Tesoros de la Tumba 7 son todos zapotecos, asegura Marcus Winter
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Tesoros de la Tumba 7 son todos zapotecos, asegura Marcus Winter

Basado en que la historia se reinterpreta, el arqueólogo cuestiona la idea de que las joyas y otros objetos sean mixtecos; además de considerar que los huesos tallados eran para tejidos y no de uso ritual


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La tumba 7 de Monte Albán sí fue usada en dos ocasiones. El arqueólogo Marcus Winter apoya esa idea de Alfonso Caso, a quien se considera el descubridor de este sepulcro, en una fecha que se conmemora este 9 de enero. Winter (1943), quien llegó de Estados Unidos a Oaxaca en los años 60, también comparte la idea de que los objetos y osamentas no son del mismo periodo, sino de dos. En lo que difiere el investigador nacionalizado mexicano es que los objetos y joyas sean de dos orígenes, mixteco y zapoteco, como se ha creído por varios años.

Para el autor de Entierros humanos en Monte Albán: dos estudios, o de Cerro de las Minas: arqueología de la Mixteca baja, tanto las joyas, objetos y huesos son zapotecos. “Caso reconoció que la tumba se construyó cuando floreció Monte Albán; después se abandonó (entre los años 800 y 900 después de Cristo) y vino el periodo posclásico, y llegaron unas personas y dejaron todas las joyas”, por eso las joyas son de ese segundo entierro, de entre 1400 y 1450 después de Cristo, del tiempo que conocemos como posclásico, explica Winter.

Pero no sólo dejaron joyas, sino huesos. “Lo que es interesante es la pregunta de si los huesos eran mixtecos o no, si los artefactos son mixtecos o no. Caso pensó que sí porque su lógica, algo extraña, era que como Mitla no se parece a Monte Albán, y Mitla es más tardío, tenía que ser diferente y que por ello no podía ser zapoteco”.
“Yo pienso que no son mixtecas, sino zapotecas” dice Winter, quien para descartar la idea de que las joyas y otros objetos sean mixtecos recurre al estilo en que fueron hechos. Este, dice, no fue exclusivo de la cultura mixteca, sino que compartían varias culturas del estado y en zonas como las que ahora conocemos como la Chinantla, la Sierra Mazateca o la región Istmo.

“No se trata de un estilo mixteco, sino internacional porque el estilo del posclásico son las grecas, los grabados y los polícromo está en toda Mesoamérica, también en los aztecas”. Para Winter, esta similitud de estilos se debe al contacto entre culturas y porque los dibujos de los códices y pinturas murales son similares. Además de que no hay algo que apoye que se trate de piezas de origen mixteco, pues hasta ahora no se ha encontrado un tesoro mixteco, en la Mixteca, similar al de esta tumba, como tampoco han encontrado evidencias sobre la producción de objetos de oro.

Consciente de que los estudios sobre la historia se pueden reinterpretar, y que incluso sus ideas pueden ser refutadas, el investigador del Instituto de Nacional de Antropología e Historia (INAH) sostiene que siempre hay que reflexionar y cuestionar todo lo que dicen los arqueólogos, como él lo ha hecho respecto a Alfonso Caso.
De ahí, y desde la arqueología, Winter sigue buscando otras pistas o razones para afirmar que la tumba 7 es completamente zapoteca. Para esto se remite al idioma. “Si sabemos que hoy en día se habla zapoteco en Zaachila podemos suponer que se habló zapoteco hace 500 años, entonces, ¿por qué pensamos que las cosas de las tumbas son mixtecas? Pueden ser zapotecos igual que lo de (la zona arqueológica de) Mitla, no sólo por el estilo, sino por la costumbre del pueblo que sigue floreciendo”.

La tumba fue hecha por zapotecos y utilizada por zapotecos, igual que las tumbas de Zaachila, agrega Winter. Y si bien apoya la idea de que algunos mixtecos vivieron en la región de Valles Centrales, estos habrían llevado los objetos a sitios como Tilantongo u otro en donde están las raíces de su cultura.

“¿No será que alguien que tenía estas joyas sabía de la tumba y que sus ancestros vivían en Monte Albán? ¿No es más razonable esto?”, propone Winter, quien a esto suma otra respuesta al planteamiento de Caso, quien habló de una casa de los ancestros, “pero, ¿ancestros de quién?”

Marcus Winter piensa que tras la caída de Monte Albán los zapotecos no se fueron, sino que vivieron en el valle, en la sierra Norte, en Tlacolula, en Ocotlán o en el Istmo y otras partes, y por ello todo lo que está en la tumba es zapoteco, aunque de periodos distintos.

UNA FAMILIA DE ALTO RANGO Y ALGUIEN QUE TEJÍA

Aunque el cráneo de turquesas o las joyas de oro son de las que más llaman la atención de las personas, Marcus dice que hay otras piezas importantes y cuyo análisis ayudaría a entender quiénes eran las personas cuyos huesos se encontraron en la tumba. No eran de la familia gobernante, aclara, aunque sí pudieron haber tenido relación con ellos o ser de un estatus alto.

Entre las piezas a las que pide enfocar la atención están los huesos tallados, que se piensa tuvieron fines rituales, así como las copas; entre ellas, la de cristal de roca. “Son de las cosas más importantes de la tumba porque tienen dibujos como los de los códices”. Para Winter, al igual que los implementos dados por las madres a sus hijas para el tejido en telar, los huesos decorados y las copas se usaron para el tejido de alguna pieza que se colocaba debajo del tocado.

“Hay mucha joyería, pero también muchos objetos para el tejido”, remarca el arqueólogo sobre un tesoro con cientos de piezas, entre ellas seis malacates, unas cinco copas y varios “machetes” (los huesos decorados que habrían funcionado como separadores en el telar). Y eso, en su percepción, propone la posibilidad de que una de las personas enterradas en la tumba era propietaria de esos objetos y se dedicó al tejido. Pero sobre su sexo, y aunque se siga la idea generalizada de un oficio para mujeres, puede que se trate de un hombre de alto rango, quizá el más importante del entierro, por su posición en la tumba.

En la tumba hay huesos de 14 personas. De ellas, Winter señala que se trata de unos siete o nueve hombres adultos, dos mujeres adultas, un infante y dos jóvenes de sexo indeterminado.

“Habría que estudiar qué relación tienen los objetos con las personas de la tumba”, subraya Winter, quien pide llevar el interés común y de los especialistas hacia otros objetos, así como el porqué de la cantidad de huesos. Para él, se trataría de una familia de alto rango y que incluso los huesos pudieron haber sido “tesoros” de personas que los escondieron en la que conocemos como tumba 7.


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