La fase superior de la 4T: de Lenin a San Francisco de Asís
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La fase superior de la 4T: de Lenin a San Francisco de Asís

 


El imperialismo, fase superior del capitalismo fue un opúsculo publicado por V. I. Lenin en 1917, decía, acertadamente, que la fusión de los capitales bancario e industrial daba lugar al capitalismo financiero o imperialismo. Siguiendo la pauta marxista, predecía el fin del sistema, pero no logró anticipar que el comunismo soviético terminaría, y mal, en 1991. El capitalismo globalizado y neoliberal sigue vivo.

El presidente de México copió de Lenin aquello de “fase superior”, pero para el gobierno actual la fase superior a la que dice aspirar es la “pobreza franciscana”. Estamos en el siglo XXI y somos socios comerciales en América del Norte y tenemos tratados comerciales con 46 países: podemos aprovechar ventajas comparativas y la gran apertura al mundo. Pero todo hace parecer que la meta de la cuarta transformación es reducirnos a la pobreza cubana, venezolana o nicaragüense.

Pero para un gobierno que se ha dedicado en tres años y ocho meses a dilapidar los fondos públicos en tres proyectos reconocidamente improductivos (ampliación de un aeródromo militar, una refinería que no refina y una línea ferroviaria que destruye la selva), junto con el reparto de apoyos sociales que no redimen de la pobreza, sino que acentúan el ocio, el desempleo y la delincuencia, las arcas de la Tesorería no sólo escasean sino que obliga a redirigir el presupuesto federal para reducir fondos a salud, educación , seguridad e infraestructura productiva. Por un lado, se predica austeridad proclamando que “ya no se compran coches nuevos” y que “no habrá más viajes al extranjero”, pero no se dan soluciones a una recesión que se avecina y a la creación de empleos.

El presidente también recurre a aquella sentencia juarista de que los servidores públicos deben sobrevivir con una “honrosa medianía” y austeridad sin reparar en que, durante la época de la Reforma y la restauración de la República, el erario federal estaba en bancarrota, endeudado y sin recursos de la hacienda pública y Juárez decretó una moratoria de pagos a la deuda externa, que provocó la amenaza de Inglaterra, España y Francia, y que dio lugar a la intervención armada de ésta última nación. Invocar la “pobreza franciscana” no sólo es un desacierto para las finanzas nacionales, sino una pobre interpretación histórica.

A principios de la administración actual, el ejecutivo dispuso reducir el sueldo presidencial a menos de la mitad que el tabulador oficial fijaba y estableció en la Ley de Austeridad, que ningún funcionario público de cualquiera de los tres poderes, ganara más que el presidente. Con ello, ha condenado a magistrados, legisladores, directores de órganos autónomos a reducir sus sueldos sin que haya una justificación económica o legal, pues se viola el Artículo 123 constitucional y la Ley Federal del Trabajo. Es un capricho obligar a que altos cargos y responsabilidades trabajen con restricciones a su rango profesional y ganen menos que el residente de un palacio, cuyo costo supera en mucho cualquier estipendio burocrático. Ahora los ha exhibido vergonzosamente, ocupando a un valido cuyas funciones no le corresponden. La otra cara de este asunto es que ha servido para que el presidente condene el recurrir al juicio de amparo, uno de los pilares de nuestro marco jurídico.

Se ha copiado un texto de Lenin, como también se ha usado otro de Stefan Zweig: que se vive un “momento estelar” en la política mexicana, lo cual no deja de ser una falacia ante una realidad vergonzosa: expulsamos trabajadores por la falta de empleos y desde Estados Unidos mandan remesas a sus familias, con los cuales indebidamente el gobierno hace “caravana con sombrero ajeno”. A cambio de ello, se lanzan denuestos contra Joe Biden y su país.

San Francisco de Asís enalteció la pobreza material, pero sublimó la riqueza espiritual. Su humildad fue un acto volitivo que llegó a nuestras tierras en 1523 con doce humildes frailes, que no cenaban tamales de chipilín ni pernoctaban en el Palacio de los Virreyes.

 


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