¿El feminicidio como diversión?
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Opinión

¿El feminicidio como diversión?

 


Un cuerpo colgado de los pies y envuelto en plástico negro con grandes letras rojas que dice ‘por zorra’ es parte de la “decoración” en concurrido lugar de Sinaloa (estado con Alerta de Violencia de Género contras las Mujeres) donde sus clientes, mayoritariamente población joven, mujeres y hombres, con bebida en mano bailan al ritmo de música estridente; y cuando uno de ellos simula apretar con las manos lo que se supone es el cuello de la “mujer asesinada”, provoca risas, gritos y bebidas levantadas entre quienes le rodean. 

¿Realidad o ficción? Probablemente así hubo escenas durante el Halloween Wizard Fest en Culiacán, donde el festejo tuvo claras muestras de apología al feminicidio, lo cual se viralizó en las redes sociales causando reacciones encontradas: muchas de rechazo, pero también otras tantas como burla a las críticas considerándolas exageradas. 

Es preocupante ver que a muchas personas el festejo les pareció jocoso o algo sin importancia, “sin ser para tanto”; y solo a la minoría le pareció grave. Lo cierto es que se trata de una expresión de normalización y naturalización de la violencia de género contra las mujeres, un obstáculo para aproximarse como sociedad a su existencia y magnitud, y por ende, a su denuncia, a su prevención y erradicación. 

Como argumenta la antropóloga feminista Rita Segato, es justo la violencia de género la incubadora y primera escuela de todas las otras formas de violencia, es la primera pedagogía, por lo que, si no se tiene conciencia de ello ni de las dimensiones de sus impactos en la cotidianidad, no parecerá necesario ni urgente detenerla. 

Lo que hemos visto en la “decoración” de la fiesta es violencia simbólica, definida en la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia como la expresión, emisión o difusión por cualquier medio, ya sea en el ámbito público o privado, de discursos, mensajes, patrones estereotipados, signos, valores icónicos e ideas que transmiten, reproducen, justifican o naturalizan la subordinación, desigualdad, discriminación y violencia contra las mujeres en la sociedad.       

Recordemos que el feminicidio, como lo señalan Diana Russell y Marcela Lagarde, es la expresión más extrema de la violencia contra la mujer; es el asesinato de mujeres por hombres basándose en la discriminación y motivados por el odio, el desprecio, el placer o la suposición de propiedad sobre las mujeres. 

Cuando revisamos las estadísticas y vemos la prevalencia de México que figura entre los 10 países con mayor incidencia de feminicidios y muertes violentas de mujeres, o cuando se habla que ocurren a diario 11 asesinatos de mujeres al día (aunque expertas como la Dra. Patricia Olamendi especialista en materia de género mencionar que son casi 20 diarios), es pertinente pensar que nunca debe relacionarse el feminicidio con algún tipo de diversión ni banalizarse incitación alguna a la violencia. 

Y así quedó de manifiesto con las respuestas y posicionamientos que de inmediato se dieron a conocer por parte de colectivas de mujeres, senadoras, diputadas y mujeres líderes de opinión, además de autoridades de Sinaloa que administran y procuran justicia, instituciones como los Mecanismos para el Adelanto de las Mujeres de todo el país y por el mismo Instituto Nacional de las Mujeres, coincidiendo en el rechazo, condena y llamado a la no repetición y la cero tolerancia, en un momento donde la pandemia acentuó la violencia de género alrededor del mundo y en promedio del 70% en nuestra región, de acuerdo con registros institucionales de incremento de llamadas de mujeres para denunciar situaciones de violencia. 

A pesar de que México es un país de vanguardia legal, con paridad democrática constitucional, aún vemos a un candidato en campaña cantando: “Mátalas con exceso de ternura, envuélvelas en bolsas de basura…”; o a un profesor universitario diciendo a su alumnado que el feminicidio es “un acto de amor”; a un sacerdote llamando a ‘matar’ a hijas abortistas y que ‘las mujeres no sirven para nada’ después de abortar. 

En este país donde las mujeres somos más del 50% de la población, es impostergable que como sociedad se reconozca la violencia feminicida como una situación progresiva, un continuum de violencias que las mujeres enfrentan para mantenerse en el orden social y sólo será posible concienciarlo cuando nos deje de parecer banal o algo de risa.