Hilda Nayeli Cortez es una mujer con mucha energía y es feliz cuando ayuda a los demás. Su caso es especial porque, inicialmente, ella había proyectado su vida hacia los medios y, por tanto, estudió una licenciatura en Ciencias de la Comunicación. Sin embargo, su vocación y la experiencia de vida que había tenido a lo largo de su infancia en la agencia en que nació la hizo modificar su camino.
Nació por los rumbos de Totolapa, en la agencia municipal de Río Seco, municipio de Santa María Zoquitlán. Una agencia pequeña, casi un caserío en el que apenas pudo estudiar la primaria. Su necesidad de estudiar la llevó a matricularse en la telesecundaria, pero hasta la cabecera municipal, por lo que, a su corta edad, tuvo que dejar su casa y a su madre siendo hija única. Zoquitlán le ofreció una telesecundaria y un bachillerato con muchas carencias, al grado de no haber conocido nunca un laboratorio más que por fotografías, no había computadoras, mucho menos internet y señal de celular.
Como muchos otros jóvenes del interior del estado debió trasladarse a la ciudad capital para continuar sus estudios. Con el apoyo de su familia hizo su carrera en una universidad local en Ciencias de la Comunicación, en donde buscaría dar salida a su gusto por los medios, especialmente la radio. A partir de entonces tuvo la oportunidad de trabajar en ellos por varios años. Este proceso de maduración fue el que provocó un cambio en su vida. Venía de una pequeña comunidad en medio de un paisaje semiárido con muchas carencias y con un problema lacerante: a veces padeciendo por la falta de alimentos, a veces padeciendo porque en temporada no se aprovecha todo lo que se cosecha y se echa a perder. Necesitaba sentirse bien consigo misma y desde que salió de su comunidad buscaba la forma de transformar para conservar los alimentos.
Su comunidad tiene datos preocupantes. De acuerdo con el INEGI, el 86% de su población está en la pobreza y el 19% sufre por carencia de alimentos. Esa realidad le hizo tomar una decisión radical en su vida. A pesar de tener una formación en Ciencias Sociales, buscó y obtuvo con mucho trabajo, un lugar en el CIIDIR, una institución enfocada en las Ciencias Naturales, para cursar una Maestría en Gestión de Proyectos Comunitarios. Aquí sintió por primera vez la rudeza de las carencias en la educación que tuvo en Zoquitlán, nunca había estado en un laboratorio, no conocía ni los aparatos, ni equipos, ni instrumentos y, aunque parezca cómico, ni la forma de vestir para trabajar en uno de ellos cuando se procesan alimentos.
Su trabajo de maestría buscó la creación de una empresa comunitaria. Pudo reunir a siete mujeres que, hoy en día, aprovechando el diagnóstico de la situación, la transferencia de conocimientos y tecnologías que realizó continúan trabajando, produciendo mermeladas y jarabe de un producto que abunda en su región: la pitaya, jiotilla o “shuega” como le dicen allá. Con la elaboración de estos productos de nostalgia, que incluyó el diseño de la etiqueta y el registro de una marca, ese grupo de mujeres envían el producto a paisanos, inclusive en los Estados Unidos.
Su acertado diagnóstico para realizar su trabajo de investigación y la elaboración de su tesis le hizo ganar un premio. La Cámara de Diputados Federal en 2019, le otorgó el tercer Premio Nacional “Dip. Francisco J. Múgica” sobre el Desarrollo Rural Sustentable y Soberanía Alimentaria, lo que incluyó la impresión y difusión de su trabajo. Un pequeño, pero muy importante detalle, hizo de su trabajo una propuesta diferente. Todos los emprendimientos anteriores fomentados por los gobiernos habían excluido a las mujeres. Ella no. Y el tiempo le sigue dando la razón. Los otros emprendimientos fracasaron, las mujeres de su comunidad siguen trabajando todavía. Esto simplemente quiere decir que para fomentar el desarrollo en nuestras comunidades el papel de la mujer es indispensable, y es obligatorio que sean tomadas en cuenta para la planeación de las políticas públicas.
No fue fácil, a pesar de que los conocía, tuvo que acercarse a convencerlos, a formar un grupo comprometido. A transferirles conocimientos y tecnologías que no conocían, a cuidar sus recursos para gestionar adecuadamente el medio y darle difusión al producto para poder comercializarlo. Gracias a todo ello, ese pequeño grupo de mujeres hoy tienen una fuente de ingresos adicional, tienen más apego a su comunidad y son guardianas de sus propios recursos naturales.
Hilda no se quedó ahí. Volvió a trabajar para reunir recursos y ahora cursa un doctorado en la Universidad Autónoma de Chapingo en el que está, nuevamente, desarrollando un proyecto comunitario que permita el desarrollo turístico de Oaxaca, pero con respeto a nuestros recursos naturales. Su trabajo de turismo vivencial busca fomentar la autonomía comunitaria, disminuir el turismo masivo a cambio de un turismo responsable con conciencia ambiental. Al mismo tiempo, apoya a otros investigadores y trabaja en la clasificación de las mariposas de la zona cafetalera de Pluma Hidalgo y de orquídeas de sus bosques.
La futura doctora en Economía Social Solidaria Interinstitucional, Hilda Nayeli Cortez, es una investigadora oaxaqueña comprometida con su gente.
Contacto: [email protected]
- Néstor Yuri / Javier Toledo Flores