Aclarado el tema de la prohibición a la venta a menores de edad de alimentos chatarra y refrescos, encuentro entre las personas consultadas una seria división de opiniones.
Entiendo que la prohibición se da fundamentalmente, para que en las tiendas de las escuelas no se vendan estos productos, pero de ninguna manera se prohíbe que un adulto los compre y los lleve a su casa.
Desde luego que es casi imposible determinar con certeza absoluta cuáles son chatarra y cuáles no, aunque todos nos imaginamos a que se refiere la ley de marras.
No los enumero ni siquiera unos cuantos, porque atentaría contra la economía de algunas personas, y en ese sentido me inscribo en primera instancia, entre quienes opinan que la responsabilidad de la alimentación de los menores se encuentra en los padres de familia, y si algunos de ellos son aficionados a esos productos, bueno la ley caerá en el vacío.
En lo personal no consumo ni refrescos ni alimentos chatarra, pero en mi entorno he observado desde hace muchos años, que en las reuniones familiares y no se diga en las fiestas antes de la Pandemia, no faltaban esos productos, y claro tampoco el alcohol y los cigarrillos.
Entonces parece que la prohibición tendrá efecto en los centros escolares, cuando regresemos a las clases presenciales, y entre tanto eso sucede, la verdad que no afectará gran cosa las ventas en tiendas y estanquillos.
A pesar de todo, los amparos no dejarán de presentarse, y mientras la Suprema Corte o el tribunal competente, resuelve, bueno, pasará mucho tiempo y esta ley corre el riesgo de convertirse en letra muerta.
Sin embargo, parece que en la CDMX, algunos legisladores ven con buenos ojos el ejemplo oaxaqueño y entonces se generalizaría la prohibición y empezaría, el contrabando, claro, con imaginación de mi parte.
Finalmente, afirmo que en lo personal no tomaré refrescos ni comida chatarra, pero no puedo imaginar cómo se podría detener el comercio hormiga en todos los pueblos de Oaxaca y del País, eso sin tomar en cuenta el golpe al empleo de decenas de miles de personas que trabajan en fábricas, reparto y venta de esos productos, algunos de los cuales son de las industrias más poderosas en el mundo.
Finalmente, solo como broma, puede ser más dañina una Tlayuda, si se presenta con chorizo, chicharrón de cerdo y otras “delicias” llenas de colesterol, sin dejar de mojar la garganta con buenos tragos de mezcal.
Yo también soy Pueblo.
Por allí nos encontraremos.