El derrumbe en el túnel falso conocido como “El Tornillo”, ubicado en la súper carretera Mitla–Tehuantepec 190-D, ha puesto en jaque a miles de personas que dependen de esta ruta para el transporte de mercancías y desplazamiento diario en Oaxaca. Desde hace varios días, el hundimiento parcial del túnel mantiene cerrada la circulación en su totalidad, mientras las autoridades trabajan en la planeación de un paso provisional, aún sin fecha de conclusión.
El incidente no es menor: no se trata solo de un obstáculo vial, sino de un símbolo del deterioro estructural, la inestabilidad geológica de la región y las decisiones cuestionables en materia de obras públicas. Esta vía, promovida como una de las más importantes del corredor interoceánico y de la conexión entre el Istmo y el resto del país, ha terminado por convertirse en una promesa truncada.
CONDICIONES CLIMÁTICAS AGRAVAN LA EMERGENCIA
A la fractura en el túnel se suma un enemigo implacable: la naturaleza. Las intensas lluvias registradas en la región han acelerado el deterioro de la estructura, erosionando aún más el terreno y complicando las tareas de remoción de escombros y evaluación de daños.
Según informes preliminares, el área afectada se encuentra en una zona montañosa con alta vulnerabilidad geológica. Lo cual hace que la construcción de nuevas estructuras, así como las reparaciones, deban seguir protocolos estrictos de seguridad y planificación.
UNA VÍA RÁPIDA QUE HOY ESTÁ DETENIDA
Frente al colapso, las autoridades han indicado que no habrá circulación por esta autopista hasta que se construya un paso provisional a un costado del túnel afectado. Mientras tanto, la única ruta alternativa para los viajeros es la Carretera Federal 190 (libre), también conocida como la Panamericana, aunque esta opción presenta múltiples riesgos.
Se han reportado deslaves constantes, tramos severamente dañados y zonas con visibilidad limitada. Lo que obliga a transitar con extrema precaución, especialmente en horarios diurnos. Muchos usuarios han expresado su frustración y temor ante las condiciones precarias de esta vía secundaria, que dista mucho de ser una solución segura.
¿UNA OBRA MAL PLANIFICADA?
La súper carretera Mitla–Tehuantepec fue concebida como parte de los megaproyectos federales que buscaban impulsar el desarrollo económico del sureste mexicano, facilitando la conexión logística entre el Golfo y el Pacífico. Sin embargo, el derrumbe de “El Tornillo” pone en tela de juicio la calidad de los materiales, la supervisión de la obra y la evaluación del terreno realizada antes de su construcción.
Especialistas han señalado en reiteradas ocasiones que construir en zonas sísmicas y de alta pluviosidad requiere tecnologías avanzadas y una gestión rigurosa del riesgo geológico, elementos que, a la luz de lo ocurrido, parecen haber sido ignorados o subestimados.
UNA LECCIÓN QUE NO PODEMOS IGNORAR
El colapso de esta infraestructura no solo ha paralizado una vía rápida; ha expuesto una cadena de decisiones deficientes, una posible falta de mantenimiento preventivo y, sobre todo, una urgente necesidad de replantear cómo y dónde se construyen las grandes obras del país.
Oaxaca es un estado con una geografía compleja y un historial sísmico que exige más que buenas intenciones o megaproyectos sin sustentabilidad. La tierra aquí tiembla, se mueve… y, como lo muestra “El Tornillo”, también se cae.
Este incidente no es solo una noticia local. Es una llamada de atención nacional sobre la fragilidad de nuestra infraestructura y la urgencia de tomar en serio los estudios técnicos, ambientales y sociales antes de inaugurar una obra. Mientras tanto, el tránsito está detenido, la confianza pública erosionada y la montaña, silenciosa, sigue cediendo.