“La Rama”, tradición que llegó de Veracruz y se quedó en el Istmo
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“La Rama”, tradición que llegó de Veracruz y se quedó en el Istmo

“Ya llegó la Rama/ quítense el sombrero/ porque en esta casa vive un caballero/ vive un caballero, vive un general/ pedimos licencia para comenzar”


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“La Rama” se sabe que viene desde tiempos prehispánicos, cuando los indígenas del Sotavento en la zona de Veracruz, festejaban la renovación de la naturaleza cargando una rama que llamaban versúchil, a la llegada de los europeos incorporaron elementos católicos y también su música.

De esta manera se dio una fusión entre sonidos indígenas, españoles y afrocubanos, apoyados con panderetas, sonajas y cantos afrocubanos, que trascendió a los estados de Oaxaca, Tabasco, Chiapas y Campeche y se saca en las fechas de posadas, del 16 al 24 de diciembre.

En la página oficial del Museo de Arte Popular (MAP) se lee que en ciertos lugares de estados como Veracruz, Chiapas y el Istmo de Tehuantepec, durante la temporada de posadas también se acostumbra hacerlas, en las que se adorna la rama de un árbol y en cuyo centro colocan un pequeño nacimiento, con esto los peregrinos recorren las calles para entonar en las puertas de las casas los cánticos también llamados ramas.

Esta tradición continua vigente en la Ciudad de Tehuantepec, en donde durante estas fechas se puede ver a los niños cantando de casa en casa, no sin antes preguntar a la gente “¿Cantamos la Rama?” y una vez dada la anuencia de la casa, entonces se comenzaba a cantar, “Ya llegó la Rama/ quítense el sombrero/ porque en esta casa vive un caballero/ vive un caballero, vive un general/ pedimos licencia para comenzar”.

“Naranjas y limas / limas y limones / más linda es la virgen / que todas las flores…”

“Ya está por demás mencionar que la tradición de la Rama nos llegó de Veracruz, no obstante, esto, nosotros la tomamos, la reinventamos y la hicimos nuestra. También es cierto que cada generación tiene su propia versión de la Rama en Tehuantepec. Aquí la nuestra, sin pretender contrapuntear las otras versiones”, explicó el cronista municipal de Tehuantepec Rómulo Jiménez Celaya.

“Antes de “salir a la Rama”, nos reuníamos en la casa del que nos “elegía” o nos “buscaba” para ensayar los versos. Por lo general éramos cinco o siete integrantes, niños de entre ocho y trece años de edad, como no teníamos dinero para comprar los instrumentos musicales, cada quien confeccionaba el suyo.

“Recuerdo que para elaborar nuestra Rama se cortaba un bracito del árbol de sauce, el cual adornábamos con serpentinas, heno (guixiniñu) y fabricábamos una casita, la cual poseía sus ventanas y puerta, y en el centro un orificio en donde se introducía una veladora encendida. Anteriormente en el interior de esta casita se colocaba una imagen chiquita del Niño Dios. Llega a mi memoria que para armar la casita utilizábamos la cajita de cartón en donde venían empaquetadas las galletas María”, indicó.

Comento que cada vez que las hojas de la rama de sauce se secaban, tenían que sustituir la rama por otra rama fresca., “Algunos niños para evitar este contratiempo cortaban una rama del árbol de guiriziña o del árbol de morro y las deshojaban”.

“Se pintaba la rama con cal y la adornaban con serpentina, guixiniñu, globos, Algunos llevaban la casita y otro ya no, se usaban faroles y gusanillos colgantes, los cuales se elaboraban con papel metálico (aluminio plisado), de doble vista, de color rojo, azul y blanco y amarillo”, agregó.

Señaló que la hora para salir a la Rama, era entre las cuatro y cinco de la tarde y terminaban entre las siete u ocho de la noche. “El dinero que se recolectaba en un bote el cual estaba sellado y con una rajadura en el centro de la tapadera, bien se podía repartir cada noche o bien se guardaba para repartirse hasta el día 24 de diciembre y al que se vestía de “vieja”, tocaba más dinero.

“Recuerdo que todos nos vestíamos de ordinario: playera, pantalón o short, algunos con sandalias otros descalzos y el niño que se vestía de vieja usaba un huipil de listones o de costura, una rabona, un chal para colocárselo en la cabeza y cubrirse el rostro. Este niño siempre iba descalzo”, destacó.

Mencionó que anteriormente no había mucha delincuencia y la puerta principal de la casa estaba abierta de par en par, era entonces cuando parados en el umbral de la puerta le preguntaban a la gente “¿Cantamos la Rama?” y si respondían que sí, entonces entraban a la casa y se poníamos a cantar.

“Ya llego la Rama/ quítense el sombrero/ porque en esta casa vive un caballero/ vive un caballero, vive un general/ pedimos licencia para comenzar…
Estribillo: “Naranjas y limas / limas y limones / más linda es la virgen / que todas las flores…”

“Luego comenzaba la primera de dos rondas de versos, cada niño se tenía que aprender por los menos 20 versos para irlas cambiando en cada actuación, los temas eran dos, uno dedicado a lo sacro y otro a lo chusco, se inventaban versos al Niño Dios, pero también a personas muy conocidas, las cuales arrancaban grandes carcajadas a los que nos escuchaban”, apuntó.

“Mientras que el niño que cargaba la rama, el viejo y la vieja bailaban, los demás niños cantaban: “En un jacalito/ de cal y arena / nació el niño Dios/ por la noche Buena…”

Estribillo: “Naranjas y limas / limas y limones / más linda es la virgen / que todas las flores…”, “Arriba del cerro tiraron basura / no se dieron cuenta que fue ChofiNtura…”

Estribillo: “Naranjas y limas / limas y limones / más linda es la virgen / que todas las flores…”

Finalmente, Jiménez Celaya dijo que al terminar de cantar la gente introducía unas monedas a la latita que a veces lo traía el que cargaba la Rama o bien, el viejo o la vieja.

“Según la remuneración a nuestro canto nos despedíamos cantando mientras que salíamos de la casa, “ya se va la Rama / muy agradecida / porque en eta casa / fue bien recibida…”, y cuando se veía que la paga era pobre se cantaba para que los demás vecinos se enteraran: “ya se va la Rama / muy desconsolada / porque en esta casa / no le dieron nada…”, ¡Ah, tiempo dxique´ (Tiempo pasado)!, concluyó emotivo el cronista.


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