Josué Luna, originario de Oaxaca y egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM, filmó un cortometraje sobre la actividad artística que realizan en su comunidad, Magdalena Apasco, ubicada en la zona de los valles centrales perteneciente a los zapotecas. Lo tituló “Tierra de Canteros”.
A raíz del encierro por el confinamiento de la enfermedad del COVID-19, el joven junto con su mejor amigo decidieron contar la historia de los artesanos de su comunidad, quienes extraen piedra amarilla de las peñas cercanas al pueblo y la esculpen.
Orgulloso de su origen, Josué cuenta que se trata de una comunidad con aproximadamente dos mil 600 habitantes y que en su mayoría se dedican a esta actividad. Así, crean con su imaginación figuras, losetas e incluso ponen pisos.
Es el único sitio del país dedicado a la extracción de piedra amarilla. Para lograr la tarea, dinamitan la zona y luego la extraen para trabajarla. Todos aprenden esta actividad desde muy pequeños, siendo enseñados por sus padres; el conocimiento se ha transmitido de generación en generación.
En los talleres, que los hay de todos tamaños (desde muy pequeños hasta muy grandes), crean desde figuras miniaturas hasta esculturas de 23 metros de altura. Algunos las esculpen a mano con martillo y cincel, mientras otros utilizan grandes máquinas.
Es en el mes de julio cuando celebran la Feria de la Cantera y muestran todas sus obras; las llevan a otros estados e incluso a otros países. Uno de los ejemplos más característicos es el centro histórico de Oaxaca, conocido como La Verde Antequera, que fue extraído de dicha comunidad y que en ese entonces era verde.
Josué aprendió también este arte cuando cursaba la primaria, creando cuadritos que le pagaban a 5 pesos. Actualmente, quiso difundir su cultura para que todos en México conozcan su labor.
El documental dura 20 minutos y explica todo el proceso, desde que extraen la piedra hasta que se convierte en una figura. Su objetivo es difundirlo a nivel internacional para que el mundo sepa que existe esta comunidad con sus artesanos y sus creaciones. En la historia también cuentan que la mayoría de la población son músicos desde muy pequeños.
Al llegar a la Ciudad de México
Desde muy pequeño, Josué soñó con estudiar en la UNAM; su tía fue quien lo guio con esta idea, ya que ella tuvo el mismo sueño pero no lo logró por situaciones económicas. Así se conformó con estudiar medicina en la Universidad Autónoma de Oaxaca.
Josué lo logró, pero no le fue tan fácil ingresar; realizó su examen cuatro veces y, después de dos años, finalmente cumplió su meta y se incorporó a la carrera de Relaciones Internacionales en la FCPyS. Así cumplió su sueño junto con el de su tía.
El reto más grande fue pasar el examen, pero después vendrían otros: dejar a su familia, vivir en una ciudad desconocida y pagar una renta para alcanzar sus sueños.
Sin embargo, no todo fue difícil; la UNAM le abrió las puertas a un mundo cultural, científico y educativo, además le brindó una beca a través del Programa Universitario de Estudios de la Diversidad Cultural e Interculturalidad (PUIC).
El primer día que llegó a México fue acompañado de su mamá. Él pensó que en un día encontraría un cuarto en renta con los mismos precios de su ciudad natal (entre 800 con baño compartido hasta dos mil pesos con baño individual), pero no encontraron algo que se adaptara a sus necesidades.
Su mamá, que es muy católica, decidió llevarlo a La Villa y, después de rezarle a la Virgen para que lo cuidara, le dio la bendición y lo dejó solo en la gran ciudad. Ella pensaba que la Virgen le ayudaría y lo cuidaría.
Aunque Josué tenía miedo de encontrarse en una ciudad enorme y desconocida, tomó valor y buscó en internet; así encontró un hostal muy económico ubicado en Coyoacán. Más tarde logró encontrar un cuarto cerca de la Ciudad Universitaria, pero resultó que el colchón tenía chinches.
En su comunidad estaba acostumbrado a usar sus huaraches y, en la Ciudad de México, no fue la excepción. Sin embargo, la gente lo insultó y le llamaban indio. A Josué no le importó y, orgulloso de su origen, continuó sus estudios.
Y la amistad llegó
Un día, Josué estaba con un amigo del PUIC en un bar y escuchó que alguien puso Banda. Con curiosidad, se acercó para ver quién era, porque en esta ciudad todos escuchan reguetón pero a nadie le gusta ese género, y es justo la música que le gusta a Josué.
Descubrió que se trataba de un estudiante de arquitectura de la UNAM, quien estaba destinado a ser su mejor amigo durante su estancia en la Universidad.
Más tarde, le contó que andaba buscando un cuarto porque donde rentaba había chinches, y su nuevo amigo lo invitó a vivir a su casa, donde tenía un espacio disponible.
“No te preocupes por la renta”, le dijo su amigo. Desde entonces, se volvió parte de la familia; la mamá de su mejor amigo siempre le daba de desayunar, comer y cenar. Además, todos los lunes le ponía un sándwich, yogur y fruta.
Orgullo UNAM
A decir de Josué, la UNAM le brindó las herramientas para realizar el documental “Tierra de canteros” y aprender sobre su cultura y otras más. A través del Programa Universitario de Estudios de la Diversidad Cultural e Interculturalidad, también conoció a otros jóvenes de diferentes estados y culturas que se volvieron sus amigos.
Josué, como todos los jóvenes que conoció en el PUIC, se sienten muy orgullosos de su origen.