Otro viaje a Washington D.C.
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Otro viaje a Washington D.C.

 


Muchos mexicanos que viven en esa ingenuidad inducida por la demagogia y el populismo creyeron que el martes 12 de julio sería desmontada la Estatua de la Libertad, de su base en Liberty Island, en la desembocadura del río Hudson, en Nueva York y Nueva Jersey. También creyeron que el hacker australiano Julian Assange sería liberado de su prisión en Inglaterra, trasladado a México en calidad de asilado y se le otorgaría la naturalización mexicana. Pensaron también que el presidente de México iba a “leerle la cartilla” al presidente de los Estados Unidos y explicarle cómo se controla la inflación a desdén de los expertos monetaristas de la Reserva Federal y del Departamento del Tesoro. Esa ingenuidad les hizo imaginar que el gobierno estadounidense otorgaría 300 mil visas para trabajadores migratorios mexicanos y centroamericanos, porque —además— nuestra política exterior se maneja en los interiores del criterio hermético, profundo, desinformado y atrasado de la dirigencia gubernamental made in México.

Resulta que nada de eso sucedió: ahí está visible y enhiesta la estatua de la Libertad; ahí sigue el creador de WikiLeaks. El mandatario del país ni siquiera fue alojado en la Residencia Blair, frente a la Casa Blanca, en la avenida Pensilvania, donde el gobierno gringo dispensa alojamiento a jefes de Estado cuando visitan a su homólogo de la West Wing y de la Sala Oval que hizo famosa a Monica Lewinsky.

A cambio de todo eso, el viaje a la capital del “imperio” (como dice esa izquierda desvelada que merodea el Palacio Virreinal y San Lázaro), S

El culmen del viaje estelar fue el encuentro con el presidente de Estados Unidos, quien hubo de resistir media hora de un farragoso discurso escrito en hojas arrugadas, en el cual se hicieron cinco planteamientos a cual más llenos de vaguedades y alocuciones reiterativas, sin definición ni propuestas concretas que parecieron motivar sonrisas del habitante de la Casa Blanca, quien en una gran muestra de paciencia y tolerancia se limitó a replicar que todo ese rosario de cinco misterios debería ser analizado con calma, o sea que nada de nada. Aquí se le llama regresar con las “cajas destempladas”.

Pero la esencia de la quinta propuesta, en la cual se decía que Estados Unidos tiene necesidad de mano de obra, que está hambriento de empleos, el mandatario cuatroteista, en esencia, fue a demostrar que aquí no hay manera de generar empleos porque el gobierno niega la inversión productiva y por eso se le implora al homólogo yanqui, que permita a más mexicanos (y centroamericanos ¡qué caray, ni somos injerencistas!) abrir la frontera norte para expulsar a miles ¿o millones? de connacionales que sobreviven precariamente y que los programas asistenciales, becas y demás modalidades de compra de votos, son insuficientes para las necesidades de un México que día con día genera más pobres y más delincuentes, más asesinatos, feminicidios, secuestros y hasta una imparable ola de contagios por Covid-19 debido a ignominiosa campaña de “salud” recordando al titular del ramo que llegó a decir que él “no vacunaría a sus nietos”.

La cereza del pastel fue la reunión de empresarios de los dos países al día siguiente, de la cual no se llegó a ningún acuerdo viable quedado en versificación y donde el director de nuestra quebrada empresa petrolera, no supo ni decir cuánto se obtendría de inversiones, de créditos y mucho menos cómo convertir en números negros la situación de quiebra técnica de ese negocio de hidrocarburos que carga ahora con otra refinería de fachada.

En fin, Franklin D. Roosevelt y Martin Luther King permanecen en sus estatuas memoriales, observando pequeñeces de quien invoca el retroceso, la marginación y el decaimiento social de su nación.


aa

 

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