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Menos festejos, más resultados

Para un régimen que se autodenominó como la primavera oaxaqueña y que con el nombre elegido se quiso proyectar como un renacimiento después de un largo invierno solo podemos decir que quedó en lo que un cronista deportivo nombró como un “tirititito”: un fraude.

La elección del nombre no creo que haya sido al azar. De forma oportunista se trata de hacer simbiosis con dos primaveras previas e históricas. En 1968 fue la Primavera de Praga, con mayúsculas, un período de lucha y liberación de los checoslovacos de la bota y tanques soviéticos. En 2010 fue la primavera árabe que inició en Túnez y se extendió por el medio oriente buscando esos pueblos liberarse de los déspotas que los gobernaban con mano de hierro en algunas ocasiones por más de 30 años, como Hosni Mubarak, el dictador egipcio.

No hay una primavera oaxaqueña, pero no quiere decir que no la habrá el algún momento. En 1968 los checos demandaban la abolición de la censura frente a un régimen autoritario que limitaba la libertad de expresión y reunión. Querían que el régimen dejara de perseguir a sus críticos, que no hubiera más purgas políticas, libertad económica y una vida democrática que se abriera a la pluralidad y la crítica en contra de la hegemonía del partido único que terminó por convertirse en una dictadura burocrática.

En 2010, en Túnez, se inició otra primavera, la primavera árabe. La inmolación de un vendedor ambulante en protesta por la confiscación de su mercancía y la brutalidad de la policía encendió la mecha de la protesta que derribó al gobierno dictatorial con más de 20 años en el poder. La primavera árabe fue una serie de protestas y levantamientos de liberación que pronto se transformaron en rebeliones que buscaban poner fin a décadas de regímenes autoritarios para exigir mayores libertades políticas, combatir la corrupción y lograr justicia social y económica.

Hoy tenemos nuestra propia primavera, pero ésta nada tiene que ver con las verdaderas primaveras históricas. Su antecedente únicamente se refiere a la asonada sindical de 2006 y al creerse, ellos mismos, luchadores sociales y libertadores. Nada más alejado de la realidad como lo demuestra la corrupción y el nepotismo del régimen local.

No hay cambio social ni económico, no hay progreso ni grandes obras de infraestructura del gobierno estatal y su visión de gestión hacia el futuro es la que nos regalan en los medios sus pluma a sueldo que nos pintan un paraíso terrenal que solo existen en sus sueños húmedos. La primavera oaxaqueña queda entonces reducida a una designación política y un lema de gobierno usurpado a movimientos históricos con los que no tienen relación ninguna por carecer de base social y espontaneidad.

La primavera oaxaqueña bien podría llamarse el “Oaxaca tropical y su costa azul”. Abundan los bailes, chanclazos y tamborazos y escasean los resultados. Este gobierno salió bueno para organizar fiestas, contratar grupos musicales o cargar una guelaguetza itinerante para distraer la atención sobre sus pobres resultados y la grave crisis de deuda en la que nos dejó el presidente López y que está agudizando la presidenta.

El clamor general exige medicinas para hospitales y niños con cáncer, pero la respuesta es un baile con el grupo tropical de los Ángeles Azules. La gente necesita seguridad, pero debe contentarse con una guelaguetza que recorre las regiones del estado. Queremos una economía dinámica, pero el gobierno se gasta millones en festejos para sus burócratas que terminan en sonoros abucheos.

Si por un lado pagamos altos costos por impuestos y derechos en el orden municipal, estatal y federal nos devuelven un gasto insostenible y un despilfarro de recursos. Sus festejos continuos no cran activos duraderos ni impulsan la capacidad productiva, pero incentivan la opacidad y la corrupción como se exhibe cotidianamente a través de las redes sociales a las que no pueden callar.

La organización de bailes populares es buena para crear una base electoral, que es lo único que les importa. La creación de una base social acostumbrada a la recepción de dádivas, es decir pensiones y becas a lo loco, llevarán al país a la ruina porque no están creando las condiciones para el crecimiento económica y la generación de riqueza que mantenga ese ritmo de gasto. Hoy es un hecho que el gobierno se endeuda cada vez más para pagar sus pensiones y nos fiscaliza para exprimirnos vía impuestos como nunca.

¿Qué hay de la lucha contra la pobreza y la desigualdad? Solo distractores y becas que poco ayudan al verdadero cambio social ¿Qué hay de mejorar la educación y la seguridad? Solo complicidad con las mafias tanto sindicales de la sección 22 como del crimen organizado que ya tenemos encima. Este gobierno solo busca popularidad, pero se olvida de los resultados.

LEÓN XIV.

La razón, la fe y la sensibilidad social.

 

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