Íker tiene seis años y no sabe qué es un recreo ni tomar distancia en la fila para entrar al salón de clases; no ha hecho honores a la Bandera y tampoco ha tenido la oportunidad de sentarse con un grupo de niños y niñas de manera presencial para aprender de una maestra.
Para él tomar clases significa “prender el celular”. Cuando se le pregunta si recuerda cómo era asistir a la escuela, responde que “no”.
Íker es uno de los rostros del vacío que la pandemia dejó en la educación pública.
Ni siquiera ha podido opinar si desea volver o no a la primaria; continúa estudiando en casa, porque su escuela está entre las 60 mil primarias y secundarias que fueron abandonadas o vandalizadas en la pandemia.
A los pocos días de que los padres de Íker lo inscribieron por primera vez en un sistema educativo público, descubrieron que la estancia infantil donde entró a sus tres años, era una empresa fantasma. No contaba con un seguro de gastos médicos mayores y tenía registrados a 30 alumnos, pero en realidad, asistían diez.
En 2019, en las más de 42 mil supervisiones que realizó el Sistema Nacional DIF en las 9 mil 582 estancias infantiles registradas, sólo encontró a 244 mil 886 niños, es decir, había 80 mil niños que no existían.
Con Íker, se puede decir, que he tenido mala suerte. Cuando comenzaron a cerrar las estancias infantiles de Sedesol (la entonces Secretaría de Desarrollo Social), a él lo dejaron sin guardería, porque detectaron varias irregularidades en la institución. Tenía dados de alta a 30 niños, cuando asistían menos de la mitad, así que tuve que salirme de trabajar para poder cuidarlo en casa”, comentó su mamá, Ingrid Hernández, en entrevista con Excélsior.
Asociaciones civiles, como Mexicanos Primero, opinan que la desaparición del Programa Estancias Infantiles para Apoyar a Madres Trabajadoras (PEI), debido a irregularidades y corrupción es “un golpazo al derecho humano a la educación de los niños y niñas”, porque “las becas y las transferencias directas, como ahora funciona sin instituciones educativas, donde los menores de edad puedan desarrollarse, no sirve de nada”.
Luego, cuando por fin, los padres de Íker se animaron a enviarlo de nuevo a una institución educativa, esta vez en preescolar y superar la experiencia anterior, su maestra asignada se jubiló y su salón de clase desapareció.
Sin embargo, como las más de 200 mil escuelas públicas en México carecen de unaidentidad jurídica o de un RFC y sólo cuentan con un número o Clave de Centro de Trabajo (CCT), para poder pagar a los docentes, es imposible prever sustituciones de profesores, contratar a alguien o despedir a algún maestro.
Durante 2020, como se publicó en medios nacionales, la cifra de maestros que se retiraron del servicio se compone de 2 mil 541 que se jubilaron, 3 mil 313 que realizaron el trámite de prejubilación y
9 mil 887 docentes más solicitaron una licencia con sueldo o sin salario, de acuerdo con datos del Fondo de la Nómina Educativa (Fone).
Una vez que se había resuelto la ausencia de la maestra de Íker y a sus padres les habían dado una fecha tentativa para regresar nuevamente a las aulas, la pandemia llevó al gobierno federal a decretar la cuarentena en las escuelas de todo el país y enviar a 37 millones de alumnos a estudiar a desde casa.
Entonces, Íker fue básicamente tres días a preescolar: miércoles, jueves y el viernes (27 de marzo de 2020) cerraron las escuelas. A partir de eso, el niño empezó a tomar clases por internet. Al principio fue bastante difícil, porque ya debía de tener una rutina escolar para entender las tareas que le enviaban por WhatsApp.
Lamentablemente, él no tenía ningún tipo de rutina escolar, porque su enseñanza nunca ha sido constante. Sí me costó muchísimo trabajo ponernos al corriente y alcanzar el mismo ritmo que los demás compañeros. La maestra nos enviaba los trabajos por medio de
Whatsapp, porque en el grupo, la mayoría no tenían computadora. Y de la misma manera se regresaban las tareas resueltas”, explicó Ingrid.
El preescolar para Íker concluyó con tareas enviadas por chat y con comunicación con su maestra a través de mensajes por celular, y sin cumplir con los aprendizajes esperados para su edad, como identificación de letras y sílabas.
Esta ausencia de la escuela en la vida de Íker ya comenzó a dejar algunas huellas, las más evidentes: dificultad para expresarse de manera oral y escrita y en su escasa socialización.
Íker tiene un retraso de por lo menos dos años, porque su edad cronológica no concuerda con su desarrollo emocional, cognitivo, motriz, intelectual y perceptual. En la medida en que las escuelas públicas continúen inoperantes se acentuará este retraso y la inadaptabilidad social en los menores de edad”, alertó Marilú Peña, directora del colegio Centro Montessori Nan.
Después de 528 días de confinamiento y cuando Íker pasaría a primero de primaria, soñando con jugar futbol en el patio grande de la escuela y hacer amigos, luego de pasar dos de sus seis años de vida encerrado y sin socializar, la institución continúa cerrada.
Él no sabe lo que es ir a la escuela como tal. No tiene convivencia con más gente, prácticamente sólo ve a sus abuelos”, aseguró Ingrid.
La primaria en la que Íker está inscrito, ubicada en laalcaldía Gustavo A. Madero, al norte de la Ciudad de México, ni siquiera tiene habilitados baños ni una manera de lavarse las manos, pues fue completamente abandonada durante la pandemia, así que los directivos de esta institución continúan sin dar una fecha para su posible reapertura.
Es más, los padres de familia esperan aún que el Fideicomiso Educación Garantizada les entregue en tarjetas los 72 mil pesos destinados para habilitar los sanitarios y mejorar las condiciones para regresar a clases.
Mientras esto sucede, a Íker solamente su maestra le da una hora de clase en línea al día, tres veces a la semana: lunes, miércoles y viernes.
Además, Íker es de los pocos en su escuela que tiene tres horas a la semana clases en línea y eso porque es de primer ingreso. A los alumnos de sexto grado sólo les han dado una hora por internet desde que inició el ciclo escolar, el pasado 30 de agosto.