Este 17 de julio, Francisco Toledo cumpliría 84 años. Aunque nacido en la Ciudad de México en 1940, fue en Juchitán, Oaxaca, donde arraigó sus orígenes zapotecas, influenciando profundamente su vasta producción artística. Con su reciente fallecimiento el 5 de septiembre del 2019 en la Ciudad de Oaxaca, Toledo dejó un vacío palpable en el corazón cultural de su Estado natal.
ARTISTA PROLÍFICO
Toledo se erigió junto a la tríada de grandes maestros oaxaqueños que lo precedieron: Rufino Tamayo, y los Rodolfos Nieto y Morales. Juntos, estos cuatro luminarios dieron vida a lo que sería conocido como la Escuela Oaxaqueña de Pintura, un movimiento artístico bautizado así por el poeta y ensayista Andrés Henestrosa, también oriundo de la región del Istmo.
Autor prolífico de bestiarios y confabulaciones pictóricas que oscilaban entre el sueño y el erotismo, Toledo se distinguió por su inagotable imaginación mitológica, impregnada de elementos naturales y relatos indígenas. Este enfoque no solo le aseguró un lugar en los círculos surrealistas de París en la década de 1960, sino que también lo destacó como una figura singular en el panorama artístico internacional.
UN LEGADO ARTÍSTICO INCOMPARABLE
Cuauhtémoc Medina, crítico de arte, reflexionó sobre la vida y obra de Toledo, destacando su travesía desde la Ciudad de México hasta París, donde sus imágenes cargadas de erotismo y su enfoque mítico capturaron la atención de figuras como Octavio Paz y André Pierre de Mandiargues. Medina resalta que la figuración de Toledo no solo desafió las corrientes europeas dominantes de su tiempo, sino que también ofreció una alternativa al arte político estetizado de los años setenta, mediante una factura visual que combinaba texturas delirantes y una imaginación pansexual única en el arte moderno.
HOMENAJES Y LEGADO CULTURAL
En memoria de Toledo, diversos espacios culturales que él ayudó a fundar han organizado actividades para recordar su legado y su impacto en la cultura oaxaqueña, mexicana y global. Su presencia cotidiana en las calles de Oaxaca, siempre vestido con huaraches y desfajado, con su característica melena y barba canas alborotadas, fue un emblema de su compromiso con su comunidad y su arte.
La muerte de Francisco Toledo sigue siendo una pérdida sentida profundamente por su estado natal y más allá. Su capacidad para fusionar lo ancestral con lo contemporáneo, lo mitológico con lo personal, asegura que su influencia perdurará en generaciones venideras, inspirando tanto a artistas emergentes como a admiradores de la belleza intrínseca de la cultura zapoteca.
Finalmente, Francisco Toledo, más que un artista, fue un guardián del legado cultural oaxaqueño, cuya obra continúa iluminando el camino hacia un entendimiento más profundo y respetuoso de la riqueza cultural de México y más allá.