En una intersección de Sunset Park, Brooklyn. Donde se cruzan sueños migrantes y recuerdos sonoros. Un nuevo letrero verde con letras blancas fue develado este fin de semana. El nombre: Los Tigres del Norte Way. La escena, celebratoria y cargada de simbolismo, unió a familias latinas, trabajadores migrantes, políticos locales y fanáticos de todas las edades. Pero también desató una vieja controversia: ¿puede una agrupación asociada con narcocorridos recibir un reconocimiento oficial en el corazón de Nueva York?
La calle del homenaje
La calle homenajea a la emblemática banda sinaloense en el año que celebran más de cinco décadas de carrera, 70 millones de discos vendidos, seis premios Grammy y una gira por 23 ciudades estadounidenses.
“Los Tigres del Norte representan la voz de millones que dejaron su tierra buscando dignidad y futuro”, afirmó el concejal Lincoln Restler durante la ceremonia, donde se ondearon banderas mexicanas y se corearon himnos como Somos más americanos.
El acto fue un reconocimiento tangible al papel de la música regional mexicana como narradora de la diáspora. Pero la polémica no tardó en emerger.
¿Homenaje cultural o glorificación de la ilegalidad?
Para algunos sectores políticos y mediáticos, especialmente en México y Estados Unidos, el gesto es preocupante. Aunque Los Tigres del Norte han sido claros en su distanciamiento de la apología del crimen, el debate sobre los llamados “narcocorridos” sigue vivo. La agrupación se ha visto obligada a dejar fuera de sus conciertos canciones icónicas como El Jefe de Jefes, por su explícita referencia al crimen organizado.
“Vamos a tener que dejar de decir corridos. Vamos a decir historias, para no meternos en problemas”, confesó el vocalista Jorge Hernández recientemente.
La tensión entre arte, censura y libertad de expresión se hace más evidente en este contexto. Donald Trump, durante su mandato, llegó a sugerir que se prohibiera la difusión de narcocorridos por “promover el crimen”. En México, varios estados ya han vetado su interpretación en espacios públicos. ¿Puede entonces una ciudad como Nueva York, bastión del progresismo, honrar a un grupo que en más de una ocasión ha caminado en la cuerda floja de la legalidad narrativa?
Una narrativa de frontera que conquista escenarios
Para sus seguidores, Los Tigres del Norte no glorifican el delito: lo narran desde la perspectiva de quienes viven entre dos mundos. Historias de nostalgia, identidad partida, racismo y supervivencia. Su próxima presentación en el Madison Square Garden, el 24 de mayo, no será solo un concierto; será un acto de reivindicación cultural en un escenario históricamente reservado para las élites musicales.
La gira La Lotería Tour 2025, que incluye una ruleta escénica para elegir los corridos interpretados al azar, añade un componente lúdico a una experiencia profundamente política. Porque cada canción —de La Puerta Negra a La Jaula de Oro— es un capítulo del libro no oficial de la migración mexicana.
El valor simbólico de una esquina
Sunset Park, con una de las mayores comunidades mexicanas de Nueva York, fue la elección lógica para este homenaje. Aquí, entre negocios con letreros bilingües y taquerías con menú tricolor, la memoria colectiva de la migración encuentra un punto de anclaje en el paisaje urbano. Que una calle lleve el nombre de una banda norteña no es solo una anécdota turística: es una declaración sobre quién tiene derecho a ser recordado.
“Es nuestra historia, nuestras voces, nuestras luchas”, expresó Ana García, una trabajadora doméstica que asistió al evento con su familia. “Esta calle nos dice que lo que cantamos en casa también importa aquí”.
Un legado que incomoda
A medio siglo de su fundación, Los Tigres del Norte siguen incomodando a los guardianes de la moral oficial. Pero también siguen abriendo caminos —literales y simbólicos— para una comunidad que rara vez es reconocida en las placas del poder cultural. La esquina de la 5ta Avenida con la calle 40 en Brooklyn ya no solo es una coordenada urbana: es un territorio de memoria, resistencia y, para bien o para mal, polémica.