La psicóloga Karla Paola Sánchez Chincoya, neuropsicóloga clínica, señala que “el Abuso Sexual Infantil (ASI) es una de las diversas caras que tiene el maltrato, y abarca todas aquellas conductas en las que un niño o niña es usado/a como objeto sexual por parte de una persona con la que mantiene una relación asimétrica por razones de edad, madurez o poder.
En la mayoría de los casos, el abuso o violencia sexual es perpetrado por personas cercanas y conocidas por el menor, principalmente familiares, amigos o vecinos. De acuerdo con la Fundación Save de Children, el 90% de las veces que se investiga un caso de agresión sexual en niños, el victimario es alguien cercano.
Hoy se sabe que las niñas y niños que suelen estar en mayor riesgo de ser víctimas de abuso sexual, son:
– Aquellos que tienen dificultades para decir no y para identificar que lo que le está sucediendo es un abuso (ya sea porque son muy pequeños o por que presenta alguna alteración en su desarrollo o tiene alguna forma de discapacidad).
– Aquellas niñas y niños que buscan ser aceptados aún pasando por encima de su propio malestar; es decir, ceden ante cualquier demanda que otros le soliciten a pesar su propia voluntad.
Los menores que actualmente son víctimas de algún otro tipo de maltrato (por ejemplo violencia física) y por tanto la creen “normal.”
Posibles signos de abuso sexual en menores
- Alteración emocional que surge de manera abrupta (de un día para otro) y que hace que la niña o niño se muestren con actitudes muy distintas a lo habitual.
- Ansiedad muchas veces acompañada de depresión.
- Dificultades para atender y concentrarse; lo que conlleva dificultades en la escuela.
- Aparición de conductas agresivas o violentas (de forma súbita).
- Irritabilidad (cualquier cosa le molesta).
- Su juego cambia de forma abrupta; los padres y maestros pueden observar que el niño juega menos o no desea jugar; sus juegos incluyen lenguaje sexual o actos sexuales o son violentos).
- Alteraciones en el sueño (le cuesta trabajo ir a dormir o conciliar el sueño, o bien, comienza a dormir anormalmente, más de lo habitual, sin ninguna explicación aparente).
- De pronto deja de hablar o habla menos de lo habitual.
- Sentimientos de culpa; llora por cualquier motivo, se altera mucho con cualquier discusión, come en exceso o vomita después de comer…
- Somatizaciones (dolor en alguna parte del cuerpo, manifestación de síntomas físicos sin ninguna explicación médica aparente).
- Apatía, deja de interesarse por lo que habitualmente le gustaba.
- Hipervigilancia (está mucho más atento a ciertas cosas, conductas, actividades o lugares).
- Se aisla de manera no-productiva (productiva sería jugar en soledad, leer, pintar, disfrutar su entorno).
- De pronto se manifiestan conductas llamadas regresivas (se orina la cama cuando ya había logrado dominar este aspecto; se chupa el dedo cuando ya lo había dejado…).
- Aparición súbita de miedos (a ciertos lugares, a ciertas personas, a determinadas condiciones como horarios, por ejemplo).
- Expresa abiertamente que fue víctima de abuso sexual.
- Habla de genitales, describe relaciones sexuales o en sus dibujos aparecen genitales o relaciones sexuales.
- Manifiesta sentirse cansado la mayor parte del tiempo (sin que exista una causa aparente).
- Sueña pesadillas o se despierta alterado (apanicado, llorando, gritando).
- Vergüenza hacia su propio cuerpo o por sus genitales, que aparece de forma súbita.
“Estos signos deben estar presentes por lo menos de 2 a 4 semanas; por lo general tienden a causar un importante deterioro a nivel personal, familiar o social para el niño; es por ello que ante cualquiera de estas manifestaciones lo importante es conservar en todo momento la calma, actuar con cautela, acercarse al menor y tratar de ganarse su confianza para que pueda relatar si algo está sucediendo; por supuesto, sin invadirlo de preguntas. Es recomendable no sugerir directamente el tema de que vive un abuso sin antes ir preparando a la niña o el niño, para hablar de ello. Es necesario observarla u observarlo; estar al pendiente si aparecen otros signos de alarma; y acudir pronto a un especialista, pues cualquiera de los puntos aquí mencionados reportan síntomas que pueden indicar que existe un problema grave de fondo, sea abuso sexual infantil o no, y es necesario conocer la causa y atenderla.
Culmino diciendo que la mejor manera de prevenir el abuso sexual a menores es informarlos; brindarles educación sexual de acuerdo a la etapa de desarrollo en la que se encuentren; estar al pendiente de ellos; no dejarlos al cuidado de personas que poco conocemos, así como mantener con los chicos siempre una buena comunicación.”
“Lamentablemente con mucha frecuencia el hecho no es denunciado; la cifra negra que estipula la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) para el año 2016 asciende a 1 414 627; es decir, casi millón y medio de crímenes sexuales impunes, y esto se debe a que para muchas sociedades, incluida la nuestra, el llamado ASI es un tema tabú; no se ahonda en él y poco se advierte de sus peligros y consecuencias.
Aunado a lo anterior, es necesarísima una educación sexual a edades tempranas; pues la sexualidad y lo que implica, no son temas tratados en el jardín de niños ni en las escuelas primarias; y tampoco en casa. También existe una obstaculizante burocracia cuando un padre, madre o tutor quiere interponer una demanda, al tiempo que la víctima sufre un estigma, críticas, devaluaciones, que impiden denunciar el hecho, y para algunas familias les parezca impensable hacerlo.”