En los últimos meses, la población y los gobiernos de grandes destinos turísticos a nivel mundial han estado dando de qué hablar y no precisamente por presumir los resultados e ingresos obtenidos por el arribo de oleadas de personas a sus ciudades, sino porque justamente parece que están poniendo sus miradas en sentido opuesto.
Barcelona en determinó que para 2029 ya no serán aceptados los llamados pisos turísticos, es decir, esta nueva modalidad de arrendamiento para estancias cortas, como Airbnb.
Esa determinación va en línea con aquella ya tomada por Nueva York, que de plano acotó tanto las reglas para poder contar con un alquiler de Airbnb, haciendo casi imposible que las personas puedan cumplir con los estrictos requerimientos para subir de manera regular un anuncio en la plataforma.
También se está evaluando la estrategia de exigir más y mayores impuestos a las y los visitantes. Esa es la estrategia está siendo implementada por Venecia, quien cobra 5 euros para entrar a su jurisdicción. Portugal, Bali, Gracia, Indonesia… cada vez más países y destinos están tasando nuevos conceptos a raíz del boom turístico.
Más recientemente el gobierno japonés anunció que está evaluando medidas para detener el exponencial incremento de turistas que en tan solo un año pasó de 3 millones a 25 millones.
Y es que existen ciudades en los que existen más turistas que habitantes, e incluso no llegando a esos extremos, establecer una vocación turística en cualquier lugar exige mucho de ese espacio tanto en recursos naturales, como en infraestructura y servicios.
En consecuencia, aunque se puede ver una mejora en los indicadores económicos, la realidad para la población local y los gobiernos ante el éxito turístico es el desplazamiento de las poblaciones locales, el encarecimiento de la vivienda y del costo de vida, la escasez de agua, el incremento de contaminación y el degaste de la infraestructura.
Parece ser que después de la pandemia se exacerbó el deseo de viajar y conocer los más variados destinos turísticos, lo que ha puesto en manifiesto la crisis que esta industria implica para las poblaciones y espacios visitados.
En este mes de la Guelaguetza, Oaxaca se inunda de visitantes, quienes ahora también llegarán aún más fácilmente a través de la nueva carretera a la Costa. Quizá sea un buen momento para realizar los diagnósticos necesarios para iniciar el trazo de políticas públicas que efectivamente mitiguen los efetos adversos del boom turístico del estado, tomando en consideración las experiencias a nivel global para tratar de atajar la masificación del turismo.
No se trata de ir contra el desarrollo económico, pero sí en privilegiar que los beneficios de cualquier tipo de actividad de esta índole sean sostenibles y para las y los oaxaqueños.
@GalateaSwanson