De persecuciones
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De persecuciones

 


El Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua, encabezó una lucha revolucionaria para acabar con la dictadura de Anastasio Somoza Debayle. El movimiento o revolución “Sandinista”, como se conoció también al FSLN contó con el apoyo de varios países, incluido Estados Unidos. Somoza fue asesinado en 1980 en Asunción Paraguay por guerrilleros y el Frente logró hacerse del poder. El sandinismo fue encabezado por Daniel Ortega Saavedra que en 1984 triunfó en un proceso electoral. El gabinete estaba integrado por sus colegas “comandantes” que eran otros diez guerrilleros, improvisados todos como hombres de Estado, pero ineficientes en tareas de gobierno. Se esperaba del sandinismo una era democrática en Nicaragua, asolada por décadas en manos de la dinastía Somoza y hasta hubo elecciones en 1990 habiendo ascendido al poder Violeta Chamorro en unas elecciones limpias.

En los años iniciales de la revolución sandinista el presidente en México era José López Portillo, que prestó entusiasta apoyo al FSLN y el embajador mexicano en Nicaragua era Augusto Gómez Villanueva, político de vieja militancia oficialista, a quien llegó a conocerse como el “undécimo comandante” (eran diez los “comandantes” sandinistas) por su papel activo en Nicaragua, algo que sin duda era una injerencia e intervención directa en asuntos de otras naciones. México no aplicaba, como tanto predicaba, la “doctrina” Estrada, esa fórmula de neutralidad estéril que hacía de nuestro ideario diplomático una falsa bandera: ya México había intervenido sin tapujos en la Guerra Civil Española, en la Revolución Cubana de Fidel Castro y la campaña y gobierno fallido de Salvador Allende, en Chile.

Se pensaba que Ortega y el Sandinismo traerían paz y democracia a la destrozada Nicaragua por un fatídico temblor en 1972 que destruyó Managua y por la guerra civil. Ortega se fue un tiempo del poder pero regresó y es actualmente “presidente”, acompañado por su esposa Rosario Murillo como “vicepresidenta”, pareja matrimonial que ha instaurado una feroz dictadura que tiene al pueblo nicaragüense en tensión, persecución, represión y sumido en la pobreza. Ortega se fue deshaciendo de sus compañeros y colegas que le acompañaron en la etapa guerrillera y en los primeros años del poder sandinista. Algunos han muerto y otros sufren persecución y exilio.

Ortega y su movimiento asesinaron y derrocaron a Somoza. Pero al fin, sin escrúpulos ni pudor, se ha convertido en un tiránico dictador que en la última etapa “electoral” ordenó el arresto de todos los aspirantes de oposición a la presidencia de su país. Finalmente fue absorbido por el “socialismo” de Chávez y de los Castro, para acompañar hoy a Nicolás Maduro y a Miguel Díaz-Canel, en esa tercia que ha sobajado, envilecido y empobrecido a sus pueblos en Venezuela y Cuba. Son las perversiones de quienes se creen redentores.

México vivió en 1927 y 1928 una experiencia semejante, cuando Álvaro Obregón quiso ser presidente nuevamente y se dedicó con saña a perseguir a sus oponentes, recurriendo directamente al asesinato de generales que antes había sido sus compañeros en la última etapa carrancista de la revolución de 1910-17. Obregón, con la complicidad de Plutarco Elías Calles, iban a romper el ideal maderista de la “no reelección”. Hoy debe reconocerse que el lema de 1910 fue rescatado por José de León Toral en el restaurante “La Bombilla”, en julio de 1928, cuando asesinó  al traidor de Cajeme.

Hoy en día, México está viviendo una experiencia bizarra: hay una soterrada persecución a adversarios del régimen por diversas vías, todas ilegales propias de la “tenebra” política, de la politiquería más sucia y de esa retrovisión enfermiza de ver toda maldad en el pasado y aspirar a regresar al siglo XIX. Aunque hubo una “consulta” para “juzgar a expresidentes” en agosto de 2021, lo cual no era necesario, ahora el régimen en turno va abiertamente contra los “neoliberales” Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, además de revivir el caso Colosio. No hay visión de futuro ni perspectiva de avance, sólo se mira al pasado por no tener resultados en economía ni en democracia.


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