Mientras AMLO daba su informe
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Sin cuentos chinos

Mientras AMLO daba su informe

 


Sonó el teléfono, contestó mi mamá. Era mi abuela. Estaba asustada, nerviosa; acababan de entrar a robar a su casa. Había salido a sacar dinero al banco, como cada martes. Los ladrones claramente lo sabían. Cosas tiradas, cajones desacomodados, y la base vacía de lo que hasta ese día, había sido su fiel compañero de cuarentena: su televisión. Mi mamá y mis tías fueron a verla, estaba exaltada, y no es para menos. Mi abuela enviudó hace cuatro años, la gente que allanó el lugar tiene perfectamente estudiados sus movimientos y cabe señalar, esta es la segunda vez que esto sucede.

“Uy sí señora, hay una banda que ha robado ya varias casas de la colonia, tenga cuidado” le contestaron las autoridades. Y como es de esperarse, el desenlace de esta historia no es diferente a la del 94% de delitos denunciados en el país: impunidad.

A unos 400 kilómetros de la capital, en San Luis Potosí, una familia pedía justicia para su pequeña de 5 años, Lya, quien aseguran, fue víctima de abuso sexual por parte de uno de sus docentes de Kínder. Según explica la madre, ya han pasado tres años desde que Lya fue abusada, pero fue hasta este primero de septiembre, que yo me topé con este desesperado -y totalmente necesario- grito de ayuda en redes sociales.

Ni los medios locales ni las autoridades le han dado a este caso la importancia que merece. De ahí que la familia de Lya esté en esta lucha encarecida por movilizar y sensibilizar a la gente fuera de las fronteras potosinas, y ver si esto llega a oídos de alguien que les dé una respuesta para sedar -aunque sea por un instante- todo su dolor. 

Adicional a esto están los hospitales, donde el tiempo jamás detiene; y vaya que el martes no lo hizo. El pasado primero de septiembre se registró el mayor número de muertes y contagios por Covid-19 de la semana, 827 y 6 mil 476, respectivamente. Pero también, ese día había personas que morían por otras causas, por ejemplo, que los hospitales públicos estaban -y están- saturados. Y de pronto, se volvieron parte de ese 60% que en los últimos cuatro meses, ha pecado de creer en el discurso mañanero de que “todo está bajo control” y por supuesto, que “las camas no se saturan”.

Pero además, el martes, ese mismo martes, el presidente López Obrador se dirigió a los mexicanos en el marco de su Segundo Informe de Gobierno. Lo hizo como suele hacerlo desde su estrado cada mañana: con aires de grandeza, tono triunfal y una capacidad surreal para evadir las sombras que aquejan a nuestro país, y que cada día ganan más terreno al sol. 

En casi una hora de discurso, pintó un México lleno de colores brillantes, en el que su ‘transformación’ es cobijada por una bandera en donde predomina el verde esperanza sobre el rojo de la sangre derramada. No es así. Basta con mirar hacia afuera para ver que México, sigue desangrándose. 

Mientras él dice que la economía se ha reactivado, a diario hay gente perdiendo su empleo, cerrando sus negocios. Mientras él culpa a gobiernos pasados, a las élites, al neoliberalismo o a la prensa, hay una ausencia de responsabilidad y liderazgo en esa silla presidencial que cada día nos lastima un poco más. 

Y mientras él se esmera en decir que su gobierno es el mejor que ha tenido México, hay cientos de miles de casos como el de mi abuela, como el de Lya y como el de los fallecidos por Covid y por no Covid que ocurren a diario y que simplemente, gritan todo lo contrario.  

Twitter: @chinaCamarena


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