Migrantes que ayudaron a damnificados de Oaxaca, enfrentan riesgo de deportación
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Migrantes que ayudaron a damnificados de Oaxaca, enfrentan riesgo de deportación

Entre estas brigadas internacionales figuraba un grupo de migrantes indocumentados de Centroamérica quienes, poniendo pausa a su jornada rumbo a EU, se quedaron en México para auxiliar a las víctimas


Migrantes que ayudaron a damnificados de Oaxaca, enfrentan riesgo de deportación | El Imparcial de Oaxaca

Tras dos sismos que dejaron más de 450 muertos y daños en 150 mil casas, México, enfrenta enormes retos para su recuperación.

De acuerdo con cálculos oficiales, el país necesitará más de 30 mil millones de pesos (unos 2 mil millones de dólares) para la reconstrucción.

La mano de obra, por lo menos, no ha sido un problema. Equipos de búsqueda y rescate de varios países, incluyendo Chile, Colombia, Israel, Japón, Panamá, Estados Unidos y España, llegaron a los pocos días de los terremotos para sacar a los supervivientes de los escombros. Decenas de extranjeros que residen en México también se unieron a los voluntarios mexicanos en los esfuerzos de rescate.

Entre estas brigadas internacionales figuraba un grupo de migrantes indocumentados de Centroamérica quienes, poniendo pausa a su jornada rumbo a EU, se quedaron en México para ayudar a limpiar los escombros y auxiliar a las víctimas.

Sus esfuerzos se han canalizado en dos de las ciudades que recibieron el mayor impacto por el histórico sismo del 7 de septiembre: Juchitán y Asunción Ixtaltepec, en Oaxaca.

Sin embargo, luego del sismo del 19 de septiembre en Ciudad de México, algunos de ellos se ofrecieron como voluntarios para ayudar a sacar a los supervivientes de los escombros de los edificios de la capital.

Ante el aumento de las posturas antimigrantes tanto en EU como en México, de donde se están deportando centroamericanos indocumentados en cifras récord, estos buenos samaritanos están cambiando la narrativa sobre los migrantes en el país, piedra por piedra y rescate por rescate.

Escala de la Bestia

Los casi 50 migrantes centroamericanos que han auxiliado en los esfuerzos de recuperación tras el sismo de Oaxaca se quedan en el centro Hermanos en el Camino, un refugio administrado por católicos en el Istmo de Tehuantepec, región que sufrió el golpe del sismo.

Felipe González, un voluntario en el albergue, dijo vía telefónica que al fin de los trabajos de rescate de urgencia, los migrantes han continuado con actividades como la distribución de la ayuda a quienes perdieron sus casas.

Los migrantes que organizaron esta brigada provienen de Honduras, El Salvador, Nicaragua y Guatemala y, aunque sus historias difieren, tienen algo en común entre sí y con las víctimas mexicanas del sismo: han enfrentado una vida muy dura.

De acuerdo con un reporte de Médicos sin Fronteras, casi 40 por ciento de los 500 mil migrantes centroamericanos que la organización ha estudiado en sus sondeos en México abandonaron sus países tras ser víctimas de ataques, de amenazas contra sus vidas o sus familias, extorsiones o reclutamiento forzado por parte de las pandillas.

El albergue Hermanos en el Camino se encuentra en Ixtepec, una de las paradas en la ruta principal que los migrantes centroamericanos utilizan rumbo al norte. Normalmente, el refugio ofrece asistencia a los migrantes que llegaron en “La Bestia”, la red de trenes de carga que van del sur con rumbo a la frontera con EU.

Normalmente, cualquier migrante que pasa a lo largo de México hace lo posible por evitar ser detenido. A instancias de EU, México ha redoblado esfuerzos en contra de los migrantes indocumentados de Centroamérica, inspeccionando las paradas del tren con drones y ordenando que se incremente su velocidad, de 30 a casi 60 kilómetros por hora. Por ello, ahora se ha abierto una nueva ruta marítima por el océano Pacífico.

México también ha aumentado las deportaciones. En 2014, por ejemplo, el país “regresó” a 107,814 migrantes, la mayoría de El Salvador, Guatemala y Honduras. En 2015, las deportaciones llegaron a 181,163 y en 2016 fueron 159,872.

México debería mirar al sur

La administración de Donald Trump ha elevado las presiones. En una carta que envió a los líderes del Congreso y el Senado de EU el 8 de octubre, el presidente estadounidense solicitó que el Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés) tenga mayor poder para auxiliar a “países aliados” en la “remoción de ilegales de terceros países cuyo fin es llegar a Estados Unidos”.

Una defensa más dura de la frontera no es la única razón por la que los migrantes centroamericanos buscan cruzar México con el mayor sigilo posible. Casi un tercio de las mujeres a las que estudió Médicos sin Fronteras en 2014 habían sido víctimas de abuso sexual durante su viaje, y 68% de todos los migrantes fueron víctimas de violencia en ese tránsito.

Los migrantes se cuentan entre las muchas víctimas de la guerra de México en contra de las drogas. En 2010 y 2011, 265 migrantes de Centro y Sudamérica fueron asesinados por los Zetas en la norteña ciudad mexicana de San Fernando, en Tamaulipas, que se ubica a menos de 90 kilómetros de Texas.

El sueño norteamericano

A pesar de conocer los riesgos que presentan tanto el Estado como los narcotraficantes, los acogidos en Hermanos en el Camino lo arriesgaron todo a fin de sumarse al rescate tras el sismo que azotó Oaxaca y Chiapas, dos de los estados más pobres de México, el mes de septiembre.

“Somos migrantes en busca del sueño americano”, Denio Okele, de Honduras, explicó. Pero, agregó, “llegamos a Oaxaca y hubo un terremoto. Por ello le ayudamos a la gente que necesita ayuda”.

Sus razones para ayudar van de la solidaridad y la compasión a la gratitud. “Mucha gente nos ha ayudado, así que queremos ayudarlos”, Wilson Alonso, también hondureño, dijo al diario español El País.

El sacrificio de este equipo de auxilio de migrantes les ha ganado ser considerados como héroes en México. Como muchos otros voluntarios que ayudaron a liberar a sus vecinos de los escombros con sus propias manos, ellos han recibido elogios en las redes sociales y han sido entrevistados por reporteros. Y por esta vez, su estatus de migrantes centroamericanos no fue la nota.

Como José Filiberto Velázquez, un cura católico de Hermanos en el Camino, dijo a una reportera mexicana: por medio de sus acciones, estos migrantes han mostrado a los mexicanos simple y sencillamente que “los inmigrantes son buenas personas”.

Pacto entre derrotados

La historia de estos migrantes centroamericanos es apenas un ejemplo del espíritu de solidaridad nacional que abundó en México durante los días de los dos sismos asesinos.

Tras el temblor del 19 de septiembre en Ciudad de México, vallas de ciudadanos se formaron junto a los edificios colapsados para quitar los escombros que cubrían a las víctimas. Brigadas de voluntarios ofrecieron comida, ropa, agua y otros artículos. Los restaurantes se convirtieron en centros de auxilio.

Los activistas en redes sociales se organizaron con rapidez (verificado), tuiteando información sobre qué es lo que se necesitaba con precisión en términos de ayuda o de suministros, así como de qué lugares los requerían, todo esto bajo el hashtag #Verificado19S.

Tras un año devastador en el que la ciudadanía también enfrentó una serie de escándalos de corrupción gubernamental de alto nivel, de padecer una de las tasas de asesinatos más altas del mundo, y de los inacabables insultos proferidos por el presidente de EU, México emergió de sus desastres con un nuevo sentido de orgullo nacional.

A pesar de que la construcción de ocho prototipos en San Diego para el muro que Trump quiere en la frontera inició seis días antes del segundo temblor, el humor en México por estos días es casi de optimismo.

La solidaridad mostrada recuerda lo que el escritor argentino Ernesto Sábato definió como “Pacto entre derrotados”. En un mundo pleno de “horror, traición y envidia”, dice Sábato en su texto autobiográfico “Antes del fin”, es a menudo “la parte más desvalida de la humanidad” la que le muestra a los demás cuál es el camino a la salvación.

Por ahora, las víctimas locales de los sismos, así como los migrantes indocumentados, trabajan juntos para reconstruir sus futuros. De cara a los años difíciles de la reconstrucción y el antagonismo de EU, un “pacto entre derrotados” podría ser quizá el mejor punto de partida.


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