El olvido o la ignorancia; los oaxaqueños y su historia
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El olvido o la ignorancia; los oaxaqueños y su historia

La mayoría de los oaxaqueños “se han olvidado o no les han inculcado o nunca recibieron lecciones de civismo”, y que por ende dejan de interesarse en la historia o geografía local: Jorge Bueno


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En los exámenes de primarias o secundarias, hay preguntas como: ¿quién fue el primer presidente de México? o ¿quiénes son los héroes de la Independencia? También están los “test” o “quizzes” de revistas y portales donde al hablar de la historia del país hay interrogantes arecidas. Si no se responde correctamente, quizá se tenga una buena nota o se repruebe. Pero el olvido no siempre es la razón por la que alguien no acierte con las respuestas, ni estas las únicas preguntas que se pueden hacer para conocer la historia. Hay quien dice que “no se puede olvidar lo que no conoces”.

 

Los mexicanos, específicamente los oaxaqueños, ¿han olvidado su historia? ¿Han puesto en un rincón muy remoto de su memoria a personajes del pasado o incluso a los actuales que han dejado huellas en la historia?

—La trágica realidad es que no se trata del verbo olvidar, sino ignorar.

Leonardo da Jandra es escritor y filósofo mexicano nacido en Chiapas, en 1951 (según la propia biografía de su blog), en el estado donde el 1 de enero de 1994 se levantó en armas el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Es autor de Filosofía para desencantados e impulsor de las Jornadas Vasconcelianas (una iniciativa que en una década ha promovido talleres, proyecciones de películas, conferencias, entre otras actividades para estudiantes de unas 100 escuelas en el estado).

—Lo que percibo es no tanto un problema de los jóvenes, sino del equipo magisterial. (Los profesores) no le enseñan lo que ellos ignoran, entonces cuando les preguntas a los jóvenes por un tipo de referente no tienen idea de quién fue José Vasconcelos y mucho menos Rufino Tamayo, menos vamos a hablar del padre (José Antonio) Gay (Castañeda), ni siquiera conocen quién fue Chuy Rasgado.

Eso no pasa si les preguntas quién es Giovanni dos Santos, el Chicharito, Messi (todos del futbol) o artistas pop de la cultura norteamericana, agrega da Jandra, quien atribuye esa ignorancia a la educación que se imparte. “Eso es, desde mi perspectiva y experiencia, la verdadera tragedia de la identidad mexicana y, por supuesto, la oaxaqueña”.

 

En 2010, el gobierno federal encabezado entonces por Felipe Calderón Hinojosa, organizó una serie de “festejos” por el bicentenario del inicio de la Independencia y del de la Revolución Mexicana. Hubo publicaciones, conciertos, desfiles, emisión de monedas conmemorativas, incluso ocho rutas turísticas (una de ellas incluyó a la ciudad de Oaxaca). Pero a casi una década de ello, el cronista de Oaxaca de Juárez, Jorge Bueno Sánchez, dice que lo que falta en la capital son nomenclaturas con las que visitantes, investigadores o cualquier habitante sepa qué pasó en cierto lugar.

Bueno Sánchez es cronista de la ciudad desde agosto de 2016, pero por varios años se ha vinculado con la historia de su ciudad y estado. Por eso observa que la mayoría de los oaxaqueños “se han olvidado o no les han inculcado o nunca recibieron lecciones de civismo”, y que por ende dejan de interesarse en la historia o geografía local. Como Da Jandra, piensa que se debe a la educación, a las modificaciones iniciadas con la reforma de 1973 (empujada por el entonces secretario de Educación Pública, el oaxaqueño Víctor Bravo Ahuja).

“Don Víctor hace una reforma educativa profunda, considerando que el razonamiento, que la técnica, eran necesarias, que ya no tenía valor curricular la literatura, que ya no era indispensable la parte humanística en la formación de los bachilleres”.

Para él, eso ha dado lugar a varias generaciones de escolares inmersos en lo técnico y un conocimiento al estilo americano. “Todo americano especializado en mercadotecnia, si le preguntas qué es mercadotecnia, te lo contesta, pero si le preguntas dónde está Guatemala, no sabe. Desconoce totalmente la historia, las humanidades”.

Ese desinterés por la historia lo ha notado en Oaxaca. Basta, dice, preguntar a alguien de la capital si conoce a los personajes de la Calzada de la República (integrada por 19 estatuas, una de ellas desaparecida, de personajes ilustres de varios estados del país).

“Si hiciéramos un recorrido con la ciudadanía, seguramente atinaríamos a decir el nombre de cuatro o cinco personajes, los demás resultan totalmente desconocidos”. Eso se liga a que “hoy en día, la mayoría de jóvenes no tienen ningún interés por saber, creen que el saber no tiene valor, creen que es algo curricular. El saber es entender a dónde te diriges, por qué estás en ese momento en el sitio en que estás, qué es lo que quieres, hacia dónde quieres ir”.

 

Silvino Villarreal, del Centro Educativo y Desarrollo Social de la Sección 22 del magisterio oaxaqueño, coincide con Bueno Sánchez cuando se toma como una causa del desconocimiento a las reformas que relegaron la historia y otras asignaturas para ponderar las matemáticas, las ciencias o la del área de lenguas. Sin embargo, explica que siempre se vio muy poco de la historia local y que cuando se volvió, en 1993, a la historia, geografía y formación cívica, entidades como Oaxaca no tuvieron necesariamente lo contado desde aquí por sus habitantes o investigadores.

“Hablamos de 1993 al 2006, en que se le dio una importancia al conocimiento de la historia”. Pero a eso siguieron cambios en la educación básica que prácticamente han dejado relegada a esta área. “Ha sido de casi nada a nada”, subraya. Para Villarreal, en el sistema de educación se ha dado mayor importancia a lenguajes y matemáticas, y eso se acentuó más desde el gobierno de Vicente Fox, pues a partir de entonces se comenzó a trabajar en un enfoque de competencias, con evaluaciones que coinciden con las internacionales.

Sin embargo, señala que en la juventud también hay desinterés o rechazo generalizado hacia la historia, lo que se debe a que esta se suele asociar con la memorización de datos Asimismo, porque se ha tenido una visión de “historia rampa”, en la que se piensa que lo que ocurrió después de cada episodio “clave” es mejor o una evolución de lo que le antecede.

A ello se suma la falta de inclusión de lo local (Oaxaca, en este caso), que no suele aparecer en los libros. “La historia tiene una carga ideológica”, argumenta, por ello difícilmente se ve a las mujeres en los libros de historia del país o historias de resistencias. Junto a eso, el programa de estudios no siempre se concluye en el ciclo escolar, explica.

 

En la música, es difícil que los oaxaqueños ignoren a sus intérpretes o compositores, piensa Lilí Urbieta, directora de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO).

En otras áreas, es posible y es lógico, externa. Pero, ¿a qué se debe ese desconocimiento? Ella cree que tal vez porque “no hay un contexto histórico en el que la misma comunidad se involucre”. Es decir, no se le hace parte de este devenir.

Gammaliel Robles, fundador de Archivo Sonoro de Oaxaca, considera otras razones, como la inexistencia de información o el difícil acceso a ella. No hay, ahonda, un acervo; al menos no el suficiente en el caso de los cantautores, bandas, intérpretes y demás actores de la memoria sonora y musical de la entidad.

No se trata de olvido, sino de falta de interés en conservar ese material. “A los músicos y bandas lo que les interesa es editar su material y distribuirlo, pero no hay una institución que al ver algo publicado lo ingrese a un archivo y se investigue dónde y cuándo se grabó, qué instrumentos se escuchan en este disco, los músicos, los compositores que participan”. Robles explica que, pasados 10 o 15 años, será difícil conseguir ese disco o archivo, tal como ha ocurrido con lo grabado en los primeros años del 2000.

“El Archivo Sonoro surge porque no había información sobre los primeros fonogramas que se grabaron en Oaxaca, no existe tampoco música en internet o en las instituciones que nos permitiera conocer cronológicamente a estos músicos o a estos fonogramas”.

Así le pasó cuando buscó datos sobre la cantante Lina Medina. Ahora ya hay, aclara, pues la intención en conocerla y hacerle un homenaje impulsó la difusión de algunos datos de ella.

Ignorar que existieron ciertos personajes (como los de las artes) y no otros (por lo general sí se sabe de los que participaron en movimientos revolucionarios), es común, expone Graciela Fabián, del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM). Y eso se debe a que “la historia escolar se ha concentrado en eso, en unos pocos personajes y le ha dado poca vista a la vida de todas las personas en la historia” (es decir, a músicos, campesinos, obreros u otros sectores de la sociedad).

El cineasta Iván Ávila Dueñas dice que el que la gente no conozca o no consuma lo hecho por sus artistas es una constante. Para comprobarlo propone preguntar a alguien, ¿cuántos escritores contemporáneos vivos ha leído?

Si en Oaxaca se preguntara el nombre de 10 artistas plásticos mexicanos contemporáneos vivos, quizá sí se puedan citar, pues es parte de una tradición muy fuerte. Pero esa respuesta no se daría en Zacatecas, agrega.

“Esa parte de la comunicación artista-público sucede en todas partes y es preocupante, pero tiene que ver con el nivel de educación. Si la persona está preocupada por sobrevivir, muy difícilmente está pensando en tener un proceso de alimentación espiritual”.

A veces, la presencia de los artistas —músicos, pintores u otros— se relaciona con su desapego a la vida pública o el concentrarse en un ámbito. Mario Carrillo Incháustegui, hijo del fallecido cantautor Álvaro Carrillo, cuenta que del tema Sabor a mí hay al menos 36 versiones, y que este y unos cuanto más son los que se asocian al oriundo de San Juan Cacahuatepec (2 de diciembre de 1919) y creador de más de 500 canciones.

Hace unos meses, Carrillo Incháustegui decía que la popularidad y conocimiento sobre un artista dependen de sus facetas, incursiones o permanencia. “Si yo te digo El Buki, si te digo Armando Manzanero, si te digo Juan Gabriel, José Alfredo Jiménez, los ubicas rápido, ¿no?, porque sus imágenes siguen perdurando en la mente, pero mi papá no, él no salió en películas, cosa que Agustín Lara, Cuco Sánchez y José Alfredo Jiménez, sí”.

De Álvaro Carrillo hay pocos videos, explica Mario, quien a la falta de presencia del autor en producciones audiovisuales suma su muerte temprana.

Hace unas semanas, en la capital del estado se rindió un homenaje a Macedonio Alcalá, compositor de Dios nunca muere (el vals considerado un himno de Oaxaca)

Eduardo Villegas Megías, coordinador de Memoria Histórica y Cultural de México (el organismo creado en esta administración federal para “la preservación, cuidado y digitalización del patrimonio histórico, artístico y documental de nuestro país”), mencionaba que hay muy poca información del autor o parte de la que hay carece de sustento. También, que se ha invisibilizado o excluido a parte de la sociedad, especialmente a la ligada al campo o a los pueblos originarios.

“Lo cierto es que como el caso de Macedonio Alcalá, cuyo nombre llega a nosotros por azares del destino, seguramente, en la historia también se han diluido una cantidad infame de talentos desperdiciados, que han quedado en el olvido”.

Caso especial es el de las mujeres, que la periodista Soledad Jarquín Édgar ha retomado desde el periodismo, con los libros Mujeres de Oaxaca, cada mujer debe contar su historia, y La otra mirada, periodismo de género en Oaxaca. La fundadora del suplemento Las caracolas desarrolló el primer libro basado en la hipótesis de que “las mujeres, sus nombres y hechos han sido borrados o disminuidos, como si no hubieran existido”. Y lo confirmó, explica; por ello la serie de biografías que hablan de las oaxaqueñas en la época prehispánica, la Conquista, la Colonia, la Independencia, la Reforma, la Revolución y las décadas más recientes del siglo XX y del XXI.


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