Inútil, el activismo virtual para Juan Pablo Villalobos
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Inútil, el activismo virtual para Juan Pablo Villalobos

En su novela, No voy a pedirle a nadie que me crea, el escritor recurre al humor para abordar una trama de extorsión, “en la que lo raro acaba siendo normal”


Inútil, el activismo virtual para Juan Pablo Villalobos | El Imparcial de Oaxaca

A través de una novela considerada como original y de subversiva comicidad, Juan Pablo Villalobos (Guadalajara, 1973) aborda una trama de extorsión. En ella, el protagonista inicia una aventura llena de peripecias, gracias a la propuesta de un primo.

Titulado No voy a pedirle a nadie que me crea, el libro llevó al autor a ser el sexto mexicano acreedor al Premio Herralde de Novela. Asimismo, es una narrativa que tiene como eje el humor, llevado hasta situaciones que en las que “todo es hilarante, cotidiano y surrealista a la vez, como la vida misma”, según lo presenta Anagrama, editorial responsable de la publicación de la obra.

Hoy, el autor de Te vendo un perro, Fiesta en la madriguera y Si viviéramos en un lugar normal presenta su libro en la ciudad de Oaxaca, en el foro El Huaje. Previo a ello, habla de la novela y el humor que aborda en ella.


Los autores tienden a dejar algo de sí en sus libros, pero en este caso parece ser más evidente porque usas tu nombre en el protagonista

“Pero es al revés, cuando un autor deja anécdotas o rasgos autobiográficos en una novela, lo que hace es disfrazarlos en un personaje, es decir, utiliza un personaje que no lleva su nombre para dejar ahí cosas que en realidad son experiencias personales. En mi caso es al revés, yo utilizo mi nombre, algunas circunstancias de mi biografía, como mi edad, los lugares donde he vivido, mi recorrido de Lagos de Moreno a Guadalajara, a Xalapa, a Barcelona, que estudié literatura y fui a hacer un doctorado, pero a partir de ahí todo es ficción, a partir del momento en que la novela comienza y que el personaje va a Barcelona, todo es ficción.

¿Era también como un recurso para abordar el humor, para reírse de uno mismo?

De hecho, yo quería hacer una novela humorística, donde además se reflexionara sobre el humor y que fuera como absolutamente libre, de que pudiera tocar todos los temas que fueran surgiendo y me parecía que tenía que utilizar mi nombre para que el primer objeto de la burla, de las risas, fuera de mí. Si no fuera así, me parece que el tipo de humor que tendría la novela hubiera sido arrogante, prepotente o con un cierto sentido de superioridad, y al utilizar mi nombre y al dejar muy mal al personaje de Juan Pablo Villalobos, un poco pusilánime, que se deja llevar por las circunstancias, muy cínico… al burlarme de mí mismo, me parecía que eso me permitiría burlarme de todo.

¿Y en la vida real tiendes a burlarte de ti?

Tiendo a no tomarme muy en serio a mí mismo, es una perspectiva desde la que me interesa escribir y vivir. No me gusta la postura de la gente que se da muchísima importancia y a partir de ahí se cree la última coca del estadio, y a partir de ahí se vuelve prepotente, arrogante, sangrón, como decimos en México, y desprecia a ciertas personas porque las cree indignas de su estatus. Yo trato de reírme de mí, creo que es sano reírnos de nosotros mismos, no solamente para quitarnos esa aura de prepotencia, de arrogancia, sino también porque creo que es sano tomar una distancia de nuestros problemas, de nuestros dramas y darnos cuenta que tampoco son tan graves.

Pero este humor, ¿de qué otra manera crees que se utilice en México?

En México somos muy bromistas, lo vemos todos los días. La gente suele hacer chistes todo el tiempo, pero me parece que es un humor muy frívolo, en el sentido del albur, de los chistes que nos contamos todo el tiempo, el de los memes, el humor de los programas de Televisa, es un humor inofensivo, es uno humor que solamente se articula para hacer explotar una carcajada y después no hay nada, no hay reflexión, no hay nada; es un humor que también es peligroso porque normalmente funciona a través de prejuicios, por ejemplo el humor machista que hace ver a las mujeres como tontas, o el humor homofóbico. En México tenemos muchos chistes donde, maricones, jotos, etcétera. Pensemos en este humor o el racista, el que hacemos contra el indio, contra el moreno, contra el naco, contra el pobre. Todo ese humor, lo único que hace es perpetuar unos prejuicios.

Sobre el racismo entre nosotros mismos: en la novela, la madre le escribe a Juan Pablo y le dice que estaría bien si se consigue a otra novia para “mejorar” la raza

En México seguimos diciendo cotidianamente unas frases muy sintomáticas de ese racismo. Por ejemplo, cuando nace un bebé, piensa que es muy común que la gente diga que es muy bonito porque es blanco, porque es güerito. Incluso, se dice: está precioso, tiene los ojos azules.

También esa manera de decir: ¡ay!, bueno, está un poco morenito. Yo lo he escuchado toda mi vida. Como alguien que viene de la clase media, en Guadalajara, que es una sociedad profundamente clasista y racista… estas frases se siguen repitiendo, esta idea de que el canon de la belleza es blanco, rubio, ojos claros… Y lo vemos todo el tiempo en la televisión; ya no sé ahora, yo ya no veo tele, pero antes en el 90 por ciento de los anuncios eran este tipo de personas, todas son blancas, rubias…¿En dónde vivimos? ¿En Suecia?

Retomando el humor en un país como México, donde varios muestran inconformidad por su gobierno, pero también se ríen de los errores de los políticos, ¿A qué se podría deber esa actitud?

En ese tipo de humor, con el que nos burlamos de los políticos, porque los creemos tontos, nosotros nos creemos superiores a ellos, decimos: yo soy más listo que Peña Nieto, yo soy más honesto que la mayoría de los políticos, yo no soy corrupto.

Siempre es desde un sentido de superioridad. Esa distinción siempre de una perspectiva moralista, distanciada, no genera una conciencia crítica porque no va a ir a una acción. Es un humor que nos va a producir un alivio, de que ya cumplimos con lo que había que hacer: criticar. Pero lo que tenemos que hacer no es solamente criticar, lo que tenemos que hacer es actuar, tratar de transformar nuestra realidad, cada uno, hasta donde puede. Ese activismo virtual, de sofá-cama no sirve para nada.

Cuéntanos sobre la estructura de la novela

Me parecía interesante combinar una trama muy inverosímil, muy exagerada, a través de estrategias narrativas que están asociadas a la verdad, a la experiencia. El género epistolar, la novela autobiográfica, se supone que cuentan la verdad; nunca lo hacen.

Entonces, me pareció interesante la mezcla, qué tal un diario para narrar algo muy inverosímil, o qué tal una novela autobiográfica, que la gente no pueda creer, y de hecho de ahí viene el título. El título es una parodia de lo que es la condición de la literatura íntima, que engloba los diarios, la autobiografía, la memoria… hay una cosa teórica que se llama el pacto autobiográfico, en el que el autor, en algún momento del libro te va a prometer que lo que te va a contar es verdad, y lo que te pide como lector es que le creas.

Justamente, con una reflexión sobre esto, le puse a la novela No voy a pedirle a nadie que me crea, como un desafío contrario al decir: no me creas, no me interesa que me creas.


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