Oaxaca: Tres miradas literarias (Parte 3)
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Seminario de Cultura Mexicana: Oaxaca: Tres miradas literarias (Parte 3)

Laurence, en su libro “Las Mañanas en México” describe los pueblos mexicanos y el mercado; Calvino explora los sentidos en Oaxaca.


Laurence llega a Oaxaca en noviembre de 1924 buscando al padre Richards quien le proporcionará una casa donde vivir ubicada en Pino Suárez No. 43 y a la cual se referirá en el capítulo I de Las Mañanas en México
Laurence llega a Oaxaca en noviembre de 1924 buscando al padre Richards quien le proporcionará una casa donde vivir ubicada en Pino Suárez No. 43 y a la cual se referirá en el capítulo I de Las Mañanas en México

 

Laurence llega a Oaxaca en noviembre de 1924 buscando al padre Richards encargado de la iglesia de la Merced y que además era hermano del vicecónsul británico, quien le proporcionará una casa donde vivir ubicada en Pino Suárez No. 43 y a la cual se referirá en el capítulo I de Las Mañanas en México:

Cada casa es en realidad una pequeña fortaleza. La nuestra consiste en dos bloques, de dos cuadrados, con un patio cada uno. Los árboles y las flores, en el primer bloque, con las dos alas de las habitaciones. Y en el segundo patio, las gallinas, las palomas, los conejillos de indias y una cazuela o bandeja enorme de barro, llamada apaxtle, en donde los criados pueden bañarse, como gallinas en un plato” (pp. 57-58)

El segundo capítulo se titula Caminata a Hueyapa, que en realidad es Huayapam. Este le sirve para recapitular sobre los pueblos mexicanos y el paisaje: “En México los pueblos, excepto la capital, acaban en sí mismos, de golpe. Como si los hubieran bajado del cielo en una servilleta y los hubieran puesto allí, algo ajeno en la llanura silvestre. Rodeamos, pues, la pared de la iglesia y el cerco del monasterio viejo que ahora alberga a los soldados amontonados y, de pronto, estamos ya en las colinas” (p.37)

Si no hubiera iglesias para marcar estos pueblos, no habría manera de orientarse. El sentimiento de estar perdido se intensifica entre las cercas sordas y repulsivas de cactos vivos. Pero los españoles levantaron su inevitable magnificencia en las torres gemelas de una gran iglesia solitaria y desesperanzada entre estas barrancas negras de lodo; y donde hay una iglesia, debe haber una plaza. Y una plaza es un zócalo, un eje. Aunque la rueda no gire, se trata de un eje, es un eje. Como un foro antiguo” (p. 43)

 

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En el tercero habla de su mozo y en el cuarto del mercado:

El mercado es un extenso espacio cubierto. Desde las calles adyacentes se oye el ruido extraordinario que sale de él. Un ruido tremendo e imperceptible a la vez. Algo así como el charloteo de todos los espíritus del mundo, las voces de todos los fantasmas, dentro de esta oscuridad del mercado cubierto. Es un ruido como el de la lluvia o el de las palmas agitándose en el viento. El mercado lleno de indios, carioscuros, de pies silenciosos, de voces acalladas y oprimidas, apretándose y empujándose en cantidades inmensas. Los raros murmullos silbantes del idioma zapoteco mezclados con las sonoridades del español, con las dulces y como apartadas voces de los mixtecas. Vender y comprar, pero sobre todo comulgar. En la historia del mundo, los hombres han inventado dos excusas para acercarse y comulgar libremente, en turbas heterogéneas y sin sospechas: la religión y el mercado” (p.74)

La tercera y última: Bajo el cielo Jaguar, de Italo Calvino, en 1972 Calvino comenzó a escribir un libro sobre los sentidos, que nunca terminó, al morir en 1985 había escrito solo tres relatos. “El nombre, la nariz”, “Bajo el cielo Jaguar” y “Un rey escucha” en el primero el olfato, abordará a París y sus perfumes, en el tercero el oído, se referirá a un rey enclaustrado en su palacio y en el segundo se referirá al gusto y Oaxaca y el México prehispánico le servirán de marco. El relato comienza con su llegada al ex convento de Sta. Catalina que será el hotel en el que se hospedará -hoy Quinta Real- y que utilizará para encadenar la cocina, con las monjas y el arte. Y refiriéndose a las monjas en el relato Olivia la protagonista se plantea la siguiente pregunta:

“¿Pero esas monjas se pasaban los días en la cocina?;, había preguntado, imaginándose vidas enteras dedicadas a la búsqueda de nuevas mescolanzas de ingredientes y variaciones de dosajes, a la atenta paciencia combinatoria, a la transmisión de un saber minucioso y puntual.

 

Patricia Chiñas López


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