Con la llegada de la primavera, una nueva tradición ha comenzado a arraigarse en diferentes partes del mundo: regalar flores amarillas. Esta práctica, que ha ganado popularidad en los últimos años, tiene su origen en una combinación de elementos culturales y simbólicos.
El gesto de regalar flores amarillas el 21 de marzo se remonta a una canción con el mismo nombre, escrita por María Christina de Giacomi y Carlos Zulisberg Nilson. En la letra de la canción, se narra el deseo de una joven por recibir una flor amarilla, un deseo que finalmente se hace realidad cuando su enamorado le hace entrega de este delicado obsequio.
Aunque esta asociación inicial se relaciona con la trama de la exitosa teleserie argentina “Floricienta”, en la cual la protagonista experimenta diversas situaciones amorosas, el significado trasciende más allá de la ficción televisiva. Si bien la serie contribuyó a popularizar la tradición, el regalar flores amarillas en el equinoccio de primavera ha adquirido un significado propio, independiente de su origen en la pantalla chica.
La primavera, con su explosión de colores y renacimiento de la naturaleza, representa un momento de esperanza y renovación. El amarillo, por su parte, simboliza la alegría, la amistad y la energía positiva, convirtiendo a las flores de este color en un regalo perfecto para celebrar el inicio de una nueva estación y compartir buenos deseos con quienes nos rodean.
Así, el gesto de regalar flores amarillas en el 21 de marzo se ha convertido en una manera de expresar cariño, gratitud y optimismo hacia nuestros seres queridos, marcando el inicio de una temporada llena de luz y color.
Ya sea inspirado por una canción, una serie de televisión o simplemente por el deseo de compartir momentos felices, regalar flores amarillas en el equinoccio de primavera se ha convertido en una hermosa tradición que nos invita a celebrar la vida y la belleza que nos rodea.
