El transporte público y sus vicios, amenazas, ajustes de cuentas y chantaje, han sido abordados en este espacio editorial durante mucho tiempo. Hemos puesto sobre la mesa el desorden y la anarquía que han propiciado taxis y moto-taxis, en donde quiera que prestan el servicio, así como la irregularidad de muchas unidades y el crecimiento desmedido que han tenido, sin que ningún gobierno termine por regularlos. Sin pasar desapercibidos hemos dado cuenta de los enfrentamientos, lucha por las rutas, homicidios y lesiones, entre los diversos sindicatos que controlan parte de dichas unidades y cuyas rencillas no tienen nada que ver con el traslado de material pétreo, pasajeros o carga, sino su vinculación con cárteles de la droga y otros nexos oscuros. No es fortuito que dichas unidades sean usadas más para cobrar extorsiones, derecho de piso y hasta secuestros, que para trasladar pasajeros. En algunas ciudades del Istmo, como por ejemplo Juchitán de Zaragoza, circulan al menos cuatro mil moto-taxis, cientos de ellas irregulares, que son usadas por la delincuencia común y grupos criminales para cometer sus fechorías.
Llama la atención que desde hace tiempo, la Secretaría de Movilidad y Transporte (SEMOVI), haya advertido a los rijosos transportistas que de bloquear vialidades o carreteras –algo común en dichos grupos- se les habrán de retirar las concesiones o castigar a los sindicatos rijosos con el retiro de “toma de nota”, como escarmiento por hechos como los del pasado 25 de junio en Trinidad de Viguera, en cuyo enfrentamiento hubo dos muertos, decenas de heridos y muchos daños materiales. Nada ha ocurrido a la fecha. Se trata pues solamente de amagos y amenazas no cumplidas. La sociedad civil en general deplora de ese certificado de impunidad o patente de corso que tienen los dirigentes del transporte en propiciar día a día acciones criminales por las que no reciben castigo o reprimenda. De aplicarse medidas enérgicas para evitar la violencia en dicho rubro, no hay duda que dejarán atrás las vendettas y ajustes de cuentas en los que están enfrascados los sindicatos, pero mientras se trate sólo de amagos o advertencias, podemos tener la certeza de que seguiremos padeciendo más hechos de sangre, chantaje y presiones. No se atisba ni por asomo el menor intento de aplicar la ley vigente en la materia, sino una connivencia brutal.
Vialidad caótica
Estamos ya en plena temporada vacacional y nuestra capital luce atiborrada de visitantes del país y el extranjero. Una muestra es el Andador Turístico “Macedonio Alcalá”. Durante todo el día transitan de manera simultánea miles y miles de personas. Zócalo, Alameda, Santo Domingo, así como los mercados, museos y sitios de interés se encuentran llenos de visitantes. Sin embargo, muchos visitantes llegan a nuestra capital a bordo de sus vehículos de motor, lo cual excede en mucho la capacidad tanto de estacionamientos públicos como de nuestras calles, para aparcarlos.
Circular por las principales calles del Centro Histórico a cualquier hora del día es casi imposible, salvo que quien lo haga esté dispuesto a pasarse una o dos horas arriba de su unidad. Ello en virtud de que muchas de las casonas habilitadas como estacionamientos son insuficientes para poderle dar cabida a una demanda extraordinaria de vehículos. A ello hay que agregar la soterrada costumbre de los agentes de vialidad en esperar solamente víctimas a quien infraccionar o el viejo vicio de retirar placas, en lugar de apersonarse a conducir el tráfico y hacerlo un poco menos caótico.
Parte del problema es la costumbre de la doble fila. Vehículos de cerveza, refrescos o abarrotes se estacionan en lugares inadecuados durante las horas de mayor flujo. Y por supuesto, también particulares. Hoteles, restaurantes y casas familiares, que apartan lugares, además de éstas con doble o triple cochera, imposibilitan la fluidez del tráfico vehicular. Esta situación se da más en el primer cuadro de la ciudad. El uso de conos, cajas de madera o tambos vacíos de pintura, permiten delimitar espacios o la leyenda de “ascenso y descenso de pasaje”. Otro de los factores es que nadie prohíbe a los conductores de autobuses turísticos meterse hasta las calles aledañas al zócalo de la capital, habida cuenta de que sus dimensiones rebasan la magnitud de nuestras calles, estrechas y cerradas. Sorprende que el municipio de la capital no disponga de medidas adicionales para evitar dicho caos vial y que la doble fila sea sancionada conforme lo dispone el reglamento, dado que un solo vehículo, como los que se estacionan a menudo frene al Paseo Juárez “El Llano”, obstruyen de manera burda la vialidad. Si se contrataron camiones de basura por una cantidad impresionante de millones, qué le impide al ayuntamiento contratar también grúas que despejen vialidades colapsadas por automovilistas inconscientes y malos ciudadanos.