La UNAM, en la mira del poderoso
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La UNAM, en la mira del poderoso

 


Hace 470 años, el 21 de septiembre de 1551, se firmó en la ciudad de Toro, Zamora, España, la Cédula Real que creaba la Universidad de México, a la cual, pocos años después se le concedían los mismos privilegios y facultades que a la Universidad de Salamanca, la más importante de España y, esa época, la mejor de Europa. No fue un hecho menor, fue reconocer que la Nueva España tenía un potencial cultural y económico de proporciones mayores. La Real y Pontificia Universidad de México fue, durante tres siglos, la fuente de las humanidades clásicas y de las ciencias que tanto lustre dieron a esta nación. La guerra de Independencia y las calamidades políticas de los primeros años de ese acontecimiento, dieron al traste con aquella gran institución, cerrada por el encono de los liberales en 1833 y en México, capital del país, dejó de haber Universidad. Como bien se sabe, fue en 1910, cuando el Presidente Porfirio Díaz inauguró la Universidad Nacional de México, a iniciativa de su ministro de Instrucción Pública Justo Sierra.

En 1920 y 1921, el Rector José Vasconcelos, ubicó a la Universidad Nacional, como el centro y fuente del más grande proyecto educativo de México y quizás de Latinoamérica. El 27 de abril de 1921, el Consejo de Educación aprobó el nuevo escudo y lema de la Máxima Casa de Estudios y Vasconcelos dejó esta insuperable explicación sobre su significado: “…se resuelve que el Escudo de la Universidad Nacional consistirá en un mapa de la América Latina con la leyenda: “POR MI RAZA HABLARÁ EL ESPÍRITU”; se significa en este lema la convicción de que la raza nuestra elaborará una cultura de tendencias nuevas, de esencia espiritual y libérrima”.

Estas frases son difíciles de entender para quien predica de manera cotidiana, cada mañana, furia incontenible, encono y odio; resentimiento e inferioridad evidente, ante un mundo que avanza y ante una institución de grandeza intelectual, científica, cultural y humanística como lo es la Universidad Nacional Autónoma de México, blanco de sus ataques los días 21 y 22 de octubre de 2021. Desde el poder se ofendió a la Universidad y se ofendió ─con frases deshilvanas y mala pronunciación─ a una comunidad que ha dado sus mejores frutos por el bien de México. Tal vez, por catorce años cursando con tropiezos un mediano desempeño, subsista un rencor por la pobre asimilación de las enseñanzas. Pero también hay dos prejuicios: uno, España y los españoles: Carlos V creó nuestra Real Universidad. Dos, Porfirio Díaz, objeto de odio presidencial, creó la Universidad Nacional.

Lo dicho en el Palacio de los Virreyes, bien hace recordar aquel incidente del 12 de octubre de 1936 en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, cuando el general falangista José Millán-Astray soltó sus macabras frases: “¡Muera la inteligencia!” y “¡Viva la muerte!”, ante lo cual el Rector insigne, Don Miguel de Unamuno, le reviró: “Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha: razón y derecho”. Estas mismas saetas del intelecto deben tener como blanco la intolerancia y la intransigencia que se emitió contra la UNAM, en uno de los desplantes de poder más equivocados que pudiera surgir de alguien que aspira a ser todo, menos estadista.

Quienes pertenecemos a la comunidad universitaria, debemos mantener nuestro apoyo e incondicional solidaridad con la UNAM, magna institución que no ha sido parte de ninguna conspiración “neoliberal” ni toma partido contra las instituciones democráticas. Por el contrario, la libertad de cátedra, la libertad de pensamiento, la formación académica de excelencia, son los pilares que soportan la vigencia del Estado de Derecho en un México hoy agredido desde el poder. ¡La Universidad Nacional Autónoma de México no será parte de ideologías retrógradas!