El escritorio de María Hortensia: Cuaresma
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Columna

El escritorio de María Hortensia: Cuaresma

Es un tiempo de reflexión, penitencia, conversión espiritual y preparación al Misterio Pascual


El escritorio de María Hortensia: Cuaresma | El Imparcial de Oaxaca
Foto: ilustrativa

APRECIABLES LECTORES: Sabemos que la Cuaresma es el tiempo para prepararnos a celebrar la fiesta MÁS IMPORTANTE Y SIGNIFICATIVA de la Iglesia católica: LA PASCUA. Este tiempo nos invita a vivir las actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo. Es un tiempo de reflexión, penitencia, conversión espiritual y preparación al Misterio Pascual. Cada día, durante nuestra vida, hemos de arrojar dentro de nuestro corazón el odio, el rencor, la envidia, los celos, pues son obstáculos para nuestra relación con Dios y con nuestros hermanos.

La Cuaresma es el tiempo que dedicamos para poner especial atención en revisar en silencio y humildad nuestro interior y así hacer una conversión profunda en nuestros corazones. Es un morir a nuestro pasado, a nuestro pecado, a nuestro dolor, para renacer al amor de Cristo resucitado.

Por eso, el color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia. La Cuaresma también es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Así podremos dar más espacio y gozo en nuestro corazón al amor, la fraternidad, la alegría, la compasión, la caridad y la bondad.

En Cuaresma aprendemos a apreciar la cruz de Jesús y entonces recordamos cómo tomar nuestra cruz con alegría para alcanzar la gloria de la resurrección. La duración de la Cuaresma está basada en lo que representa el número cuarenta en la Biblia, en esta, se habla de los cuarenta días del diluvio, de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, de los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública, de los 400 años que duró la estancia de los julios en Egipto.

La práctica de la Cuaresma data del siglo IV (año 300), cuando se constituye como un tiempo de penitencia y de renovación para toda la Iglesia, con la práctica del ayuno y la abstinencia. El ayuno no será exclusivamente de alimento, sino también puede ser de abstinencia de alguna actitud, gusto, afición o actividad placentera que solemos realizar en nuestro día a día.

El ayuno nos ayuda a ordenar nuestras necesidades, nuestros ojos, nuestra voluntad y enfocarnos en Cristo. Todo esto nos ayudará a profundizar en nuestra relación con él. Saber que Jesús se entregó, padeció y murió por cada uno de nosotros, nos da la fuerza para corresponder con un pequeño sacrificio en agradecimiento por su gran amor.

Los ofrecimientos enriquecerán nuestro espíritu y nuestro servicio al prójimo. Esperando vivan intensa y profundamente este periodo, sean todos muy bendecidos. Licenciada María Hortensia Lira Vásquez. Celular 951 21 14 138.


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