La era de la inmediatez
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Columna

La era de la inmediatez

El hombre durante siglos ha logrado generar sistemas perfectos aun antes de la era de la informática


La era de la inmediatez | El Imparcial de Oaxaca

Todo, cada uno de tus movimientos puede ser convertido en un dato. ¿Cuánto tiempo tardarás en llegar de tu casa a tu escuela y cuál es la ruta más corta y el mejor medio para recorrerla? ¿Qué cantidad de luz entra por tu ventana a las 7:30 horas en un día de verano? ¿Cuánta azúcar consumes con el primer bocado de una dona y cómo la procesa tu cuerpo?

Todo el tiempo, desde el primer minuto del día en que estás despierto y, por supuesto, cada segundo que pasas dormido, produces datos o, mejor dicho, información que es susceptible de ser convertida en un dato si se mide. ¿Por qué medirla? La respuesta, según la ciencia, es simple y se basa en la premisa del físico y matemático británico William Thomson Kelvin: “Lo que no se define no se puede medir. Lo que no se mide, no se puede mejorar. Lo que no se mejora, se degrada siempre”.

Simple ¿no? Mejorar. ¿De verdad necesito saber con exactitud cuánto tiempo voy a tardar en recorrer de A a B o es suficiente con que salga de mi casa con tiempo suficiente para estar puntualmente en mi destino deseado? Otra forma de plantearlo. ¿Qué hacía la gente antes de que existiera Google Maps, cuando no se le podía preguntar a un teléfono cuál es el tiempo estimado de mi recorrido? Las personas se alistaban, sabían cuántas calles debían caminar, cuánto tardaba en pasar el autobús, preveían contratiempos y después simplemente salían. La experiencia y la acción propia sobre el tiempo eran los elementos fundamentales para llevar a cabo una tarea.

Hoy eso queda relegado, nada es más importante que la exactitud “informática”, nadie, ni el abuelo ni el chofer me podrán decir cuánto tiempo requiero porque ya “lo sé” con una aplicación. No importa si no conozco las calles, si es la primera vez que las recorro, “sé” cuánto tardaré porque hay una computadora que me lo dice. Detrás de este uso de la tecnología subyace una premisa vital: nada es más real que lo virtual. Nada es más exacto que lo que midió la computadora.

El hombre durante siglos ha logrado generar sistemas perfectos aun antes de la era de la informática, desde los canales de riego y transporte de los aztecas, las redes de tren europeas o los sistemas agrícolas chinos, sin embargo, hoy, las tecnologías de la información prometen esta perfección tecnológica, que se basa más que en el discurrir del tiempo, en la inmediatez.

Antes de que existiera el tren, escribe Alessandro Baricco en “Tierras de cristal”, los hombres “nunca habían necesitado aquella gaita del reloj. Nunca. Porque no existía el tren. Viajar de aquí para allá era algo tan lento y destartalado y casual, que de todos modos el tiempo se perdía sin que nadie soñara con oponer resistencia… el tren no era gran cosa, no era nada más que una máquina, máquina que no producía fuerza, sino algo conceptualmente difuso, algo que no existía: velocidad”.

La velocidad, que es un concepto que implica distancias, el ir de un punto a otro, queda disuelta, y con ella la experiencia humana, en lo inmediato. En lo inmediato no hay de A a B, hay un ahora, un segundo o una fracción. Sin duda el mundo de los datos, de las mediciones inmediatas, el mundo que se puede conocer en tan solo un segundo con un teléfono cuenta con mucha más información disponible “para tomar decisiones”, pero quién puede leer esa ingente cantidad de datos generada sin nuestra intervención por máquinas que no sabemos si quiera cómo funcionan con precisión. La investigadora española Soraya Paniagua destaca cómo un dispositivo inteligente, como un iPhone, tiene más poder de computación del que tenía la NASA cuando puso el primer hombre sobre la Luna. ¿Significa que todo aquel que tenga un teléfono como éste debiera saber cómo obtener la información necesaria para enviar a un hombre a la estratósfera? Debiera, pero ¿lo sabe?


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