una mediomentira, un ser híbrido.”
Definitivamente, desde temprana edad, Octavio Paz fue un conocedor puntual del México que vivió, y un experto en la psicología de los mexicanos, sin ser psicólogo. Esto lo podemos confirmar con sus obras posteriores. Octavio Paz no se engañó, ni se dejó engañar. Supo que los ideales (cabría decir aquí, de tintes “socialistas”) de la revolución mexicana, no lograron su cometido. Los revolucionarios no lograron transformar a México. Por eso, en su obra “Laberinto de la Soledad” reflexiona: “… a pesar de su fecundidad extraordinaria (la revolución), no fue capaz de crear un orden vital que fuese, a un tiempo, visión del mundo y fundamento de una sociedad realmente justa y libre.”
Por eso, quizá, un tanto lleno de molestia, habla de ese México lleno de mentiras, de simulaciones, las cuales eran gestadas por los gobiernos de entonces, y consentidas por sus habitantes. Octavio Paz propone que el mexicano simula porque así pretende escapar a la realidad, a su condición que lo agobia.
Estas palabras de Octavio Paz toman total relevancia en el México de hoy, pues pervive el México de la simulación, el México de la mentira, creada y fomentada por una “cuarta transformación” (o su principal impulsor).
En el México del 2020, si parafraseáramos a Octavio Paz, sabemos que la mentira continúa inundando a la vida del país, pues la promesa de la izquierda mexicana no ha logrado transformar a México en cualquiera de los aspectos del país: 1. Existe el temor justificado que poder político asalte a las instituciones electorales; 2. La economía del país está en sus peores momentos de la historia; 3. La educación se encuentra paralizada y sin un proyecto real de cambio; 4. El campo mexicano sigue viviendo en crisis desde hace años; 5. No existe certeza en cuanto a las condiciones de salud de los habitantes del país; 6. Un gran número de mexicanos se han quedado sin trabajo y, de igual forma, un sinnúmero de empresas han quebrado; entre otros.
La simulación de la izquierda es monstruosa. Atraen cualquier tema, muchos de ellos insustanciales para la vida nacional, con el fin de simular una realidad distinta del país, pensando que con esto lograrán evadir la realidad y mantendrán el poder político, tal como sucedió en el México posrevolucionario vivenciado por Octavio Paz.
La responsabilidad de este engaño también subyace en el mexicano. El engañador necesita de un engañado para existir. Para ello, el engañado debe de creer ciegamente en aquél. Como hoy sucede. Por eso, algunos mexicanos creen en las mentiras de la cuarta transformación. Creen en su engaño, porque evaden la realidad. Caen en el engaño porque creen ciegamente en su engañador. En algunos casos, aun cuando en su interior se saben engañados, no pueden manifestar públicamente lo contrario, por temor o por egoísmo. Por eso, existe una complicidad peligrosa entre el mexicano que apoya la cuarta transformación y ésta misma. Es peligrosa, porque México “no puede vivir de viento y mentira”, pues esa experiencia ya la vivimos por muchos años.
De igual forma que parte de la responsabilidad es del mexicano, salir del engaño también es suya. Para lograr eso, es necesario que los mexicanos que hoy se encuentran fragmentados por falsos radicalismos, se reconcilien entre sí. Sólo de esa forma, podemos juntos, como semejantes que somos, salir de los engaños, de las mentiras de nuestro México.