Carlos vivió en la Casa Chata, una vecindad cercana al Panteón San Miguel y General desde la cual aprendió la tradición familiar de los Fieles Difuntos, que para él engloba tanto el 1 de noviembre como el 2. De niño iba caminando hasta Huayápam con sus padres para cortar las flores de cempasúchil y cresta de gallo o borla, también recuerda cómo el olor al pan de muerto inundaba las calles del centro de la ciudad de Oaxaca, donde los panaderos (más conocidos como tahoneros) ofrecían el pan en puestos de grandes tablones. Aquello era un tianguis donde vendían los productores de San Antonino Castillo Velasco y de la región. En su hogar y otros, la festividad incluía hacer el mole y el chocolate desde cero y prepararse con los demás alimentos para recibir a los difuntos. Pero todo lo que ha guardado en su memoria quedó reducido a eso: un recuerdo que en casi nada se parece a lo que ha visto en los últimos años en la capital del estado. Menos en el actual.
Las celebraciones de Día de Muertos han cambiado con la comercialización, con la difusión de las tradiciones a través de las redes sociales, los medios, los youtubers o mejor llamados “creadores de contenido”, dice mientras observa cómo junto al Palacio de Gobierno hay un gran arco de metal y flores de cempasúchil donde los turistas se toman la foto y cerca del cual está la basura del desfile hecho la noche anterior, también el plástico picado de morado y naranja que adorna las calles, pero que no se solía usar en sus tiempos. O la estatua de más de cuatro metros que como otras fue hecha para representar la indumentaria tradicional de diversos pueblos en el programa gubernamental de Guelaguetza y ahora está disfrazada de catrina. Ese, un personaje que originalmente era la calavera garbancera con la que José Guadalupe Posada criticaba la pobreza mexicana y la negación de la cultura propia para adoptar la europea, pero que se ha convertido en el símbolo de la muerte y del Día de Muertos del país, y también en uno de los principales productos de las últimas celebraciones en la ciudad.
EL HALLOWEEN OAXAQUEÑO
“Iluminaron el centro como si fuera Halloween”, expresa Carlos, quien considera que antes los clientes eran los extranjeros y ahora son los oaxaqueños los que se están volviendo clientes de ellos, de los menús en inglés que hay en los barrios de Xochimilco y Jalatlaco. “Y viene gente que quiere hacer sus inventos con nuestra comida”, cuenta el que habitó por las calles de Libres y Abasolo, en el barrio de la Virgen del Rosario. Esa zona es ahora parte del centro de la capital, a la que en Día de Muertos —y según estimaciones del gobierno estatal— han llegado más de 72 mil turistas nacionales y extranjeros, estos últimos no sólo del continente americano sino de Europa y Asia. Son los turistas, muchos de ellos extranjeros, los que animados por las tradiciones del estado llegaron para sumarse a la visita de los panteones o las comparsas de la temporada.
ENCANDILA A EXTRANJEROS
Flavia, procedente de Italia, cuenta que quedó muy impresionada con esta celebración de la que sabía que era muy emocionante y profunda, pero que rebasó sus expectativas. Con sus amigos fue a los cementerios donde vio cómo las familias conviven con sus difuntos, algo muy distinto a lo que se vive en su país.
Hasta el sábado, el ofrecimiento de “tours” (recorridos) era constante en torno al zócalo, a través de guías de turistas que ofertaban paquetes en 1,000 y 1,200 pesos y que originalmente eran de 1,500 o más. Transportación, visita a uno de los cementerios, ser parte de alguna comparsa, ver altares, una cena con tamales, pan y chocolate, música en vivo y mezcal “hasta donde gusten” eran lo que se incluía en el paquete por el Día de Muertos.
En los alrededores empezaba nuevamente la instalación de las casi 100 maquillistas conocidas como pinta caritas, a las que el ayuntamiento autorizó ofrecer sus servicios incluso en la zona prohibida para el comercio en vía pública al argumentar que se antepone el derecho al trabajo.
En las calles permanecían las papeleras repletas y bolsas de basura resultado de las fiestas, del desfile de personas disfrazadas a modo de Halloween o de la película del agente 007 James Bond, pero al que la autoridad estatal llamó “mega comparsa”. Antes, aquellas comparsas las organizaban únicamente los barrios mientras las autoridades cumplían con su labor de dar mantenimiento a los panteones y garantizar los servicios a la ciudad, narra Carlos.
CONVIERTEN A LA CIUDAD EN “ESCENOGRAFÍA BARATA”
Para el periodista José Luis Pérez Cruz, la ciudad se ha convertido en una escenografía barata y alejada de lo que realmente era, pues las comparsas ya las hacen las escuelas, oficinas y autoridades, y se han transformado, en ocasiones, para emborracharse mientras su significado y sentido se van perdiendo. Además de que el significado de las tradiciones se ha perdido o deformado.
“Creo que la ‘turistificación’ que está viviendo Oaxaca sí es cierto que está generando empleos o mayores ingresos a los empresarios, pero esos ingresos no se reflejan en los servicios de la ciudad ni en los sueldos de las personas que trabajan en el turismo. Lo más grave es que las autoridades de Turismo y Cultura no ven que el convertir una tradición en un producto turístico está alterando las culturas de Oaxaca, nuestras formas de vida y hábitos”, apunta el periodista cultural y especialista en tradiciones de la ciudad, al señalar cómo las últimas festividades han tomado otro rumbo.
“Hoy veo a la población de Oaxaca más preocupada por maquillarse la cara y disfrutar de esos productos que van destinados a turistas extranjeros y nacionales. Veo a una población que se está olvidando de su raíz y de la esencia de venerar a nuestros difuntos”, subraya sobre el prepararse para la convivencia con los que han partido de este mundo y que a su vez reforzaba los lazos, la tradición, la cohesión social y la convivencia.
Aquella esencia que Carlos describe como el respeto, la alegría por recibirlos, el misticismo que hay en esperar a las almas de niños y adultos, en “llevar los muertos (la ofrenda de esos días a la familia, compadres y amigos se ha perdido). Era reencontrarnos con los que se han ido y con quienes nos encontraremos en definitiva” porque “el secreto de la vida es la muerte”, explica Carlos.
PERVERTIDOS LOS HÁBITOS COSTUMBRISTAS
“Eso ya no sucede en la ciudad de Oaxaca que creo es donde más se han pervertido nuestros hábitos costumbristas y donde hemos sido más frágiles ante los productos turísticos”, agrega José Luis, quien considera que en este proceso han incidido las autoridades por su ignorancia y porque en el afán de “vender lo que se pueda vender” muchos de los productos turísticos “van llenos de fantasías e irrealidades”, pues “se inventan cosas y a los turistas se les engaña”.
Algo similar observa sobre las veladas en panteones de municipios cercanos, en las que reflexiona sobre el papel de las y los turistas para respetar la tradición y no afectar a las familias con sus cámaras y celulares. O el que las familias oaxaqueñas ya no sigan esta tradición por venerar a sus muertos sino lo hagan “por ser fotografiados por los turistas”, así como en el espectáculo de Guelaguetza.