Estamos ya en semáforo epidemiológico amarillo. Sin embargo, los vaticinios respecto a los reveses económicos que traerá la pandemia son preocupantes. Pero tal parece que al único que no le apuran es al presidente Andrés Manuel López Obrador que, insiste una y otra vez, que México no padecerá ningún mal en dicho aspecto, pese a los informes, publicaciones y estimaciones de organismos económicos internacionales o de la prensa especializada. No son pocos los llamados que le han hecho expertos para asumir la situación con seriedad. Pero el show continúa a diario, minimizando la crisis que se atisba en el horizonte. Los programas sociales clientelares siguen adelante, sin reparar en el desgaste del erario. A AMLO, lo hemos dicho, sólo le interesa continuar su eterna campaña y figurar en la boleta del 2021, para obtener votos a favor de su partido y sus causas particulares, mientras su administración se encuentra cada vez más en entredicho, bajo una aureola de honestidad abollada y bajo sospecha.
En Oaxaca, la realidad económica es preocupante. Con la entrada en vigor del semáforo naranja, se trataron de normalizar, aún con restricciones, las actividades comerciales. Restaurantes, cafés, hoteles, bares, mercados, etc., abrieron sus puertas. Sin embargo, no hay clientes. Es decir, empleados (as), meseros (as) y demás, siguen prácticamente en las mismas. Si bien es cierto que la movilidad es preocupante por el riesgo de contagios, quienes caminan o deambulan por las calles, no necesariamente son clientes potenciales. Sigue prevaleciendo la modalidad de servicio a domicilio o sólo para llevar. Los hoteles lucen casi desiertos.
La recuperación económica es, pues, incierta y sin que sepamos qué hará el gobierno para evitar un empobrecimiento brutal y progresivo de millones de mexicanos que hoy mismo no tienen trabajo o ingresos para sobrevivir. Muchos cambiaron de actividad, eran empleados de mostrador y ahora son albañiles. Otros, con una profesión universitaria, se han ocupado manejando taxis. Pero tal parece que ello mantiene sin cuidado al gobierno de la llamada Cuarta Transformación, que sigue más empeñado en la rifa del avión presidencial o en enjuiciar a los ex presidentes del país que en recibir asesoría para superar esta crisis que apenas asoma sus tentáculos. La política mexicana se ha convertido en un teatro del absurdo.
Damnificados urgen atención
La región de los Ozolotepec, es una región marginada de la Sierra Sur, perteneciente al distrito de Miahuatlán, que muestra los resabios más brutales de la marginación y el abandono. Hay que ver sólo sus viviendas y caminos para darse cuenta que son los mismos de hace cuarenta años o más. Sin cambios. Salvo la migración de al menos dos décadas pasadas al Norte del país o los Estados Unidos, la gente vive en lo que Fernando Benítez llamó en “Los Indios de México”, regiones de refugio. Zonas altas, frías, casi inaccesibles para los caminos rurales comunes. Gente de trabajo, emprendedora, que tiene que emigrar hacia las fincas cafetaleras durante la pizca del aromático durante meses, pues el resto del año viven de economía de subsistencia, con la siembra de maíz, papa, habas, frutas o el comercio. Aún hay municipios y agencias en donde la gente tiene que caminar largas jornadas a pie para llegar a la carretera y tomar el autobús para acudir a hospitales o vender sus productos como los señalados, en los mercados de Pluma Hidalgo, Pochutla o Miahuatlán.
Esta región, como lo hemos comentado en ocasiones anteriores, padeció los estragos de un sismo de 7.4 grados, el pasado 23 de junio. Viviendas devastadas, caminos destruidos, templos y edificios públicos averiados por el siniestro. Es importante subrayar la ausencia de los representantes del gobierno de la llamada Cuarta Transformación, incluyendo, por supuesto, a David León Romero, hoy cuestionado ex titular de la Coordinación Nacional de Protección Civil del gobierno federal y, sin duda alguna, del presidente Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo –y eso hay que reconocerlo- el gobernador Alejandro Murat estuvo ahí para constatar la grandeza de esta región y las condiciones lamentables en las que vive la gente. Incluso, la presidenta del Sistema Estatal para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), estuvo en la zona para atender emergencias y prioridades.
Pese a ello, hoy la demanda de viviendas y rehabilitación siguen en la agenda pendiente. Han pasado más de dos meses y no se conoce a fondo el balance de las obras para que la gente vuelva a la normalidad. La situación se ha exacerbado con las lluvias intensas de los últimos días, pues no cuentan con caminos decorosos sino viejas vías de herradura. Es necesaria y urgente la atención para aquellos que perdieron sus viviendas, su patrimonio. Saber a ciencia cierta el ejercicio de los recursos que el Fondo Nacional para Desastres Naturales (Fonden), destinados para ese fin.