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TRANSPARENCIAS

Ambición histórica

Días antes de su toma de posesión, como presidente de los Estados Unidos por segunda ocasión, Donald Trump ha iniciado una serie de declaraciones sobre agregar territorio a su país planteando comprar Groenlandia, anexar a Canadá como el estado 51 y su deseo de recuperar el Canal de Panamá.

Es cierto que los Estados Unidos siempre han tenido hambre de expandirse territorialmente, es decir esto no es nuevo, en realidad es una inclinación que está en los genes gringos, el oírlo de boca de Trump ha vuelto a encender los debates internacionales en las últimas semanas.

Con respecto al Canal de Panamá, Trump no ha mencionado explícitamente la posibilidad de una intervención militar, sin embargo, señaló en una conferencia de prensa que no descarta la presencia de fuerzas armadas en caso de ser necesario.

O sea, no, pero sí hay una amenaza latente.

El interés mostrado por Trump sobre Panamá surge en un momento en el que se cumplen 25 años de autonomía tras la transferencia del Canal a Panamá en 1999.

Por su parte, el presidente de Panamá, José Raúl Muliño ha respondido a lo dicho por Trump señalando que “cada metro cuadrado del Canal de Panamá y su zona adyacente, es de Panamá y lo seguirá siendo”, enfatizando que la soberanía del país sobre el canal es “irreversible”.

No puede negarse que el Canal de Panamá sigue siendo una de las infraestructuras más estratégicas del mundo. De acuerdo con la Autoridad del Canal de Panamá (ACP), casi el 73% de los barcos que transitan por el canal tienen como destino u origen puertos estadounidenses, y aproximadamente el 40% del tráfico de contenedores de Estados Unidos depende de esta vía. Además, el Canal genera ingresos anuales superiores a los 2,500 millones de dólares para Panamá, consolidándolo como una de las principales fuentes de divisas del país.

En términos geopolíticos, el Canal conecta continentes y mercados clave. Su importancia ha atraído el interés de otras potencias, como China, que ha incrementado su inversión en proyectos de infraestructura en la región. Esto ha generado tensiones con Estados Unidos, que percibe al Canal como un activo estratégico indispensable para su seguridad nacional y su liderazgo económico global. Este interés no es casual: el Canal actúa como un punto de convergencia para los flujos comerciales más importantes del mundo. De hecho, el comercio que pasa por el Canal no solo conecta mercados, sino que también configura relaciones de poder a nivel global.

En realidad, el Canal es autónomo de cualquier potencia —incluyendo la estadounidense— y si hay presencia China es porque forman parte de su población desde hace mucho tiempo. China no es un actor nuevo en Panamá; su presencia tiene más de 150 años en la región.

Sin embargo, tampoco es mentira que los vínculos comerciales con China han ganado mayor visibilidad, generando nuevas dinámicas de comercio, que los Estados Unidos observan con cautela.

Asimismo, la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) afirma que en 2023 más de 14,000 barcos transitaron por el canal, representando alrededor del 6% del comercio marítimo global. En este tráfico, se incluyen productos esenciales como petróleo, gas natural, granos y bienes manufacturados, que son cruciales para economías como la de Estados Unidos.

Por otra parte, el futuro del Canal de Panamá enfrenta retos ineludibles, marcados tanto por los efectos del cambio climático como por la presión de actores internacionales que ven en esta infraestructura un recurso estratégico indispensable.

Especialistas han advertido que los recursos que sostienen al Canal de Panamá, como el agua, no son infinitos y que su operación debe adaptarse a las realidades del entorno natural. Sin embargo, estas adaptaciones no deben hacerse a costa de las comunidades locales.

Ambientalistas cuestionan la visión predominante en las decisiones clave, destacando que la ampliación de lagos y reservorios en el lado occidental genera conflictos con comunidades originarias y campesinas que dependen del río Indio para su subsistencia.

Estas poblaciones, históricamente invisibilizadas, no solo enfrentan sacrificios en nombre del desarrollo, sino que también reclaman ser incluidas como actores fundamentales en la construcción de soluciones sostenibles.

En este contexto, la gestión del Canal deberá equilibrar los intereses globales con la responsabilidad social y ambiental.

En última instancia, el éxito del Canal dependerá de decisiones audaces y sostenibles que garanticen no solo su viabilidad económica, sino también su capacidad para contribuir al bienestar de las comunidades panameñas y a la protección del medio ambiente. Más allá de la seguridad territorial del gobierno panameño sobre el Canal, ante las amenazas de Trump, la región y el mundo entero deben estar atentos a las acciones de un presidente que en realidad no tiene nada que perder.

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