Aníbal Gómez aprendió a cosechar la sal desde los 15 años, ya el calor intenso del Istmo y lo caliente de las piedras y de la textura rasposa del mismo material se volvieron cotidianos para sus pies descalzos.
Son apenas las 9:00 horas, y aunque no es temporada de trabajo por las lluvias, acude diario al banco de este material en lo que le dan tregua las aguas, porque al intensificarse las lluvias, no podrá ingresar.
Ahora que estamos fuera del tiempo de cosecha, con los pies va uno caminando en el agua para detectar dónde está la sal para sacarla con la pala”, dijo, al salir de donde estaba trabajando con los pies mojados.
Vestido de playera azul y short negro, el hombre de complexión delgada y tez morena dedica sus horas para obtener toneladas del producto para mantener a la familia.
Al lado del agua, las garzas jugaban con el agua salada que reflejaba en algunas partes color rosa y en donde el productor de 50 años se introduce para la extracción que realiza desde hace más de tres décadas.
Sus manos ya están curtidas de la pala, de cargar la carretilla que usa para sacar el producto color blanco y que de eso se mantiene.
Me gusta mucho mi trabajo y más porque es como una tradición que las familias enteras se dediquen a esto”, mencionó.
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El lugar donde está trabajando se rodea de bordes de piedra y tierra que al caminar sobre ellas sin calzado molestan la piel y quema el calor que tiene la piedra y grava.
Algunas personas para cortarle el camino deciden ingresar al agua para avanzar sobre el tramo de lodo y tierra que lleva al otro extremo de la vereda.
A lo lejos, el señor Aníbal se limpia el sudor que le cae sobre el rostro con un trapo que lleva en el hombro para seguir empujando su carretilla que llenó para llevarlo a concentrar y después depositarlo en costales que venderá de manera particular.
Las horas pasan para el hombre que carga en sus hombros el intenso sol y las inclemencias del tiempo.
Don Aníbal es una de las personas que están en los bancos de la sal que en temporada, la extensión de agua se seca y queda encima el material sólido al cual le pasan un rodillo para uniformar y cosechar.
Cientos de personas al igual que Aníbal, viven de este trabajo que realizan en su tierra natal.