Seminario de Cultura Mexicana: Música para laúd barroco
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Seminario de Cultura Mexicana: Música para laúd barroco

El ciclo de obras para laúd posee la cualidad de ser una admirable síntesis de las formas instrumentales


Foto: internet // Música para laúd barroco
Foto: internet // Música para laúd barroco

A diferencia de otros ciclos en el catálogo de Johann Sebastián Bach, aquel de las siete obras que hoy conocemos para laúd, que van del BWV 995 al BWV 1000 (más el agregado del BWV 1006ª), constituyen un ensamble cuyo origen y destino nunca ha sido claro. Tres de las siete piezas existen para otro instrumento, la suite en sol menor BWV 995 es la BWV 1011 para violoncelo; la fuga en sol menor BWV 1000 es la BWV 539, en re menor, para órgano y la de la sonata BWV 1001 para violín; y la suite en mi mayor BWV 1006ª es una transcripción de la partita BWV 1006 para violín solo, cuyo preludio existe como la sinfonía con órgano y orquesta de la cantata BWV 29 y en re mayor de la sinfonía BWV 120a. El preludio en do menor BWV 999 es parte de una serie de pequeños preludios para clave, copiados por Johann Peter Kellner, quien lo intituló Preludio para laúd de Johann Sebastian Bach. Incluso el preludio, fuga y allegro en mi bemol mayor BWV 998, que es una obra original con un manuscrito autógrafo, tiene de mano de Bach el doble destino para el laúd y el clave.

El ciclo de obras para laúd posee la cualidad de ser una admirable síntesis de las formas instrumentales: una recolección de posibilidades con su variedad de danzas y movimientos, así como la forma de articularlos.

 

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El manuscrito de la suite en do menor BWV 995 podemos datarlo entre 1727 y 1731 y corresponde compás por compás a la BWV 1011, es decir la quinta suite del ciclo para violonchelo, escrita en el periodo de Cöthen, entre 1717 y 1723. A diferencia de la BWV 996 y 997, y de las seis suites para violonchelo solo, esta obra sí posee un manuscrito autógrafo, que se encuentra en la Biblioteca Real de Bélgica en Bruselas.

En la última, la BWV 1006, encontramos juntas tres danzas cortesanas: una gavotte en rondeau, un menuet y una bourée. En lugar de allemanda o sarabanda hay una loure que es como una gigue lenta y solemne. Cierto es que al final hay, como en muchas de las suites, una gigue que es una danza vigorosa y poco aristocrática; pero el movimiento más brillante, complejo y vital es el preludio, una especie de moto perpetuo que expone las cualidades de un instrumentista virtuoso.

Toda esta música que viaja entre el lautenwerke, el clave, el laúd, el violoncelo y el violín, que va de la suite a la sonata, del contrapunto a la danza, nos hace pensar que hay una belleza en esa pluralidad instrumental. Y es a partir de ese universo contrastado que esta integral se concibe con cuatro instrumentos diferentes y en manos de intérpretes que abordan con distinta musicalidad cada suite, llevando de regreso a la cuerda pulsada, el teclado, el violonchelo o el violín la ambigüedad e incertidumbre de este repertorio, donde no hay una aceptación anticipada por el autor o la obra, donde todo es posible, único punto de partida de nuestra tradición musical, en el esfuerzo inevitable y necesario de volver contemporánea la unidad que Bach pensó diversa”.

 

 

Mtro. Mario L. Palacios C.

Corresponsalía Ing. Alberto Bustamante Vasconcelos


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