Hace cinco años leí Ulises 2300, de la autoría de Antonio Malpica (Ciudad de México, 1967) un libro juvenil que no dejé de leer hasta finalizarlo entrada ya la madrugada. Y aún conservo en mi memoria esbozos de esa historia escrita por Malpica, quien es –además– autor de otros títulos como: El bondadoso rey (2015), La lágrima del Buda (2008), Mal tiempo (2020), Una tribu (2018), la serie de 5 volúmenes El libro de los Héroes, que lo han posicionado en el gusto de los lectores, principalmente jóvenes.
Ha ganado los premios más importantes en la rama de la escritura; no obstante, continúa siendo un hombre sencillo en su forma; infantil, en su expresión; risueño y hasta por momentos tímido. La presente conversación la sostuvimos a distancia durante el confinamiento de 2020, el cual no alteró para nada su ritmo de vida pues –dice– los escritores están acostumbrados al encierro:
¿Estudió Ingeniería en Computación como llegó al andar de la escritura?
—Cuando tuve que elegir a qué me iba a dedicar en la vida elegí Ingeniería en Computación porque no tenía ninguna intención por dedicarme a las letras. Era buen lector, buen espectador de teatro; también de cine, pero no me llamaba la atención contar mis propias historias. Fue paulatino, como en cuarto o quinto semestre de carrera, que empecé haciendo teatro con mi hermano Javier, pero ya no me supe salir, me enamoré de eso y poco a poco me fue llevando a otros terrenos de la literatura. Empecé a coquetear con la literatura a los 20 años y ya hasta los 33 años publiqué mis primeros libros. No tengo preparación, nunca fui a la escuela, ni tomé ningún diplomado, ni nada.
Para no haber estudiado nada afín a la literatura, ha ganado los premios más importantes de las letras juveniles. Entonces, ¿quiénes han sido los autores que de alguna manera lo han formado?
—Sí –responde modestamente– fíjate que como nunca quise ser escritor, nunca tomé a un autor como una especie de faro (calla unos segundos). Creo que lo más justo es decir que algunos autores de teatro, pero no es que quisiera ser como ellos, sino más bien que los disfrutaba bastante. En realidad, creo que me descubrí como escritor a través de mi experiencia, pero sí, agradezco que con el paso del tiempo sigo leyendo como lector y no como escritor, porque disfruto tanto mis libros que trato de seguir sorprendiéndome con lo que leo. Empecé a leer a los 12 años, pero a la vez pienso que lo que lees, las obras de teatro, las personas que conoces, lo que te pasa y no te pasa, te conforma y aparece en tus textos.
Ha dicho que en su escritura usted se ha puesto sus propios estándares ¿Cómo decide qué es bueno y qué no de lo que escribe?
(Se ríe nervioso) —Al menos en mis textos, pienso en que la historia se cuente bien, que la prosa te lleve y que fluya para que la puedas acompañar en todo el proceso de la lectura, que te atrape lo suficiente, que te maraville, que no te sea indiferente; que en la construcción de la obra se note el cuidado del autor que la conforma y en mi caso eso es en lo que trato de poner cuidado, y que al final el lector no crea que es una pérdida de tiempo. No es tanto la perfección, sino que haya cumplido con el objetivo.
Me dijo hace un momento que empezó a leer a los 12 años ¿A qué prestaba su tiempo antes de adentrarse en los libros?
—Yo he podido hacer una revisión de mi vida y he llegado a la justa conclusión que terminé dedicándome a la escritura, a esto de contar historias, porque tuve una infancia lo suficientemente feliz para no desear que se terminara. Esos juegos de imaginación que yo tenía con mis amigos y mi hermano quise extenderlos hasta el presente y creo que eso me formó más para un futuro de escritor que ponerme a leer como loco, de hecho, como te decía hasta los 12 años lo que yo hacía era jugar mucho.
¿Recuerda que sintió al ver su primer libro publicado en sus manos?
—Sí, es una meta alcanzada porque en realidad nunca me propuse ser escritor, yo me di cuenta que tenía esta inquietud porque en sus inicios de veras escribía hasta largas horas de la noche; ahora ya no me pasa porque ya es mi oficio, pero antes sí escribía compulsivamente en lo que pudiera: una libreta, computadora y cada vez que terminaba una novela y decía ‘Esta sí me la publican’ y no pasaba nada, pues salía esa vocecita que me decía ‘ya mejor dedícate a otra cosa’, pero como te digo esa compulsión por escribir me hacía reintentarlo y reintentarlo hasta que por fin pasó y vi mi nombre en un libro, y sí la verdad es una emoción indescriptible. Desde 2001 no he dejado de publicar, aunque sea un librito y es una forma de encontrar tu lugar en el mundo.
En dos décadas ha escrito obras bastante relevantes como Ulises 2300 (Premio Gran Angular 2003), cuénteme un poco del proceso de creación de este libro…
—Como yo vengo de la ingeniería y de trabajos de oficina me propuse que todos mis libros los tenía que disfrutar mucho, porque si no, no tenía caso escribir algo que no me produjera ese placer. Con Ulises 2300 fue tal cual ese proceso de contar una historia que a mí me urgía por dentro, que sabía que podía contar y que además no tenía que hacer una investigación exhaustiva y podía meter a un concurso para chavos. Es una forma de adoptar el arte desde un punto de vista muy honesto, uno se ofrece con lo que tiene y a ver qué sale.
—Lo escribí por ahí del 2002, no tenía un compromiso ni conmigo, lo único que quería era contar una historia y se me ocurrió la premisa de un chico de 14 años que fuera tan bueno en ajedrez que no perdiera y tal cual… en aquel entonces yo tenía un montón de deudas, pero me animé y nada, pues la escribí, la mandé al Premio Gran Angular y me dieron mi primer premio realmente importante. Es un libro que quiero, especialmente porque fue mi primera novela juvenil, me ayudó a pagar deudas (risas) y es un libro que 17 años después se sigue imprimiendo, los chicos lo siguen leyendo.
Y dos décadas después de empezar a publicar, qué siente cuando sus lectores se le acercan, lo buscan para firmas de libros. ¿Cómo es ser famoso en la literatura juvenil?
—Todavía no me la creo, tal vez eso me ha permitido seguir escribiendo y no publicando. Sigo creyendo que los escritores –y más este con el que ahorita estás platicando– somos gente ordinaria con trabajo extraordinario, se siente muy bonito y es abrumador a veces el cariño que te prodigan, pero creo que en realidad a los que quieren es a los personajes de uno, es como si tus libros fueran hijos tuyos y se siente bonito que la gente los quiera, pero en realidad yo sigo siendo el mismo tipo, porque más allá de los premios, las regalías o publicaciones que puedas obtener lo mejor de este oficio es estar en el corazón de los lectores.
@UrieldeJesús02