Esta es la segunda vez, la más nerviosa, la más caótica, la más sigilosa e intrépida, como una noche donde arde el jardín mordido por el diablo.
Lo colección número dos que ferra el tiempo –sentado con un cuchillo– por decirlo, así aquí en La Calera. Dimitorva Gallery sabe que es un albur porque es mexicano, un juego de máscaras que cuando azota la tormenta caen como bragas antiguas. Es la alegría que se mezcla con vinagre y mezcal.
El molino cuando mastica graba escupe curiosos milagros. El arte como lo escribe Edgar Saavedra en este gran texto, es posible porque hasta el último día sucederá cual rata que pasea por el cordel su oído con un recado y el fuego sonará en parábola y luego caerá sin fin. Lezama Lima nos anticipaba en la gozosa tragedia de ser y ver. ¿Sentir?

Esta es la segunda llamada, segunda, para hacer trizas al pronóstico del olvido. Hoy sobre el cordel del rumiante se escribe corrido:
larizavazquezwencastrorebeca
seguracristinalunamartíndimitrova
hugotovaralexiscabelleroricardosanabria
dansantinomarleoncándidosantiago
reskaventurapabloroblesrubénarellano…
…trabalenguas hiperbólico donde la intensidad de la elipsis estrangulará al más cobarde. El arte es riesgo cuando no una inercia. El observador un juez trasnochado y pasado de copas. La ilusión del ego un globo ebrio que sale a mear y desaparece. Todo desaparece, o mejor dicho, todo se trasluce, somos la hebra de Susana San Juan que atraviesa por el ojo de la aguja que alguien arrancó de las manos petrificadas de un tal Pedro Páramo.

Casi luz, casi polvo, casi nada. “Ninguna espiga, dice el profeta, produce grano maduro; lo que brota no produce harina”. En la vida, como en el arte, en la virtud, como en la estupidez, estamos a prueba. Esta noche se compartió una balanza. El pintor quiere ser artista, el artista quiere triunfar (lo que eso signifique en el camino del cordel), el triunfo quiere irse a dormir. En el sueño todos somos reales. Y en la realidad, todos morimos. El arte sobrevive al autor. Cada autor le da cuerda a la tercera llamada. Lleva un nombre: imposible, posible…
Por otro lado, la música de los DJs Samuel y Manuel envolvió el ánimo de los artistas que aprovecharon para poner el desorden cultural y ocupar los dos lienzos en blanco puestos a propósito con la pintura que al momento de abrir, la magia surgió frente a las y los invitados para hacer obra en vivo a limón.
Esta exposición estará abierta al público hasta mediados de noviembre para apreciar tanto el gran escenario cultural de La Calera, como esta iniciativa artística de maestros que la armaron provenientes de Chiapas, Estado de México y la CDMX.