¡Atoleee!…¡Atoleee!… Es Doña Benita Moreno, de 63 años, que ofrece su producto de casa en casa, en calles de la colonia México, de la colonia Linda Vista, perteneciente a la agencia de Santa Rosa Panzacola.
Ella, como muchas madres mexicanas, u oaxaqueñas, no tuvo fiesta el Día de las Madres; o más bien, ninguno de sus hijos le dio un ramo de flores, unos chocolates, un fuerte abrazo, o un simple: ¡te quiero, madre!
Todas las mañanas, Doña Benita, con andar cansado y ropaje humilde, eso sí, con una voz fuerte que ya reconoce el vecindario, carga en cada mano, una cubeta con atole blanco y la otra con champurrado.
“Tengo tres años vendiendo atole; antes y durante muchos años fui lavandera, pero es un trabajo pesado y ahora me dedico a esta actividad. ¿Qué si sale? Sí, gracias a Dios. Sale para llevar el pan y la tortilla a la casa, para media pasarla”.
Son las 11 de la mañana y Doña Benita salió muy temprano de casa para vender su atole. Ella no ha desayunado, lo hará hasta que termine, casi al medio día, mientras tanto, avanza bajo un sol que quema hasta el alma.
Doña Benita cuenta: “Tengo hijos, pero la verdad nadie me festeja en el Día de las Madres. Tengo cuatro hijos, pero una está discapacitada; tiene un retraso psicomotor; nació así. Los otros no vienen a verme, están lejos, prácticamente estoy sola”.
“¿Qué me gustaría que me regalen? Cualquier cosa. Cuando es de buen corazón cualquier cosa es buena, Hoy por ejemplo mis clientes ya me felicitaron, que Dios me guarde para poder seguir trabajando”.
Doña Benita Moreno ha recorrido en toda la mañana las calles de la colonia Linda Vista, Benito Juárez, Santa María y la Cuauhtémoc. Cuando ella grita, ¡atoleee!, los vecinos salen con sus jarras a comprarle el producto. Así ella se gana la vida porque sabe que depende de ella una hija que no puede valerse por sí misma. Para ella, para Doña Benita, el Día de las Madres es un día más en los que hay que trabajar para llevar el pan a casa.